De los fenómenos naturales más majestuosos que podemos presenciar durante nuestras vidas, sin duda que los saltos de las ballenas jorobadas deben ocupar un lugar preponderante en la lista. En Costa Rica, tenemos la suerte de contar con una temporada de avistamiento de ballenas de 10 meses, en la que nos visitan poblaciones migratorias tanto del Hemisferio Norte como del Hemisferio Sur.
A razón de la temporada de avistamiento de ballenas de este año, que recién se inició en julio, el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) se dio a la tarea de informar de la mejor manera posible sobre el tema. Mario Badilla, ejecutivo del Área de Desarrollo Turístico del ICT, explicó que desarrollaron una infografía (incluida en la presente edición) que busca ser “material didáctico dirigido a los guías turísticos que manejan esta actividad y dirigido a los empresarios de toda la costa pacífica”.
Además será útil para que “el público en general se dé cuenta de que somos un país de privilegio por poder contar con el avistamiento de estos cetáceos. Este fenómeno natural requiere una protección y ciertas regulaciones”, explicó Badilla.
Previo a esta infografía, no había un material de este tipo que reúne toda la información actualizada sobre el avistamiento de ballenas en el país. En ella podemos encontrar datos importantes de las ballenas jorobadas, como sus características físicas, desde dónde nos visitan, por qué llegan a las costas costarricenses, por cuánto tiempo y cuáles son los lugares adonde podemos ir a verles.
Tanto la infografía del ICT como este reportaje fueron elaborados a partir de la información proveída por tres biólogos costarricenses con larga experiencia en cetáceos y conservación de recursos marítimos: Alberto Villareal, gestor del área marina de pesca responsable Paquera-Tambor y también del área marina Cabo Blanco; Javier Rodríguez, Director Ejecutivo de Fundación PROMAR; y Frank Garita, especialista en cetáceos con experiencia en turismo y miembro de la Coalición Costarricense por las Ballenas.
Gigantes marinos
Las ballenas jorobadas son mamíferos marinos y dentro del reino animal se encuentran en el orden de los cetáceos, junto con los delfines y las orcas. Su nombre científico es Megaptera novaeangliae, pero también pueden ser llamadas yubartas o gubartes.
Estos nombres hacen referencia tanto a su tamaño como a su joroba, que en estos animales es visible en su robusta aleta dorsal. Sus aletas pectorales también se llevan parte del crédito en estos nombres, ya que son las más largas de todas las ballenas, con hasta 5 metros de largo.
Y es que la palabra gigante le queda pequeña a esta especie, con aproximadamente 36 toneladas de peso y entre 14 y 16 metros de longitud. Su grandeza también se ve expresada en su longevidad, pudiendo llegar a vivir entre 60 y 80 años. Aún hablando de sus bebés, estos no nacen con menos de una tonelada de peso.
Las ballenas jorobadas se encuentran en todos los océanos y mares del planeta. De hecho se dividen en la población del Hemisferio Norte y la población del Hemisferio Sur. Entonces, ¿qué tiene de llamativo verlas aquí en Costa Rica? ¿Por qué nos consideramos afortunados?
Las costas costarricenses tienen el privilegio de tener una temporada de avistamiento de ballenas que se extiende hasta por 10 meses, ya que nos visitan ambas poblaciones en momentos distintos. Este factor también es una fortuna para el país, ya que a otras costas solo llega una de las dos poblaciones.
La población del Hemisferio Norte se moviliza desde el sur de Canadá y la costa oeste de Estados Unidos, recorriendo en promedio 10.400 km en su trayecto de ida y vuelta. A las ballenas jorobadas del norte podemos verlas en Costa Rica entre los meses de diciembre y abril.
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Por su lado, a esta especie de cetáceos proveniente del sur, nuestras costas les dan la bienvenida entre julio y noviembre, después de un largo recorrido de 8.400 km solo de venida, una de las mayores migraciones conocidas para mamíferos. Sus aletas hacen un gran trabajo trasladándose desde la Península Antártica y el sur de Chile.
Claro, estos trayectos no serían posibles sin antes haberse alimentado en sobremanera. Y es que las aguas templadas y tranquilas de Costa Rica resultan ser el lugar ideal para reproducirse, parir y criar a sus ballenatos. Estos gigantes llegan a su madurez reproductiva entre los 6 y 11 años de edad y su temporada copulativa se extiende entre 4 y 5 meses al año.
