Actos hay, de violencia, que activan de inmediato el fuego de nuestra indignación: un anciano vapuleado en la vía pública, un bebé arrojado a un basural, una persona baleada por no entregar su celular.
La esencia de todos estos actos de violencia es la voluntad de dañar. La violencia es daño deliberado, o amenaza de daño, a fin de someter a alguien para que haga lo que no desea.
Los actos de violencia que nos indignan tienen la inmensa ventaja, para sus víctimas, de que generan una reacción de solidaridad y nos mueven a detener la injusticia. Los actos de violencia que no consideramos como tales, que vemos como normales e inevitables, tienen la inmensa desventaja, para sus víctimas, de que generan indiferencia, con lo que tácitamente las inculpan del daño que reciben y logran, muchas veces, que incluso ellas se consideren a sí mismas culpables.
Cuando alguien viola a una mujer y se le achaca a la forma en que viste; cuando un marido dispone de los bienes alcanzados con el esfuerzo de los dos; cuando un novio controla con quién puede y con quién no, hablar su novia; cuando un hermano insulta, un amigo nalguea, un padre abofetea, un marido maltrata, un ex–marido estrangula, y lo consideramos “un asunto privado”, la violencia es invisible, el daño es más profundo y somos cómplices del agresor.
¿Por qué nos consterna que inmigrantes secuestrados trabajen como esclavos y encontramos natural que sea una muchachita quien sirva en casa a todos los demás? ¿Por qué cantamos el tango que incita a matar a la percanta o las canciones que solo tratan de bitches a las mujeres? ¿Cantaríamos una ranchera que inste a romperle el cuello a un sacerdote? ¿Por qué un caso es trivial y el otro criminal?
Porque la violencia visible (la del asaltante) nos asquea, y la invisible (la de la canción misógina) está legitimada por la violencia cultural (esa, la que le echa la culpa de todos los males a la Eva de Adán y por extensión a todas las féminas del planeta).
¿Cuándo se exacerba la violencia contra las mujeres? Fácil de responder: cuando los hombres están más tiempo en casa. Es decir, Navidad, Semana Santa, vacaciones.
Hombres de paz y mujeres conscientes, que un deseo ardiente, adolorido, clamoroso, por hacer visible el daño que sufren las mujeres por el simple hecho de serlo, active de inmediato (¡por fin!) el fuego de nuestra indignación. Por longevas, representamos más de la mitad de la población. No se puede sostener una injusticia tan grande sobre tanta gente durante tanto tiempo.