Aquí viene la historia de un huracán...
Rubin Carter se abrió paso en la vida a puro golpe, y la vida lo golpeó de vuelta. Muchas veces. Rubin Carter noqueó a buena parte de sus contrincantes. Y la vida lo noqueó a él. Muchas veces.

Rubin Carter empezó a hacerse notar como un truhán, un hijo de la pobreza que a los 11 años atacó a un hombre con un cuchillo. La mayor parte de su juventud estuvo encerrado, resentido, y dispuesto a pasarle por encima a todos.
La historia del Huracán no tiene que ver con todo lo que hizo –especialmente lo malo, que fue mucho– sino con lo único que no hizo, por más que la sociedad dijera lo contrario.
Rubin Carter no fue un asesino, pese a que el sistema de justicia de Nueva Jersey se empeñó en crucificarlo, al punto de condenarlo en dos juicios distintos por tres homicidios y mantenerlo en prisión por casi 20 años por esos crímenes que no cometió.
Al momento de su encarcelamiento, en 1967, Carter era una figura prominente, un tipo acostumbrado a los titulares y los reflectores. Su fama, como todo en la vida, se la ganó a puñetazos, pues tras dejar atrás sus años de delincuente juvenil se convirtió en boxeador profesional. Y fue ahí, sobre el cuadrilátero, que aquel pegador explosivo y fanfarrón se convirtió en el Huracán.
Al igual que casi todo el mundo, a Rubin no lo conocí hasta 1999, por medio de la película El Huracán . Desde entonces, cuando pienso en él lo primero que se me viene a la mente es la cara perfecta de Denzel Washington, mientras que de fondo escucho a Bob Dylan cantando “ here comes the story of the Hurricane ”.
Hoy ya nadie lo discute: el Huracán fue a dar a la cárcel por el color de su piel, por su carácter desafiante, por creerse que podía llegar a ser el campeón mundial. La noche de los homicidios, el 17 de junio de 1966, él y su amigo John Artis resultaron los sospechosos perfectos. Luego, testigos mentirosos y una investigación motivada por el odio hicieron el resto.
Desde la cárcel, Rubin siguió peleando. Escribió una autobiografía, inspiró a Dylan a hacer una de sus primeras canciones protesta, y aprendió a combatir en los estratos judiciales. Finalmente, en 1985, un juez le dio la libertad y una sentida disculpa, pues a esas alturas su condena no solo estaba probada como un fraude, sino también como una vergüenza. Carter salió libre a los 48 años, sin boxeo pero con los puños en alto.
Rubin no fue siempre un buen tipo. Su primera esposa lo dejó por infiel y no faltó quien lo denunciara –mujeres incluidas– por ataques y golpizas. Este hombre, violento por naturaleza, terminó sus días en paz. El cáncer de próstata lo dejó tendido en la lona y John Artis estuvo a su lado en aquel último round.
El pasado 14 de diciembre se cumplieron 50 años de la única vez que Rubin Huracán Carter peleó por el título mundial de los pesos medianos. Joey Giardello retuvo el cinturón esa noche y aquello fue lo más alto que llegaría la carrera del retador. Eso sí, pese a la derrota, Rubin nunca perdió la sonrisa. Aquel peleador de la vida quería ser leyenda. Para él, el primer asalto aún no había empezado.