La emoción se le desbordaba a la pequeña Luz Marina porque sabía que ese día frío y soleado de enero había fiesta.
Papá Raúl pintó la fachada de la casa, también llenó de color los palitos de naranja en la entrada de la finca. Mamá Tilia preparaba el fogón para hacer tortillas palmeadas y olla de carne para el almuerzo porque la familia venía de visita. Luz Marina se puso orgullosa y coqueta su vestido nuevo de tafetán color rojo.
Era 15 de enero de 1948. Así como la familia Rojas Chinchilla –mi familia– se preparaba para celebrar la fiesta del Santo Cristo de Esquipulas, toda Alajuelita se rendía también a los festejos del Negrito. La receta del chinchiví estaba lista en los barriles, todas las casas del pueblito se engalanaron, las carretas de bueyes cargadas de comidas y de familias iban de camino a visitar al Moreno de Esquipulas.
La devoción por el Santo Cristo data de muchísimos años antes de que mi abuelita estrenara ese vestido de tafetán rojo.
Aunque la estampa ha cambiado, la esperanza y la fe se han mantenido intactas. A pesar de que hubo un tiempo en el cual se desvirtuó la fiesta, la tradición se retomó. El pueblo volvió a ponerse bonito, a celebrar por todo lo alto y agradecer los favores que el Negrito ha hecho, con peregrinaciones, bailes, novenas, misas, actos culturales y deportivos.
Este lunes 15 de enero Luz Marina, acompañada por mí, por su nieta, vamos juntas a agradecer. Vamos a disfrutar de las dianas, de las bombetas, de un gallito de arracache en el salón parroquial y a jugar bingo. Vamos al parque a ver a viejos conocidos, vamos a la iglesia a pagar promesas cumplidas.
Fe y tradición
La devoción por el Cristo de Esquipulas comenzó en el pequeño poblado de Esquipulas, en Guatemala, allá por 1594 cuando los habitantes del lugar decidieron mandar a tallar una imagen del Cristo del que tanto les hablaban los misioneros españoles.
“La imagen hecha en madera de naranjo, de color amarillo pálido oscuro, pronto fue denominada Cristo Negro. Con el transcurrir del tiempo llegó adquirir fama de milagroso y se conformó como una devoción en todo el ámbito mesoamericano incluyendo a Panamá”, escribió el antropólogo Roberto Le Franc en una publicación del Museo Nacional de Costa Rica.
La devoción por la imagen llegó a Costa Rica gracias a los misioneros franciscanos quienes la propagaron. El primer pueblo en recibir al Santo de Esquipulas fue Santa Cruz de Guanacaste durante las primeras décadas del siglo XIX.
A Alajuelita llegó el Cristo en 1815. “Esa primera imagen la trajeron los franciscanos. La dejaron en el caserío, la pasaban por las casas de los vecinos y eso dio pie para que los alajueliteños se dieran a la tarea de mandar a hacer una imagen algo más grande con el propósito de fomentar la devoción”, comentó Luis Guillén, cura párroco de la iglesia de Alajuelita.
La segunda efigie se esculpió por petición de Ascención Mora, Joaquín Mora, Cruz Echeverría y Ascención Ávila, vecinos de Alajuelita quienes buscaron a un artista de Cartago para que la tallara. Cuando estuvo lista la ubicaron en una cerca en un terreno baldío que había en el centro del pueblo. “La gente pasaba, se arrodillaba y le oraba a la imagen”, recordó Guillén. Así fue como en 1818 se fomentó oficialmente la devoción por parte de los lugareños quienes también le erigieron una ermita.
“Es de color claro, tallada en madera, con brazos y piernas flexibles (con goznes) y mide aproximadamente un metro de altura. Sobre su cabeza tiene una corona dorada en forma circular y en la cintura una tela blanca a modo de sudario. Está colocada sobre una cruz verde de madera de casi metro y medio de alto”, explica Le Franc en el documento del museo.
La ermita y una posterior capilla que se construyeron para el patrono alajueliteño sufrieron los embates de los temblores de la época. El padre Luis contó que en 1845 se construyó el edificio de la parroquia con la aprobación de Juanito Mora, quien fungía como presidente del congreso en ese entonces.
La segunda imagen fue reemplazada en 1884 por una escultura hecha en Guatemala. Esa es la más famosa de todas. “Es una escultura guatemalteca de las más perfectas que existen en el país. La belleza de los detalles escultóricos revela los últimos destellos de la gran escuela de escultura de Guatemala, que tanto lustre dio en toda América en los tiempos del oscurantismo católico, que hasta rivalizó y a veces superó en adelanto y arte a la de Quito, Ecuador”, explicó el periodista alajueliteño Víctor Monge en el dato que publicó el museo.
Hay un cuarto Cristo Negro. En el 2005, Monseñor Hugo Barrantes mandó a confeccionar una nueva escultura a Guatemala con el fin de conservar la de 1884. Este Cristo peregrino es el que hasta ahora sale de visita a otras parroquias y comunidades para extender su devoción; además es la que se utiliza para las procesiones en el pueblo.
Se dice que el fervor ante el Cristo Negro se dio porque tanto los indígenas como los campesinos de piel curtida se identificaron con el color del santo.
Indulgencia
La iglesia de Alajuelita es Santuario Nacional. El título es un reconocimiento que se le da a un lugar de peregrinación, como lo es también la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, en Cartago.
Justamente, la visita de peregrinos para agradecer milagros y favores concedidos por Esquipulas volvió a tomar fuerza en los últimos años. La caminata antes la hacían los fieles desde varios lugares del país cargando piedras sobre sus cabezas como señal de penitencia, en carretas de bueyes y terminaban con un almuerzo familiar frente a la iglesia.
Además, como regalo especial, aquellos que con fervor y fe visiten el Santuario Nacional Santo Cristo de Esquipulas los días 15 de enero, recibirán indulgencia de sus pecados. Fue el papa Pío X (hecho santo), quien firmó el documento Breve Apostólico con la sentencia en 1907.
El pequeño papel dirigido al pueblo de Alajuelita en “Costarica” (así lo puso el papa), escrito a mano y en latín, dice que quienes visiten al Cristo Negro de Esquipulas cada 15 de enero tienen la oportunidad de poseer “indulgencia plenaria y remisión de todos los pecados”. Eso sí, hay que arrepentirse de lo hecho y no volver a cometer pecados.
La historia cultural y artística que tiene la parroquia también es un motivo de visita. La ornamentación de la iglesia fue obra del padre alemán Enrique Kern, quien se encargó de mandar a traer a Europa varios de los accesorios artísticos que embellecen la parroquia.
“Las imágenes y el viacrucis son únicos. El pasito por ejemplo es de la casa Stuflesser, de Italia. El púlpito, el altar mayor y el altar del Santísimo fueron hechos con maderas del norte de Italia. Está también el órgano alemán que es de 1954, es tubular”, explicó Guillén.