Otros países del mundo llevaban varios meses de sufrimiento por la pandemia cuando en Costa Rica, el 6 de marzo del 2020, se confirmó que había una persona con coronavirus. Natalia, una chica que está en sus 20, ya sufría por el estrés de lo que ocurría en el mundo, a miles de kilómetros de su burbuja. Tres días después de que la covid-19 se detectó en el país, todo se volvió peor para ella.
Esta chica, a quién protegemos su identidad, manifestó una serie de síntomas que la hicieron creer que estaba contagiada: alta temperatura e indicios de una gripe le “aseguraron” de que se había enfermado. Mientras aterrorizada creía que el virus acabaría con su vida, un trastorno de ansiedad se le detonó. Al igual que ella, a muchos miembros de la sociedad costarricense.
El temor por contagiarse, que un familiar se enferme y muera, la incertidumbre de no saber qué pasará con el trabajo, la afectación en la economía y el hecho de no poder controlar lo que estaba sucediendo, son parte de miedos que comparten pacientes en los servicios de Psicología de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Ellos, quienes han llegado con diversos síntomas que se detallarán más adelante, han salido del consultorio con un diagnóstico: trastorno por estrés y ansiedad que han sido, en muchos casos, detonados o exacerbados por los estragos del coronavirus.
Marta Vindas, la coordinadora nacional de Psicología de la CCSS, explicó el incremento en el número de personas enfermas por estrés o ansiedad. “Desde que se declaró la emergencia sanitaria nacional por covid-19 en Costa Rica a partir de marzo del 2020, se pudo detectar un aumento en un 21.33% de los diagnósticos relacionados con trastornos por estrés y ansiedad derivados de las consultas realizadas a personas usuarias que solicitaron atención en los servicios de Psicología de la Caja (el porcentaje del año 2020 se calcula respecto al del año 2019)”.
En números esto significa que entre marzo y diciembre del 2019 en estos servicios los diagnósticos relacionados con trastornos de estrés y ansiedad fueron 48.414, mientras que para el mismo periodo del 2020 el número creció a 61.540.
Natalia da voz a estos números.
Miedo, ansiedad y culpa
A Natalia todo se le vino abajo. Cuando pensó que se había contagiado del coronavirus llegó a creer lo peor.
“Me dio un resfriado fatal y en ese tiempo no había mucha información, no se usaba mascarilla. Llegué a pensar que me quedaban horas de vida”, confía la muchacha.
Desde los 19 años, Natalia asiste a terapia psicológica porque presenta un trastorno límite de la personalidad y sufre de ataques de pánico, síntomas que con tratamiento y guía de especialistas ha sobrellevado.
Con la llegada de la pandemia siente que todo se complicó y la ansiedad apareció. La presión de estar en su hogar con una adulta mayor a quien le da terror contagiar, ha provocado que pase momentos difíciles.
“Soy una persona muy nerviosa y con la pandemia tuve que lidiar, además, con conflictos familiares. Estudio a distancia, pero antes de la pandemia me dieron una beca en la universidad, entonces tenía que ir a clases, interactuar con el profesor, bañarme y tomar el bus (...). Eso me hacía bien. Luego tomé una beca participativa de baile y fue otro plus, podía interactuar con otras personas y me sentía bien. Pero cuatro semanas después apareció el primer caso de coronavirus y cerraron la universidad”.
Marzo y abril fueron pesados para Natalia. “Me costaba comer, dormir, la U se me volvió cansada, llevaba cinco materias. Las personas morían, había cada vez más casos, la gente no hacía caso, no podíamos salir a la calle. Era como estar en una película de terror. Era meterse a la casa y no poder salir. Se volvió muy agobiante. Me sentía como una hormiguita cargando una piedra. A esto se sumó que el psiquiatra no atendía en Acotar (Asociación de Trastornos Anímicos Recurrentes) donde recibo terapia; tuvieron que cerrar y pensé que tenía que salir de lo que estaba sintiendo sola”.
Natalia intentó sentirse mejor, pero poco después le alertaron que una amiga suya había sido abusada sexualmente y luego asesinada. Lamenta que la noticia de aquella muchacha no se volvió tan mediática “por el boom de la pandemia”.
“Muchas personas especulaban sobre qué había pasado. Hablaban de eso con morbo, querían saber cómo murió. Eso me alborotó demasiado la ansiedad y me dio demasiada tristeza porque murió y, aunado a eso, no podía consolar a mi mejor amigo que era familiar de ella porque por la pandemia no se podía salir. Lo único era saber que murió y hasta ahí. Por la pandemia no se puede hacer nada”, cuenta.
