¿Se imagina ir a la pulpería de la esquina, comprar un Krunchy Krisp y que le cobren solo ¢1,5?
Eso era lo que los costarricenses pagaban en 1974, cuando el famoso cono salió al mercado. Desde entonces, ese helado, que se acerca a cumplir 50 años de existencia, se ha convertido en un imperdible de los golosos.
Quizá sea por el chocolate, por el maní o por la combinación de ambos con el helado de vainilla dentro de un cono que, en su parte inferior, siempre guarda un cachito de chocolate. Lo cierto es que el gusto de los ticos por este helado es tal que se encuentra dentro de la lista de los 10 productos más icónicos de la Dos Pinos.
Y, ¿quién no ha disfrutado de una Chocoleta o una Cremoleta en un día soleado? O ¿a quién le ha tocado compartir una Parejita?
Estos helados son más antiguos: salieron a la venta en 1966. Es decir, ya suman más de 55 años en el mercado y son infaltables en las cámaras de refrigeración de cualquier supermercado, abastecedor o pulpería.
Sin embargo, si hablamos de productos que han sabido ganarse el gusto de los ticos, también está el famoso Rompope, que vale eso sí aclarar no es ni invento ni exclusividad de la Dos Pinos. Aunque en muchas casas se hace, hay quienes prefieren ahorrarse la preparación y optan por comprarlo listo, por lo que la cooperativa empezó a ofrecerlo en 1960.
Por supuesto, no puede quedar por fuera la leche Pinito, tanto que, en general, la gente no pide en Costa Rica leche en polvo, sino que dice que va a comprar una bolsa de leche Pinito o que quiere un granizado con leche Pinito.
Este producto salió a la venta hace más de 60 años, en 1960, cinco años después de que empezara a funcionar la primera planta procesadora de leche en polvo de Dos Pinos, que fue donada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
Y bueno, ¿qué sería de todos estos productos sin la leche, esa que en un inicio se vendía en botella de vidrio, luego pasó a una bolsa y ahora se presenta en tetrapack?
Si seguimos hablando de productos que son o fueron icónicos de esa cooperativa, posiblemente muchos otros nombres saldrán a relucir, principalmente aquellos que, en algún momento, fueron muy populares entre los niños y hoy ya no existen. Tal es el caso de los helados Loly, los Heladinos, los jugos Briko, las Escarcha o la Estrella fugaz, por mencionar solo algunos.
Al igual que estos, otros nombres pueden surgir en el camino y no es para menos, pues desde hace 75 años la cooperativa se ha dedicado a sacar al mercado toda clase de productos. Muchos todavía se encuentran a la venta, mientras otros solo permanecen en la memoria de quienes llegaron a probarlos.
Luis Mastroeni, director de Relaciones Corporativas y Sostenibilidad de Dos Pinos, considera explica que la cooperativa lanza más o menos 100 productos al año, es decir, aproximadamente dos por semana.
Un apoyo mutuo
La Dos Pinos se constituyó en 1947, cuando 25 productores decidieron asociarse para vender su leche a una empresa que, siendo propia, les pagara un precio justo.
Sus objetivos poco a poco se fueron compartiendo con otros productores, al punto que actualmente hay más de 1.300 asociados productores y cerca de 600 asociados trabajadores.
Entre todos generan diariamente 1,4 millones de litros de leche que provienen de las fincas y con los que se desarrollan más de 900 productos.
Con el avance de la tecnología, las prácticas de los productores han evolucionado al punto que ahora ninguno de los asociados ordeña a las vacas, sino que existe un sistema automatizado para todos, el cual tiene por objetivo que nadie toque la leche hasta que llegue a las casas.
Estos aparatos especiales se colocan en las ubres de las vacas, posteriormente se ordeñan y la leche pasa directo a un tanque de refrigeración. Luego, el camión de la cooperativa recoge la leche y la lleva hasta la planta, donde se le hace una prueba química, por medio del olfato, para saber que está en buenas condiciones.
A partir de allí comienza el proceso para que la leche, la mantequilla, los helados y chocolates lleguen hasta la mesa.
El joven revoltoso que se convirtió en contador
En cuestión de 10 meses, William Torres Conejo finalmente se pensionará. La nostalgia es grande y no puede creer que ese día esté tan cerca de llegar. Él es el empleado más antiguo de la Dos Pinos, pues suma 45 años trabajando allí.