El orden de llegada se da de la siguiente manera: primero arriban los machos, luego les siguen las hembras no embarazadas y por último llegan las hembras embarazadas, que también son las últimas en irse. Según Javier Rodríguez, director ejecutivo de Fundación Promar, se estima que a Costa Rica llegan regularmente 82 ballenas del Hemisferio norte y 200 del Hemisferio sur.
Los machos en edad reproductiva suelen formar grupos competitivos. Es decir, compiten entre sí para aparearse con una hembra. Dentro de esta dinámica, existen varias formas de marcar territorio. Una de ellas es el canto, que viene a ser un sonido idéntico entre todos los machos. Según Frank Garita, especialista en cetáceos, cada año cambian un fragmento de la canción, ya que durante sus migraciones tienen interacciones con otras ballenas.
Lo sorprendente de esto es que independientemente del fragmento de la canción que se sustituya, esta siempre es la misma entre todas las ballenas jorobadas de cada población. Y así como las manchas y formas de las colas son el equivalente a una huella dactilar en ballenas jorobadas, se puede identificar a un macho en específico por su forma de cantar. Estas canciones pueden ser interpretadas brevemente durante 10 minutos o crear un concierto de hasta 22 horas.
Las hembras embarazadas, aunque no busquen copular, vienen con un especial interés en sus crías. Para los ballenatos que nacen con cédula costarricense, las aguas cálidas permiten que inviertan su energía en crecer y no en mantener el calor corporal, como sería en aguas heladas.
Nacer con una tonelada de peso y 9 metros de largo no les hace menos delicados que cualquier otro mamífero en su etapa de bebés. Un ballenato consume alrededor de 70 litros de leche al día. Además, en sus primeros dos años de vida, permanecen apegados a sus madres. En este lapso de tiempo, la mamá se encarga de enseñarles todo lo necesario para sobrevivir.
Para las hembras, el hecho de venir embarazadas o con una cría no limita a los grupos de machos competitivos a cortejarlas. Es por eso que formaciones como islas, islotes y zonas poco profundas son utilizadas por las madres con bebés, para protegerse de estos grupos en actividad reproductiva. Esto convierte a espacios como el Golfo de Nicoya en una escuela preparatoria para nuevas crías, gracias a sus aguas tranquilas y espacios para que las hembras se retiren con sus ballenatos.
Cabe mencionar las excepciones. En algunas ocasiones, madre y cría pueden venir acompañadas por un macho que suele ser joven y no desea competir o se trata de una cría antigua. A estos casos se les llama escolta.
Físicamente es difícil diferenciar la edad o sexo de estos animales a no ser que se les vea interactuar entre sí para comparar sus comportamientos. El único diferenciador físico se encuentra al hablar de poblaciones, entre el Hemisferio Norte y el Hemisferio Sur. Las ballenas jorobadas del norte tienen su zona ventral más oscura que las del sur. A nivel de comportamiento, una hembra es fácilmente reconocible si está acompañada de su cría. Por otro lado, si se puede detectar algún canto con un hidrófono, se trata claramente de un macho.
En los avistamientos podemos ver una variedad de acciones tales como: aleteos, exposición de las aletas, coletazos, saltos y levantamientos de cabeza. En el caso de los saltos, se llevan a cabo para marcar territorio, por medio del fuerte sonido que genera la caída del cuerpo contra el agua. También funciona para quitar parásitos de la piel o liberar energía. En el caso de las crías, como todo bebé, se les puede ver saltar lúdicamente, lo cual es útil para desarrollar sus músculos en preparación para su migración de regreso.
Dónde verles
El lugar más reconocido en Costa Rica por el avistamiento de ballenas es el Pacífico Sur. Sin embargo, tanto en el Golfo de Nicoya como en el Pacífico Norte se puede ser testigo de este evento natural. Es decir, podemos ver ballenas jorobadas a lo largo de todo el Pacífico del país, ya sea en Bahía Santa Elena, el Parque Nacional Marino Ballena o en el Golfo Dulce.
Algunas de las playas desde las cuáles se ofrecen tours de avistamiento de ballenas son: Cuajiniquil, Playas del Coco, Sámara, Cóbano, Jacó, Quepos, Herradura, Dominicalito, Bahía Rincón, Bahía Ballena/Uvita, Bahía Drake, Puerto Jiménez, Playa Zancudo, Cabuya, Isla del Caño por Sierpe o por Bahía Drake, Golfo de Nicoya, Mal País, Montezuma, Tambor, Curú, Paquera, Puntarenas, Isla Tortuga y Sierpe.
Alberto Villareal, biólogo marino y gestor del área marina de pesca responsable Paquera-Tambor y también del área marina Cabo Blanco, explica que en el Golfo de Nicoya siempre ha habido actividad de ballenas. No obstante, previo a la formación de esta área marina de pesca responsable, nunca se había documentado.
