
Martha tiene un matrimonio perfecto, vive en un hogar hermoso y grande, tiene hijos y es feliz. Recuerda muy bien cuando se hizo novia de su esposo, cuando se comprometieron, el día que escogieron la casa donde iban a vivir y, por supuesto, el día de su boda.
Si un día no le gusta que su casa sea de un solo piso, la cambia y le pone dos. Si otra vez en lugar de tener dos hijos, quiere que sean tres, es cuestión de pensarlo y llega un nuevo retoño. Si en una ocasión cree que su esposo quizá se vea mejor con una contextura diferente, ella lo visualiza así.
Martha vive una fantasía constante. Ella básicamente sueña despierta, imagina escenarios felices y positivos, ganadores, donde cumple metas y se aleja por ratos de la realidad que no es muchas veces como ella quisiera. Maneja a su antojo la película que se desarrolla en su mente, le pone pausa en las noches cuando va a dormir y le da play a la mañana siguiente.
Otro día se imagina siendo una nadadora campeona nacional. Guarda con orgullo sus medallas como recuerdo de todos sus logros. Tiene un físico de deportista envidiable. Una vez más, vive una fantasía llena de positivismo y que la hace feliz.
Pero esta adrenalina provocada por la alegría se le acaba cuando recuerda de repente que está sentada frente a la computadora trabajando o cuando se percata de que estaba cocinando la cena y no sabe si le echó sal o no a la comida.
Martha afirma que vive a diario con un trastorno llamado ensoñación excesiva (también ensoñación inadaptada o fantasía compulsiva), término acuñado por el médico israelí Eliezer Somer en el año 2002 luego de que le realizó estudios a un grupo de pacientes que de manera regular se escapaban de la realidad soñando despiertos.

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Somer, profesor de la profesor de Psicología Clínica en la Universidad de Haifa, Israel, definió así a las personas que fantasean demasiado, tanto que esta práctica (muchas veces inconsciente) puede afectar la normalidad de sus vidas.
Aún el término y el síndrome están en estudios para considerarlos como una afectación de la salud mental, pero mientras tanto, algunos estudiosos del tema lo ilustran con las fantasías que vivió Alicia en El país de las Maravillas, esas que son tan fuertes y reales que pueden provocar sentimientos muy profundos.
Martha, una educadora de 45 años, soltera y sin hijos, ha vivido recientemente un aumento considerable en su ensoñación excesiva. Ella cree que el encierro por causa de la pandemia, así como varias situaciones personales, familiares y de trabajo, provocan que su mente busque un escape en lo que para ella son sueños inalcanzables.
“Soy consciente de que toda mi vida he fantaseado, desde la infancia. Recuerdo que imaginaba cosas muy fantásticas, que tenía una vida mucho más aventurera y eso se convertía en juegos cuando era niña. Durante la adolescencia no recuerdo mucho si fantaseaba tanto, pero ahora en la vida adulta tal vez debido a diferentes frustraciones y momentos difíciles a nivel personal y familiar empecé a refugiarme mucho en estas fantasías de nuevo”, explicó Martha, a quien le respetamos su decisión de no brindar su nombre real ya que afirma que esta es la primera vez que habla con alguien respecto de su ensoñación excesiva.
“Recuerdo que me encantaba inventar esas cosas, pero también que sin estar jugando imaginaba que estaba en otro lugar y era más popular y sociable, que era el centro de atención. Era yo en versión mejorada y se relacionaba mucho con lo que veía en la televisión, entonces también había fantasías en las que era como un personaje de la televisión que interactuaba con otros personajes”, explicó.
Esta mujer cuenta que incluso asistió a tratamiento con dos psicólogos por otro tipo de situaciones y que ni a ellos les comentó sobre sus fantasías, porque hasta hace poco tiempo, cuando empezaron a ser más intensas y frecuentes, descubrió que podía ser una especie de trastorno que tiene que ver con la salud mental. Martha buscó en Internet información y dio con la investigación del doctor Somer.
Ella se define como una persona extrovertida, pero con un círculo social muy reducido que también se ha visto afectado por el distanciamiento obligatorio durante esta emergencia sanitaria. “Con la pandemia se ha aumentado la rutina en mi vida. Todos los días es lo mismo: me levanto a la misma hora, trabajo, hago algo para almorzar, descanso un poco y en la noche duermo. Al día siguiente es exactamente lo mismo”, explicó.
La ansiedad, el cansancio, la rutina, la tristeza y también la depresión han estado muy presentes en su vida durante los últimos meses, es por esto que ella cree que sus fantasías también aumentaron tanto así que de estar pensando en esas historias fantásticas o soñando despierta se le han disparado los dolores de cabeza; eso sin contar con la tristeza en la que cae cuando vuelve a la realidad y se da cuenta de que lo que estaba pasando en su cabeza no es verdad.
En este aspecto la psicóloga costarricense María Esther Flores explica que la pandemia ha provocado que como seres humanos busquemos diferentes maneras de supervivencia y una de ellas puede ser este tipo escape de la realidad.
“En el momento en que se nos dijo que nos encerráramos porque podíamos morir se crea un pánico que no todos muestran explícitamente, pero se queda en el inconsciente. Como especie humana buscamos capacidades de superviviencia, primero físicas como la alimentación, luego para cubrir otras necesidades. Tenemos mecanismos de defensa: unos escriben, otros cantan, otros sueñan con situaciones positivas o un mundo feliz”, comentó la especialista.
