Mordor está en Costa Rica.
Flanqueada por una muralla de roca volcánica, al igual que el país imaginado por J.R.R. Tolkien en El Señor de los Anillos, se trata de un santuario que muy pocos han logrado penetrar.
Ni Sauron lo conoce. Tampoco lo ha visto Gollum, ni Frodo, ni siquiera el mago Gandalf.
Hasta hace dos años, al menos, los únicos seres que habían pisado esa fortaleza geólogica eran unos simples y arrebatados costarricenses. Entre ellos había un traductor simultáneo de idiomas y un ‘gringo’ que hizo de este país su patria.
Se sumaron luego un bombero voluntario, una fotógrafa, un experto informático y hasta un corpulento joyero.
Todos juntos se hacen llamar los Toros, y aunque no pretenden el Anillo Único, exploran el país en busca de otros inigualables tesoros: los cañones secretos de los ríos de Costa Rica.
“Cuando por fin llegamos al cañón, que bautizamos como Mordor, fue una sensación realmente inigualable. Casi mística. El llegar y saber que nadie había estado ahí y vislumbrar al mismo tiempo ese paisaje tan distinto y tan espectacular, fue una sensación especial”, expresó con brillo en sus ojos Daniele Rocchi, uno de los cabecillas del grupo.
El nombre oficial de esta pandilla de exploradores es Toros Canyoning. Se fundó en el 2016 y, además de Rocchi, los nombres que completan la alineación titular son Allan Brenes, Isaac Naranjo, Víctor El gato Carvajal, Scott Trescott y Eyleen Vargas, la única mujer de la pandilla.
Su especialidad, en términos formales, es el canyoning. Pero no se confundan, no es el típico deporte que cientos de paquetes turísticos ofrecen a sus clientes por unos cuantos dólares.
“Normalmente lo que ofrecen esos paquetes no es canyoning, simplemente se trata de uno o varios rapeles por pequeñas cataratas. Eso lo hacemos nosotros, pero eso es solo una pequeña parte de todo el paquete”, explicó Rocchi.
Entonces, ¿qué es canyoning?
El canyoning o barranquismo es la exploración de un cañón de montaña en toda su extensión. En el país, por ejemplo, se trata de hacer trekking sobre el cauce de ríos que, por su constitución geológica, no pueden ser explorados de otra manera.
El cauce de estos ríos, usualmente, está cercado por formaciones verticales de roca, que solamente con un equipo especializado de cuerdas y expertos en la materia pueden ser penetrados con seguridad.
En el interior de un cañón de este tipo- donde luego de ingresar es complicado salir simplemente caminando-, es donde comienzan a aplicarse las técnicas de rapel, la escalada y la natación para sobrevivir y enfrentar los desafíos con que se topa el explorador, entre ellas decenas de cataratas, alucinantes pozas de agua cristalina, caídas libres y toboganes naturales.
Por ese mismo motivo a Mordor, antes de que llegaran los Toros, nadie más había llegado.
Mordor es el segmento más profundo del cañón del río Desagüe, ubicado en la vertiente occidental del volcán Poás.
“Inicia donde finaliza el paisaje lunar de los Quemaderos y desciende a un profundo y oscuro cajón que no vuelve a abrirse hasta poco más arriba de la catarata Caída del Cielo, un kilómetro y medio más abajo. Dentro de ese cañón encontramos las aguas cristal esmeralda más hermosas que hemos visto en la vida y una multitud de rapeles y saltos muy seguidos”, describen los Toros en su sitio web oficial .
La piedra gris que circunda el lugar y su misticismo, hacen de este destino un sueño para los amantes del deporte. Un sueño que, eso sí, parece estar destinado solo para unos pocos.
“El hecho de que la cuenca de este río sea precisamente el sector de Quemaderos, un área del Parque Nacional donde no crece vegetación alguna y donde se depositan grandes cantidades de ceniza, hacen de esta una de las cuencas más propensas a cabezas de agua y lahares volcánicos. Esto, combinado con la ausencia total de escapes, la convierten en una de las rutas más peligrosas del país”, advierten los Toros.
Pero estas señas no deben desanimar a nadie, todo lo contrario, están en internet para que algún día otros aventureros (capacitados) tomen las precauciones del caso y puedan conquistar estos recónditos parajes.