Ahora, gracias al Proyecto de Monitoreo de Cetáceos, se cuenta con la agrupación de tour operadores y pescadores de la zona para recolectar y documentar información como la ubicación de dónde se avistan estos animales, su comportamiento y la dirección hacia la cual se dirigen. Esto va de la mano con el objetivo de darle reconocimiento al Golfo de Nicoya como una zona también donde llegan las ballenas jorobadas para reproducirse y criar a sus bebés.
Algo que se lleva a cabo a lo largo de toda la costa del Pacífico nacional es que grupos de investigación, por medio de fotografías de colas y aletas dorsales, intentan identificar a los ejemplares para comparar con registros de otras zonas y determinar coincidencias. Es decir, saber en qué otras partes del mundo se ha visto a una ballena en específico que hoy se encuentra en las costas costarricenses. Esto permite dar una idea aproximada de las distancias que recorren estos animales durante sus migraciones.
Una joya del turismo
La temporada de avistamiento de ballenas no es sólo un tema de conservación, sino también económico, ya que beneficia a numerosas comunidades costeras. Representa una alternativa económica en tiempos en que el turismo terrestre es reducido. Es decir, aún en estación lluviosa, los tour de observación de ballenas jorobadas son un atractivo para el público.
Hay comunidades, como en Bahía Ballena, donde una gran parte de los pescadores ahora se dedica al avistamiento de ballenas. Inclusive se realiza una celebración anual de este fenómeno natural, con el Festival de Ballenas y Delfines en esta localidad, dado que en las costas costarricenses no solo arriban ballenas jorobadas. Según una lista de especies positivamente confirmadas publicada por la Fundación PROMAR en el 2011, se han registrado 27 especies de cetáceos avistados en la zona marítima nacional. Esto constituye un 30% de todos los cetáceos del mundo.
Según el Plan de Turismo Sostenible del Parque Nacional Marino Ballena, en el 2014 los gastos directos generados por esta actividad ascendían a $5.318.487 y los gastos indirectos a $15.842.550.
Además, PROMAR encontró que 60% de los operadores turísticos contratan personal adicional como guías, capitanes y staff, entre otros. Esto genera nuevas oportunidades de empleo entre las comunidades locales.
Cómo protegerles
Al ser una actividad de gran valor para las comunidades costeras, se deben implementar prácticas de avistamiento que no disturben a estos gigantes marinos. Parte de los aportes de Fundación PROMAR ha sido proponer el reglamento para regular esta actividad desde el gobierno. El Reglamento para la Operación de Actividades Relacionadas con Cetáceos en Costa Rica se publicó en el 2005 y a pesar de que en el 2014 inició su reforma para mejorar algunos aspectos, la primera versión es la que continúa vigente.
El objetivo de este reglamento es establecer los requisitos que deberán cumplir aquellas empresas, instituciones o personas que se dediquen a realizar cualquier actividad de observación, investigación y turismo relacionada con cetáceos en las aguas territoriales de Costa Rica.
Esto con el fin de proteger a las 27 especies de cetáceos que nadan en nuestras costas. La responsabilidad recae tanto en quienes ejecutan tours guiados como en quienes tomen la decisión de contratarlos.
Dentro de lo decretado en el documento oficial, y en línea con lo que mencionan los expertos consultados para este reportaje, se recomienda adoptar una serie de comportamientos para no afectar negativamente a estos animales.
Si se es turista, bajo ninguna circunstancia se puede ingresar a las aguas mientras haya un cetáceo cerca. Además, tampoco se les puede dar alimento de ningún tipo.
De la misma manera, vale la pena estar atento a que el capitán de la embarcación no se acerque a menos de 200 metros de estos animales y que tampoco interrumpa el curso de las ballenas o las disperse cuando nadan en grupo. Asimismo, la velocidad de la lancha debe disminuir a la hora de aproximarse a los cetáceos y debe ser de manera lateral, nunca de frente ni por detrás.
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Es importante manejar un bajo perfil, evitando generar ruidos altos y bruscos como golpes al bote o tener música a alto volumen. Todas estas medidas son tanto para el bienestar de las ballenas jorobadas, como para la tripulación de las embarcaciones.
Frank Garita, especialista en cetáceos, explicó la importancia de llevar a cabo estos tours con guías capacitados:
“Si una persona quiere ir a ver ballenas, no solamente es el hecho de verlas sino que tiene que tener las medidas de seguridad tanto para las ballenas como para los turistas, por eso la capacitación es importante”.