EscucharEl Springfield que todos conocemos, el mismo que es "liderado" por Homero Simpson desde hace 25 años, no hubiese visto luz de no ser por la genialidad de Matt Groening, James L. Brooks y Sam Simon.
Precisamente, fue a este último al que se le encomendó la misión de crear míticos personajes de Los Simpson, entre ellos el Sr. Burns y Clancy Wiggum, el torpe policía de la intraquila ciudad.
Más allá de esta labor, Simon será recordado por sus compañeros por tener una facilidad extraordinaria de sorprender con sus historias en el mundo de la animación.
No en vano, tras dejar su cargo como cocreador de la serie en 1993, seguía trabajando como guionista y supervisor creativo.
Su legado va mucho más de la comedia en Los Simpson, ya que también plasmó su talento al escribir episodios para series como Taxi o Cheers, además de ser consultor ejecutivo en Anger Management, protagonizada por Charlie Sheen.
"Puedes dibujar animales y escenarios, pero los personajes animados también tienen libertad. Los Simpson a veces hacen cosas que la gente real no podría hacer", declaró a la revista Variety en algún momento.
Con nueve premios Emmy en su haber, este escritor basó su carrera en hacer comedia para hacer reír, para hacer soñar, para educar pero, sobre todo, para hacer reflexionar al público.
Esa filosofía de hacer en la vida real lo que para algunos podría ser prohibido o utópico fue lo que lo mantuvo vivo durante más de dos años, tras ser diagnosticado de un cáncer colorrectal terminal, en el 2012.
Desde ese momento se dio a la tarea de exprimirle el jugo a la vida, por lo que fue común verlo comprando circos o zoológicos para liberar a estos animales, donando diariamente comida vegana a más de 400 familias o, simplemente, participando en campañas de protección a perros.
Antes de fallecer el 9 de marzo de este año en su residencia de Los Ángeles, Simon, quien se casó dos veces y no tuvo hijos, distribuyó su fortuna de más de cien millones de dólares a ONG's que protegen a los animales.
Activista, filántropo, campeón de póquer, coleccionista de arte, genio de la animación...
Sam Simon era eso y todo lo que su imaginación era capaz de crear.
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