Mientras Natalia enfrentaba la tristeza de perder a su amiga y la incertidumbre por la pandemia, empezaron a aparecer las pesadillas y tras ellas el insomnio, taquicardia y dolores de pecho; perdió el apetito y las ganas de hacer lo que fuera.
“Una vez en mi casa hubo un conflicto porque un familiar hizo un comentario relacionado con mi amiga; además de eso yo ya estaba estresada y ansiosa por la pandemia, por las muertes de coronavirus, porque mandaban audios diciendo que andaban secuestrando muchachas. Yo era una bomba de tiempo y ese día estallé”.
Luego del episodio, Natalia pudo ir con su psiquiatra y a terapia. Pero en casa su abuela, una adulta mayor de 70 años estaba muy nerviosa por el coronavirus. La preocupación aumentaba porque la madre de Natalia trabaja en un centro médico.
“Mi abuela estaba nerviosa y agresiva (especialistas indican que un síntoma de la ansiedad es la irritabilidad). Luego a mi mamá la mandaron a cuarentena (porque compañeros se contagiaron, pero ella no) y no sabíamos si se iba a morir contagiada. Eran tantos los nervios con los que teníamos que lidiar. Se vuelve difícil. Yo no podía salir a tomar aire o a comerme un helado porque en mi casa me dejaban de hablar. Era estar encerradas todo el tiempo. Se volvió difícil. Si trataba de animar a mi abuela me gritaba”, narra Natalia, quien comenta que, poco después hubo mejoría porque su abuela fue valorada y medicada por la ansiedad que ella también estaba sufriendo.
A la fecha, Natalia admite que el estrés y la ansiedad continúan, pero que ella se enfoca en tratar de solucionarlo.
“A veces, con distintas situaciones de la vida uno como humano siente que se está ahogando y cuando eso pasa sale a correr o a comerse un helado con los amigos; con la pandemia todo se limitó y era como que en medio de ese ahogo te pusieran una bolsa encima de la cabeza. El temor siempre estaba, pero a veces se intensificaba: en mi barrio un muchacho de 35 años se contagió y él contagió a su mamá. Los dos murieron. Yo no quería que eso le pasara a mi abuela”, reitera la joven, quien en su ansiedad visualizaba y se angustiaba por un futuro incierto, en el que imaginaba cómo en el funeral de su abuela, sus tías llegaban a culparla.
De su vida de antes, Natalia no extraña salir a comer ese helado del que tanto habla, lo que más le hace falta es vivir sin sentir culpa.
“Saber que usted puede volver a su casa sin sentir miedo. Sentir esa libertad de que usted puede salir, hablar con alguien y llegar y dormir tranquilo sin contagiar a nadie. Tener paz”, confiesa Natalia, quien espera que este año se cumplan dos de sus anhelos: que a su abuela la vacunen contra la covid-19 y que ella pueda ingresar a estudiar al Instituto Tecnológico Costarricense.
La realidad de Natalia puede ser única, pero no lejana a la de personas que han pasado por periodos de ansiedad e incertidumbre durante esta pandemia. En este reportaje también conocerá el testimonio de Kryssia Zamora, de 51 años, quien padece de ansiedad desde los tres y que en estos meses ha visto su vida alterada y se ha enfrentado con temores que creía había superado.
También el de Elena Monge, de 22 años, quien narra cómo este trastorno se ha exacerbado a lo largo de la cuarentena.
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El trastorno de la ansiedad: así se siente
Alteraciones de sueño, en la atención y concentración, así como en la alimentación son síntomas que se asocian con el trastorno de la ansiedad. También hay manifestaciones somáticas como gastritis, cefaleas y alergias, explica la psicóloga Marta Vindas.
A ellos se pueden unir otros, pero antes de mencionarlos hay que conocer mejor la ansiedad y los tipos que existen.
La psiquiatra Carolina Montoya, directora general del hospital psiquiátrico Roberto Chacón Paut, lo explica.
“(...) Es importante mencionar que hay ansiedad normal y hay ansiedad patológica o que se considera enfermedad.
“La ansiedad normal es la que surge en respuesta a una causa visible, justificable y que después de que se retira la causa, los síntomas de la ansiedad desaparecen. Es lo que se conoce también como miedo y que es normal porque es la respuesta del cuerpo para prepararse ante algún peligro. Esa respuesta tiene que ser medida en el tiempo. Aparece en un efecto causal, no interrumpe el funcionamiento normal de la persona, se quita el causante y la ansiedad desaparece”, indica.