Abuso negativo
“Soñar despierto no compone signo alguno de patología ni tiene por qué impactar negativamente en nuestro normal funcionamiento. Es algo que hacemos todos y todas mientras desarrollamos tareas rutinarias o automáticas. Idear escenarios e interactuar con estos puede ser una fuente de placer e ilusión, potencia nuestra capacidad creativa e intelectual y puede ser útil para la reflexión, el establecimiento de metas o la resolución de conflictos”, explicó el psicólogo David Martín Escudero en su blog publicado en el periódico The Huffington Post.
Martha cuenta que hace un tiempo intentó no dejarse llevar tanto por las fantasías y las suprimía, pero llegó un momento de tal tristeza por la falta que le hacía ver su vida de una manera diferente que tomó la decisión de dejarse llevar y seguir soñando despierta.
Lo negativo se supone cuando se da el abuso de las fantasías, cuando ellas superan las ganas de volver a la vida normal. De acuerdo con una publicación del periódico español La Vanguardia, basada en los estudios de Somer, el límite entre que soñar despierto entrañe o no un desorden mental depende entre otras cosas del tiempo que la persona emplee en hacerlo.
Si las fantasías se realizan durante la mitad del tiempo que pasamos despiertos o más, podría tratarse de un trastorno.
“En el ejemplo de esta mujer cuando fantasea con una vida de hogar y un matrimonio feliz, está relacionado a nuestra adolescencia cuando las hormonas, la libido y la sensualidad nos provocan ese tipo de ensoñación; pero en la adolescencia lo vemos a futuro. Cuando llegamos a los 20 años o más es cuando entramos en el principio de realidad que explica Sigmund Freud, donde empiezan los conflictos entre el esfuerzo por lograr esa metas y que ya la ensoñación no existe como tal, sino como objetivos”, explicó Flores.
Freud afirma, según la especialista, que cuando en edades avanzadas hay una ensoñación exagerada es un mecanismo de compensación porque en la vida presente hay una privación de algo en el individuo, ese conflicto subyacente no resuelto hace que surja la fantasía.

“En principio del todo no está mal cuando pasamos de esa compensación a la ley de la atracción; pero cuando cambia a ser una obsesión que promueve una frustración porque el sueño no se cumple, se generan la ansiedad y la tristeza”, agregó la psicóloga.
A Martha las fantasías le han afectado su desarrollo laboral. Ella afirma que pierde mucho tiempo productivo y que su rendimiento está bastante bajo porque se ocupa en vivir otra realidad.
“No se tiene solo una fantasía a la vez, pueden ser varias y algunas se dejan de lado por un tiempo y se retoman, se reconstruyen, se mejoran, se cambian detalles”, explicó Martha.
Además, asegura que en un mismo día se puede fantasear con varias historias diferentes. “A mí hasta me ha pasado que se me confunden personajes de una fantasía con otra y a ratos no sé ni qué estoy pensando”; reveló que esto le sucede cuando tiene periodos de ensoñación muy fuertes.
“Nada tiene que ver con un trastorno psicótico, el soñador siempre es capaz de distinguir entre realidad e imaginación. En el proceso, la persona prioriza su mundo íntimo y descuida sus relaciones afectivas, sociales, académicas o laborales, incluso llegando a tener un impacto negativo en necesidades básicas como sueño, alimentación e higiene”, agregó Martín Escudero en su publicación en The Huffington Post.
Otro de los problemas que puede suscitar el exceso de ensoñación son los sentimientos negativos cuando se vuelve a la realidad y, para evitarlos, se permite a la mente volver a ellos cuantas veces sea y el tiempo que sea.
“Es un placer muy grande. Me sorprendí mucho cuando vi que es como una droga mental que está totalmente disponible, que no la tengo que comprar; el problema es que llega al punto en que no lo controlo y mi cabeza está llena de imágenes, de personajes, de diálogos y relaciones con ellos”, agregó Martha.
Características
Los estudios que menciona La Vanguardia afirman que hay varias características que identifican a las personas con ensoñación excesiva.
Algunas de las más representativas son tener fantasías muy elaboradas e incluso inmersivas, establecer algún tipo de relación con los personajes que fantaseamos, expresar emociones (como llorar o reír) e incluso hablar durante las ensoñaciones, que las fantasías afecten la capacidad de atención y que interfieran en la vida cotidiana al punto de preferir fantasear que vivir.
Hay, además, circunstancias, entornos y situaciones que pueden provocar o alimentar las fantasías. Algunas de ellas pueden ser las películas, la música, los libros e incluso obras de arte.
Martha cuenta que para ella existen dos tipos de fantasías. Las primeras son las que podrían ser realidad como conseguir un mejor trabajo o una relacioń sentimental estable, y las exageradas que conciernen a situaciones que difícilmente podrían suceder, como conocer a personajes muy famosos.
La ensoñación excesiva podría estar relacionada incluso con trastornos como el déficit atencional o hábitos como la procrastinación, así como al uso excesivo de aparatos tecnológicos como los teléfonos celulares o las computadoras; estos factores pueden afectar la concentración de las personas y desviarlas hacia espacios mucho más satisfactorios para ellos quizás mientras están pasando por alguna situación negativa o que les provoque tristeza.
En el caso de Martha, ella ha buscado apoyo en grupos de personas que comparten su situación. Logró unirse a uno por medio de una página de Facebook y ha estudiado bibliografía relacionada con la ensoñación excesiva.
La doctora Flores explica que las fantasías son buenas en medida de que no afecten nuestra vida normal y que cuando una persona empiece a notar que soñar despierto ocupa mucho tiempo del quehacer diario y que emocionalmente afecte sus sentimientos, lo maś recomendable es buscar la ayuda de un profesional en salud mental para dirigir de manera correcta esta situación.