Todavía recuerda, como si fuera ayer, el día en que entró a trabajar, cuando era un adolescente de 16 años un tanto rebelde que había dejado el colegio.
“Estaba en el Colegio San Luis Gonzaga. Cuando yo estaba carajillo hacía lo que me daba la gana: me comía los pases cuando iba para el colegio, llegaba tarde y me dejaban afuera de la clase… Y por esos comportamientos perdí el año”, recuerda. Así que su papá lo obligó a buscar trabajo.
“En ese entonces, el novio de una hermana mía me preguntó que si me interesaba entrar a la cooperativa y yo le dije que sí. Yo anduve por todo lado, incluso me metía a las construcciones, pero como era tan chiquillo no me daban trabajo y ya mi papá estaba chivísima conmigo y yo ocupaba trabajar en lo que fuera”, relató.
El único puesto disponible en ese momento era como mensajero en el departamento agroveterinario y él aceptó. Eso sí, antes tuvieron que pedir permiso al Patronato Nacional de la Infancia (PANI), pues era menor de edad.
Con el visto bueno de la institución, comenzó a trabajar en mensajería, puesto en el que estuvo aproximadamente año y medio. Posteriormente, apareció una plaza de dependiente de despacho en un almacén que tenía la Dos Pinos en Cartago y aplicó. Para su suerte, se quedó con el puesto.
Don William aprovechó el tiempo para comenzar a estudiar y prepararse profesionalmente como contador. Luego de unos seis años, lo pasaron al Departamento Financiero. En ese puesto ya suma 35 años: ha visto la evolución tecnológica en cada área (incluida la suya).
“Aquí todo ha cambiado demasiado, sobre todo en la parte tecnológica porque cuando empezamos todo era manual y no había computadoras. Me acuerdo que yo comencé en Costos (calculando el precio de producto); a nosotros nos pasaban la información de producción y con esas boleticas y esos documentos que nos pasaban, empezábamos a armar columnas y renglones. Era tan grande que no nos cabía en el escritorio y nos tirábamos de panza en el piso para llenarlos”, detalla entre risas.
Aunque no extraña aquella época en la que todo era manual, sí le hacen falta los helados Loly: eran de sus favoritos pero como no tuvieron tan buena aceptación, terminaron por descontinuarlos.
A sus 61 años y viendo el camino recorrido en su único trabajo, don William guarda recuerdos y momentos muy importantes. Además, se siente muy agradecido pues considera que fue por la cooperativa que se superó.
El contador explica que la Dos Pinos le dio la beca para estudiar en la universidad, además con su salario pagó carro, casa y el estudio de sus hijos Luis Daniel, Kimberly y Katherine.
“He trabajado aquí tres cuartas partes del tiempo que tiene esta cooperativa y para mí es un orgullo porque siento que he dado mi granito de arena para que la empresa pudiera avanzar”, concluye.
De empacar queque helado a la dirección financiera
Cuando Irma Lemaitre finalizó su bachillerato en el colegio y cumplió 18 años, tomó la decisión de dejar su casa en Guápiles para buscar un mejor futuro en San José.
Su mamá le había dicho que ya no podía seguir costeando sus estudios y que si quería continuar preparándose académicamente, tenía que hacerlo por su cuenta. Lo que se le ocurrió fue viajar a la capital, donde vivía una de sus hermanas.
De San José no conocía mucho y al principio le costaba ubicarse, sin embargo, tenía claro que este era el mejor sitio para iniciar su “vida adulta”.
Lo primero que hizo al llegar fue enviar currículums a cuanto lugar le decían o se enteraba que buscaban empleados. A ella no le importaban mucho las funciones que le dieran, sino trabajar.
“En aquel tiempo no estábamos tan bien económicamente, por eso empecé a llenar currículums para lo que fuera y me acuerdo que me dijeron: ‘vaya a la Dos Pinos, ahí están contratando’. Entonces me fui al área de Personal y me dice el señor que me entrevistó: ‘en oficina, no tenemos’. ‘No importa’, le dije, ‘yo sé que soy bachiller, pero trabajo en lo que sea, lo que necesito es trabajar, ayudar a mi hermana, a mis papás’”, recordó.
La opción que le dieron fue entrar al departamento de Producción, específicamente a la planta de helados. Irma de inmediato dijo que sí y en cuestión de dos días ya estaba trabajando.