La especialista continúa: “Cuando estos síntomas se dan sin agente causal identificable y se prolonga en el tiempo o afecta el funcionamiento normal (lo que la persona hace en la vida cotidiana) se conoce como ansiedad patológica. Ahí hay una serie de trastornos que podríamos hablar que, dependiendo de los síntomas principales o dependiendo de las manifestaciones de esta ansiedad en psiquiatría, le ponemos uno u otro nombre.
“En el caso del coronavirus si bien existe un agente causal identificable que es la aparición de la pandemia y consecuentemente una serie de situaciones que afectan a algunas personas porque hay grupos que están con aumento de ansiedad debido a la exposición al virus, hay grupos que tienen ansiedad debido a la pérdida del empleo. Todos tienen agente causal que se ha mantenido en el tiempo; sin embargo, el organismos no ha sido capaz de volver a la normalidad. Entonces, cuando los síntomas se prolongan en el tiempo es cuando se considera patológico. Lo que hemos visto durante este periodo de pandemia es que cada vez son más frecuentes las consultas por trastornos ansiosos”.
Montoya indica que un trastorno frecuente es el trastorno de ansiedad generalizada. “(Ocurre) cuando la persona experimenta de manera sostenida la sensación de angustia, de miedo. La gente la llama nervios permanentes, se asocian alteraciones del sueño, generalmente dificultad para dormir o para mantener sueño reparador durante la noche, trastornos de la alimentación que en su mayoría lo que hace a la persona es comer más de lo habitual para saciar la ansiedad.
”Trastornos a nivel motor, entonces no se pueden quedar queditos, hay sensación de inquietud, de mantenerse en una actividad constante y otros síntomas asociados a estos que son los que llamamos somáticos: dolor de cabeza, trastornos de estómago y colon, manifestaciones a nivel de la piel, palpitaciones, sudoración, que son síntomas físicos que asocian a la ansiedad y que se manifiestan la mayor parte del tiempo”, detalla.
Adicionalmente, comenta que a raíz de la pandemia se han manifestado trastornos de adaptación (suceden más en las personas que han visto afectado su trabajo, su ingreso económico, que han visto a familiares o que ellos mismos se han enfermado de coronavirus) y el estrés postrauma (después de un evento relacionado con coronavirus sea enfermedad propia de la persona o trabajar con personas que se han enfermado, la persona empieza a tener ansiedad anticipatoria, eso significa que antes de enfrentarse a la situación ya la persona está pensando en lo que le va a pasar, lo que le genera todos los síntomas ansiosos).
Cuando se habla de ansiedad también es usual mencionar los ataques de pánico. La psicóloga Marta Vindas comenta que estos se presentan cuando se desborda la sintomatología ansiosa.
“Ahí entro en estado de descontrol que son palpitaciones, esa sensación de falta de aire, sentir que me estoy ahogando; puede haber sudoración y náuseas”, indica Vindas.
La psiquiatra añade: “Es como un gran pico de ansiedad que suele bajar en pocos minutos, pero la sensación de muerte es tan fea que hace que las personas eviten las situaciones en las que le puede dar. Y es ahí donde se convierte en trastorno de pánico. La persona evita salir de la casa e ir a ciertos lugares”.
“Sentía un temor terrible de estar enferma”
Para este artículo ningún caballero quiso hablar de su vivencia, ni siquiera protegiendo su identidad. Kryssia Zamora, quien padece de ansiedad desde los tres años, es parte de un grupo de Whatsapp en el que hablan de sus experiencias con la enfermedad y cuenta que a muchos de los hombres que participan de esta charla virtual les cuesta hablar de este tema.
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La casa de Kryssia es su lugar seguro. En tiempos de pandemia, para ella no ha sido difícil confinarse. Allí se siente bien, no como cuando se montaba en un bus o cada vez que tenía que subir al cuarto piso de la universidad a hacer un examen, pues sentía vértigo y palpitaciones. La voz de esta mujer se entrecorta cuando recuerda que, por la ansiedad, tuvo que salirse en el segundo año de la carrera de Nutrición hace más de 30 años.
