Desde setiembre del año pasado vivo en Europa por mi maestría, el FIFA Master (Master Internacional en Gestión, Derecho y Humanidades del Deporte). Por la forma en que está diseñada la maestría, somos nómadas: vivimos 3 meses en Leicester, Inglaterra; 3 meses en Milán, Italia; y 4 meses en Neuchâtel, Suiza.
Mi módulo en Milán se vio interrumpido por el covid-19. La primera semana la universidad cerró, pero mi programa instauró clases en línea de inmediato. Fueron como unas vacaciones (error número 1). La vida seguía normal, excepto porque algunas personas usaban mascarillas.
Pese a que en casa las noticias eran muy alarmantes, yo no viví ninguna escasez. Iba a al supermercado con normalidad y encontraba todo lo necesario. Lo más duro era tratar de calmar a la familia y asegurarles que todo estaba bien. Para ese momento creía que todo era una exageración por una “simple gripe” (error número 2).
No obstante, la siguiente semana la universidad permaneció cerrada y mis compañeros europeos empezaron a hablar sobre regresar a sus países (sencillo para ellos que pueden conseguir tiquetes aéreos o trenes por unos €30, realidad completamente diferente para esta tica).
A finales de esa semana, el gobierno italiano declaró cuarentena en toda la región de Lombardía.
En cuestión de una hora empaqué mis cosas y me fui al aeropuerto sin destino fijo, el objetivo era salir de Milán a cómo diera lugar.
Terminé en Madrid, en el sillón de la sala de mi mejor amiga, Aurora Solís. Ahí estuve por una semana hasta que el gobierno español decretó estado de emergencia. Pese al cierre de colegios y universidades y las directrices del gobierno, los madrileños mantuvieron su mismo ritmo de vida (error idéntico al que cometieron en Italia).
En Madrid sí tuve la vivencia de los supermercados en pánico. Góndolas vacías, filas eternas y la falta de papel higiénico. Para este punto mi maestría seguía con clases virtuales, hasta que Suiza cerró sus fronteras y ya no podríamos ingresar para el tercer y último módulo.
El correo que recibimos diciéndonos que lo mejor era regresar a casa fue un golpe muy duro. Creo que no había entendido la magnitud de la situación hasta que decidieron enviar de regreso a 32 personas de 28 nacionalidades diferentes.
Así fue como regresé a Costa Rica, con un sabor agridulce por la forma en la que volví pero emocionada por ver a mi familia y amigos (error número 3).
Poco sabía yo que al día siguiente el presidente Carlos Alvarado iba a decretar estado de emergencia acá también.
La Costa Rica que dejé, hace seis meses es tan diferente a la que llegué...
Me queda una semana más de un aislamiento de 14 días para poder ir a casa y ahí continuar con la cuarentena instaurada por el gobierno. Solo me resta pedirles a los costarricenses que se queden en casa.
Las medidas tomadas pueden parecer drásticas, pero cuánto daría yo porque en Italia las hubieran tomado más pronto.
Este virus no es jugando, lo digo con conocimiento de causa. Huí de dos países en cuestión de una semana. Nuestros números aún no se asemejan a los de Italia o España y espero que no tengamos que llegar a ellos para empezar a tomarnos en serio esta situación.