Al principio creyó que no lo iba a lograr, pues las máquinas se veían desafiantes y sus compañeras eran demasiado rápidas como para llevarles el ritmo.
“Estaba pollitica, entonces para mí ver esas máquinas y esas muchachas donde agarraban las cajitas y las tiraban muy rápido, era sorprendente. Yo decía: ‘No voy a poder a hacer eso’. Y los primeros días a mí me pusieron a empacar queque helado, pero yo las veía a ellas llenando cajas de helados y yo quería aprender y preguntaba que en qué momento me iban a mandar; luego decía: ‘Mejor no, seguro cuando me manden voy a hacer un reguero de aquellos’”, contó entre risas.
Al poco tiempo agarró el ritmo y se convirtió en una más de las ágiles empacadoras de la planta de helados.
Ocho meses después, ella solicitó un traslado pues en aquel tiempo la demanda de productos obligaba a hacer jornadas de casi 12 horas y eso le impedía estudiar.
El jefe valoró su caso y la trasladó a la planta de natilla, en la que iba a poder trabajar de 6 a. m. a 3 p. m. Allí todo iba a ser más sencillo, pues ya sabía cómo funcionaba la producción.
Ocho meses después quedó disponible una plaza de secretariado en el área de laboratorio e Irma la solicitó. Para ese entonces ya estaba estudiando secretariado ejecutivo y esta era una oportunidad para comenzar a trabajar en lo que estudiaba.
Un par de años más tarde, le dieron la oportunidad de trabajar en el mismo puesto pero en la Dirección Financiera, cargo en el que ya lleva más de 25 años.
“Me dieron la oportunidad de crecer. Yo les digo a mis hijos que a ellos les corre leche por las venas porque ya son muchos años y está empresa me ha dado todo. Cuando yo entré yo decía: ‘Voy a trabajar un tiempito, pero ahorita me voy’. Si a mí me hubieran dicho que yo iba a trabajar más de 37 años en Dos Pinos, yo hubiera dicho que jamás, porque yo quería crecer. Lo que no sabía era que aquí me iban a dar la oportunidad”, afirmó.
Irma asegura que sus hijos Shirley, Jorge y Daniela Porras Lemaitre pudieron estudiar y desarrollarse gracias a su trabajo en esta compañía, que además le facilitaba “los heladitos” que les pedían en la escuela para las fiestas.
Hoy, con 38 años de trabajar allí, la secretaria de 56 años se siente agradecida por su trabajo de toda la vida, con el que incluso se pudo comprar su casa propia, en Heredia.
En números
- El 92% de las fincas de asociados a Dos Pinos son micro, pequeñas o medianas empresas.
- 1,4 millones de litros de leche recién ordeñada llegan por día a la Dos Pinos.
- Actualmente tiene más de 900 productos diferentes.
- Al año, la cooperativa compra aproximadamente 600 millones de litros de leche por ¢165.000 millones.
- Semanalmente se pagan más de ¢3.000 millones a todos los asociados y asociadas por la compra de leche.
- Al año se invierten $2 millones en innovación y hay un equipo de más de 25 personas detrás de ello.
- Cerca de 1.500 fincas venden su leche a la cooperativa.
- Tiene 17 heladerías La Estación.
Curiosidades
- La cooperativa inició en 1947 con una planta de concentrados para animales ubicada en Pavas y una bodega donde se distribuían estos productos.
- En 1952 lanzó la primera mantequilla. Este fue el primer producto que exportó a varios países de Centroamérica.
- Con latas y empaques que ya no se usan, se hacen láminas que se envían a los centros penales del Ministerio de Justicia donde los privados de libertad construyen pupitres para las escuelas.
- En diciembre de 1953 comenzó a funcionar la primera planta de helados.
- En mayo de 1952, Dos Pinos comercializó por primera vez la leche en botellas de vidrio en su planta de producción, ubicada en Barrio Luján.
- En febrero del 1966 se comercializó el primer yogur.
- Lula se ha convertido en toda una marca para la cooperativa. Ha pasado de ser un personaje infantil a una línea de productos para los niños.
- En el 2016, la cooperativa compró la marca Gallito.
Productos más icónicos, según Dos Pinos
- Leche Pinito
- Chocoleta
- Helado Krunchy
- Leche corta duración
- Jugo de naranja
- Helado Trits
- Queso crema
- Mantequilla Dos Pinos
- Natilla La granja
- Fresco leche