Hoy acumula tres décadas trabajando como secretaria en el sector público. Al inicio buscó un empleo que le quedara cerca para desplazarse caminando y evitar el transporte público. Con terapia y medicamentos fue dejando atrás todos esos temores; sin embargo, cuenta, la llegada al país del coronavirus exacerbó la ansiedad que por años ha tenido controlada.
“Cuando empezó yo comencé a sentir miedo cuando estaba afuera, me daban palpitaciones, susto, esa cosa de que que me voy a enfermar, a morir. En mi casa nunca me daba ansiedad. Lo que hice fue informarme. Veía la conferencia de mediodía. Ahora prefiero no verlas”, comenta.
Kryssia tomó sus herramientas y eligió sobrellevar la situación. Acató todas las medidas que instauró el Ministerio de Salud y, aunque ha sabido lo que es que le digan que cae en la paranoia, ella se acoge a “las reglas estrictas de los especialistas”.
“Al principio de la pandemia sentía un temor terrible de estar enferma y me daban ataques de ansiedad. Con el tiempo de estar oyendo la reeducación que nos daban los doctores en noticias, uno va agarrando herramientas para poderlo sobrellevar. A mí me fue bajando la ansiedad. En mí estaba cuidarme y protegerme. Si fuera en bus me da ansiedad, ahora me recogen”, cuenta Kryssia, madre de dos hijos, y quien debe trabajar presencialmente en su oficina tres veces por semana. Allí tiene un estricto protocolo para mantener distancia con los usuarios que llegan.
Tiene bajo llave sus artículos personales e implementos de oficina. De su mesa no se separa el gel antibaceterial y almuerza sola. Es firme: los convivios con compañeras y amigas, por ahora, se cancelaron. Eso le da paz.
“He aprendido a valorar mi espacio, mi compañía, a valorarme yo. A no depender de nadie. Por la misma ansiedad, me he puesto un chip que me ha hecho distanciarme de los demás. Ando sola para cuidarme. Si salgo le digo a la gente lo de la distancia, que respete la marca. Para uno que es ansioso es mejor si se tiene menos contacto con gente, con buses. Por la misma pandemia dejé de ir a San José, ya por la ansiedad evitaba hacerlo”, revela Kryssia, quien extraña terriblemente los conciertos y almuerzos con amigas. La pandemia hizo que se pospusiera un viaje a Estados Unidos, durante el cual asistiría, junto a su hijo, al concierto de la banda Rammstein.
Kryssia, quien con cierta gracia cuenta que durante un periodo pasaba oliendo desinfectante todo el día para asegurarse que no había perdido su olfato (la carencia de ese sentido es uno de los síntomas del coronavirus), lamenta algo más que no poder ir a ver a su grupo musical favorito. Durante la pandemia su mamá, de 78 años, sufrió una fractura de cadera. La adulta mayor vive en Liberia y por temas de distanciamiento social, Kryssia no pudo irla a asistir.
“Eso me generó mucha ansiedad y angustia. Mis dos hermanos, que viven allá, fueron quienes a brincos y saltos tuvieron que atenderla y ayudarla en su recuperación. Una hermana tuvo que sacar vacaciones, fue un sacrificio grande porque ella vive a tres kilómetros de donde mi mamá. Eso me dio angustia, pesar y ansiedad que por el tema de covid en la parte familiar me he tenido que alejar, más en tiempos donde mi mamá necesitaba de mi atención como hija”, dice Kryssia. Ella mantiene la esperanza de poder ver pronto a su mamá. Hace muchos meses que no lo hace.
“He estado estable, pero me cuesta agarrar energía y motivación”
Elena Monge, de 22 años, describe el 2020 como “un año particularmente denso a nivel de caos social”. Además del coronavirus, otras situaciones personales contribuyeron a que se le desarrollara un trastorno de ansiedad. Al igual que Natalia y Kryssia, ella decidió hablar para apoyar a otras personas que están pasando por procesos similares.
“Siento que esas situaciones siempre una las vive y le afectan. Ahora peor porque siento que no puedo hacer mucho al respecto porque no se puede salir; uno pasa viendo noticias, viendo el caos, viendo la desigualdad y los feminicidios que han sido bastante fuertes y eso siempre duele”, cuenta Elena, quien desde su cuenta de instagram @Maquillistafeminista habla de sus sentimientos, lo que permite que otras personas sepan que no están solas.
Elena es estudiante universitaria y maquillista. Confiesa que en este periodo de pandemia ha tenido altibajos. “En general he estado estable pero siempre tengo días difíciles en los que me cuesta agarrar energía y motivación”, manifiesta Elena, quien tiene un diagnóstico por trastorno bipolar.
“No es que no me acompaña la ansiedad. Ha sido todo un proceso. Más que desde hace un año voy a terapia una vez a la semana. Se había suspendido, me quedé un poco desamparada”, agrega.
El confinamiento, la incertidumbre y el temor por contagiarse de coronavirus y luego enfermar a su bisabuela, han provocado que ella tenga dificultades para conciliar el sueño y sienta como repentinamente se le acelera el corazón.
“Ante eso lo que hago es tomar medicamentos y trato de hacerme tecito tranquilo”, cuenta.
De su vida antes de la pandemia extraña a sus personas cercanas y a las clientas a las que maquillaba.
“Siento que al empezar la pandemia tuve que separarme de redes de apoyo importantes como mis amigas; con mi novio que nos ha costado mantener el tiempo que teníamos antes, entonces creo que eso me ha afectado el no poder ver esas personas cercanas que suelen ser un apoyo emocional importante.
”Como maquillista no volví a atender clientas. Antes daba talleres de automaquillaje presenciales y eso se suspendió. Mi vida como estudiante cambió, el ir a clases y prestar atención es importante en la parte del proceso, cuando todo se traslada a la virtualidad uno se siente desconectado de lo que pasa. Me ha costado conectarme. Se me ha hecho difícil asistir”, menciona.
Elena es asmática y cada vez que siente un ligero resfriado, piensa que se contagió (como le pasa a muchas personas). Para cuidarse evita salir. En su casa se siente resguardada.
“Lo que más miedo me da es ser yo la que contagie específicamente a mi bisabuela. Me cuido porque me gusta visitarla. Me gusta hacerlo, pero me acompaña ese miedo. Eso me aterra y creo que influye con el tema de la ansiedad”, confiesa Elena, a quien puede seguir en su cuenta de Instagram, espacio en el que habla sin estigmas de salud mental con el fin de crear empatía.
“Es comprensible”
La psicóloga de la CCSS, Marta Vindas dice que la ansiedad es un trastorno comprensible; si usted ha atravesado momentos difíciles y ha tenido síntomas como los mencionados a lo largo de este texto, no debe sentirse débil o culpable.
“Es comprensible y válido que nos pase y aumente el estado emocional de nuestra realidad, puesto que se vio afectada la cotidianidad, la forma en la que tenemos que enfrentar cosas, el temor de perder trabajo, de tener la enfermedad, que se contamine un familiar y no saber cuál será su diagnóstico. Se generan temores y mucha angustia. Es válido que ocurra, es parte de la cotidianidad en este momento”, explica Vindas.
La especialista prioriza que es esencial buscar ayuda desde el primer momento en el que aparecen los síntomas del trastorno de ansiedad.
“Si no atacamos el síntoma cuando inicia, cada día va a ir creciendo. Los trastornos de ansiedad y la adaptación al estrés tienen esa característica. Si no paramos esa neuroconexión, como decimos nosotros, sino detenemos o no disminuimos el síntoma vamos a generar que estos síntomas vayan cada día sumándose y aumentando más la intensidad. Va a llegar un momento en el que no lo voy a poder controlar, se me va a desbordar el síntoma y voy a dejar de ser funcional. Es muy importante hacer conciencia. Pierdo esa funcionalidad y llega ese temor de salir, llega ese disgusto general de no querer hacer las cosas, luego no querer levantarme, no querer trabajar, sentir pesadez emocional y física, eso hace que si no atiendo a tiempo la ansiedad me vuelvo disfuncional”, advierte.
La psicóloga enfatiza que las personas pueden acudir al Ebais o clínica más cercana para que le atiendan “toda alteración en trastornos mentales y de comportamiento que tenga asociada con esta realidad”.
“La Caja juega un papel importante desde el primer nivel de salud (...). Venimos haciéndole frente a muchas otras cosas y nos enfrentamos a esta nueva realidad que acumula niveles de estrés, de tensión, pues toda esta sintomatología, todas estas sensaciones y temores se van a incrementar.
”No es nada malo, es válido, es comprensible que las personas estemos sintiendo todas estas emociones en esta realidad y que no necesariamente tenemos que enfrentarlo solo o que tengamos angustia de no saber cómo enfrentarlo, cómo asumirlo, sino que recurrir a los profesionales para que los orienten más con estrategias más sanas, más saludables de cómo ayudarme a mí mismo y cómo ayudar a mi familia. Es muy válido buscar ayuda y resolver de una forma más sana y saludable”.
Así se puede prevenir la ansiedad
La psiquiatra Carolina Montoya destacó lo primordial, que es cuidar la salud mental. Ella recomienda que las personas deben asegurarse de dormir satisfactoriamente y generar tiempo para el cuidado de la salud mental; con esto se refiere a destinar cierto periodo al día (lo que usted pueda) para realizar actividades que le generen placer.
“Cada uno puede identificarlas: desde cocinar, leer, salir a caminar, correr, dibujar u oír música. Cada uno sabe de esas actividades que le generan placer. Todos los días hay que sacar un mínimo de tiempo para realizar esa actividad. Eso modifica el sistema neurológico y ayuda a paliar los síntomas de ansiedad. Esa es la estrategia principal”, explicó la doctora, quien añade a la lista la importancia de tener una alimentación saludable y realizar alguna práctica relacionada con la relajación.
Conociendo la ansiedad
La psiquiatra Carolina Montoya contestó las siguientes preguntas relacionadas con la ansiedad.
Hay creencias alrededor de este tipo de trastornos mentales que dicen que de esto “se puede salir solo”. ¿Por qué es importante recibir atención de especialistas?
La ansiedad, al igual que la mayoría de los trastornos mentales, es como una creencia popular de que la persona puede sola. Que es una cuestión de empoderarse y de que si uno solito hace la fuerza va a mejorar; eso no es cierto. Si bien estamos hablando que el coronavirus ha disparado los trastornos de ansiedad, hay una base bioquímica a nivel neurológico. Es necesario, para cuando este trastorno ya afecta el funcionamiento de la persona, el apoyo que inicia desde el abordaje psicoterapéutico y psicológico y de ahí puede recurrir y necesitar la parte farmacológica. Entre más rápido se alivien los síntomas menos consecuencias va a tener en la vida de la persona. Por eso siempre motivamos a que busque ayuda y que la busque pronto.
”No todos requieren medicación a largo plazo pero sí es importante aliviar a corto plazo esos síntomas que generan incomodidad. Por ejemplo, si la persona tiene todo esto asociado a trastorno de sueño, mientras se trabaja en psicoterapia se puede ayudar durante un tiempo con un tratamiento que lo ayude a dormir. Una vez que la persona logra conciliar el sueño dos tres noches de manera satisfactoria, evidentemente su estado de ánimo va a mejorar. Siempre la recomendación, independientemente de la causa o del trastorno de ansiedad que tenga, es que la persona pues busque apoyo, ayuda y la CCSS ha intentado en medio de todo el reto que significa atender coronavirus en todas sus dimensiones, tener oferta para las personas que se ven afectadas su salud mental”.
¿Siempre va a ser necesario el tratamiento farmacológico?
En el 100% de los casos no, pero sí se intenta poder aliviar los síntomas por cortos periodos de tiempo. Hay muchas personas que tienen factores de resiliencia que son intrínsecos de la persona que les permite afrontar las situaciones difíciles de la vida, afrontar las afectaciones a su salud mental, sacar recursos internos para salir adelante; eso no es la mayoría de las personas. Ellos podrían salir con psicoterapia, pero hay otro grupo que necesita del apoyo farmacológico temporal para el alivio de los síntomas. Si no se alivian de forma pronta se vuelve círculo vicioso, porque entre más síntomas más pienso que algo tengo y más ansiedad me genera.
¿Cómo puedo darme cuenta de que estoy en un episodio ansioso?
A todas las personas nos enseñan por todos los medios estrategas de conocimiento y autocuidado en otras patologías (...). Con las enfermedades mentales no sucede lo mismo porque no nos enseñan a conocernos, no nos enseñan a hacer ese testeo para saber cuál es nuestra situación, nuestro estado de ánimo.
(Los síntomas) suelen pasar desapercibidos o (pensamos) que son situaciones normales... ¡no lo son! Hablamos de trastornos cuando este tipo de síntomas empieza a afectar el funcionamiento normal de la persona (cuando comienza a comer entre comidas de manera compulsiva por varios días, por ejemplo) (...) y esto afecta el funcionamiento diario. Si a eso le asocio que en la misma semana estoy durmiendo menos horas o que a pesar de que duermo me despierto con la sensación de no haber dormido porque estuve despertándome varias veces en la noche y tengo sensación extraña en el pecho, ya hay una serie de síntomas asociados que hablan de la ansiedad.