Los Toros, voluntariamente, exploran estos lugares documentando después las rutas para recorrerlo. Llevan GPS para ubicar los puntos claves de la zona, fotografían el lugar y hasta dejan anclajes sobre las rocas, facilitando exploraciones futuras.
“Aperturamos rutas, esas donde nunca nadie ha llegado antes”, suelen repetir los Toros con orgullo.
Con ese mismo propósito, además de Mordor, los Toros ya abrieron la ruta de La Bestia, en Bajos del Toro, que por longitud es “la más bestial” que han realizado.
La Bestia se completa en varios días. Para llegar a domarla se deben caminar 7 kilómetros solo para acercarse al sitio, y otros 7 kilómetros recorriendo el cañón.
¿Y qué tal la ruta de Ciudad Esmeralda, ubicada sobre la ruta 141 a Ciudad Quesada? Se trata, según las fotos y la descripción de los Toros, de un largo y profundo corredor multicolor con jardines colgantes y múltiples velos de agua.
Y así por el estilo se suman las rutas de Gata Fiera, Gata Baja, Río Seco, Río Jaris, Quebrada Honda, Río Juco, La Catedral y Diamante, entre otras. Todas con su respectivo encanto.
Se trata de lugares que, viéndolos en imágenes, la gente juraría que no están ubicados en Costa Rica. Es entendible que piensen así, pues “ojos que no ven”, cabeza que no sabe.
Para el tico común, simple y llanamente, esas maravillas no existen.
"Sabemos que Costa Rica es conocida en todo el mundo por sus playas y montañas, pero algunos de sus parajes más increíbles siguen aún ocultos en profundos cañones, donde el agua y los milenios han esculpido paisajes incomparables”, destaca Toros en uno de sus textos promocionales.
He ahí la gran epopeya: los Toros están “pillando” a la escondida Costa Rica.
Un día con los Toros.
Es 4 de julio y el día pinta bien. Un equipo de La Nación acompañó a los Toros a hacer canyoning sobre el cauce del río Quebrada Gata, en Bajos del Toro.
El reto de la jornada, devorar el cañón Gata fiera, en su etapa inicial.
Llegamos a las 7:30 a. m. al lugar; muy temprano pues es invierno y se sabe que las posibilidades de lluvia se reducen por la mañana. Este es un dato vital.
Como se mencionó al principio de este artículo, una vez que la expedición entra al cañón el escape es nulo o casi nulo. En otras palabras, si una cabeza de agua se apareciera en el lugar, podría ser mortal.
Por ese motivo, desde el día anterior, ya los Toros habían chequeado las predicciones del clima para esa jornada y habían contactado al proyecto hidroeléctrico del ICE -ubicado en la zona-, para asegurarse de que esa mañana no liberaran agua de la represa.
(METER AQUÍ VIDEO DE LA NACIÓN)
A la cita, además, acudimos con un equipo de seguridad del grupo Eskalar, que como representantes de la marca francesa Petzl, patrocinan a los Toros en todos sus proyectos.
“Eskalar nos brinda apoyo promocional, pero sobre todo nos da los anclajes que necesitamos para cada exploración. Esos anclajes son carísimos, pero valen la pena. Petzl es una de las marcas más reconocidas en todo el mundo y nos brinda seguridad pues su equipo es certificado con las normas de alpinismo. Eso es vital, nosotros solo hacemos esto con equipo bueno, pues la vida es primero”, afirmó Rocchi.
“La vida es primero”. Esa frase la volvimos a escuchar tan solo minutos después de desayunar, pues llegando a la entrada del cañón comenzó a caer una leve lluvia.
En ese instante los Toros y el equipo de seguridad de Eskalar analizaban las condiciones del tiempo. Tal parecía que la misión iba a ser abortada.
“Mae eso es parte de esto”, comenta Eyleen Vargas, de Toros.
“A veces venimos desde San José, invertimos tiempo y dinero, y llegamos al lugar para devolvernos (se ríe), ya estamos acostumbrados”, agrega con resignación.
Dichosamente el clima mejoró y, al menos, iba a ser posible explorar una sección del cañón.
Armados con trajes térmicos de neopreno -para el intenso frío-, cascos y guantes especiales, inició la aventura.
Lo primero fue hacer un rapel, desde el puente de Quebrada Gata hacia el cauce del río. De inmediato, las personalidades de cada uno de los Toros comenzaron a aflorar.
A esta expedición es importante aclarar que solo acudieron la mitad de los Toros pues, por motivos de salud y logística, tres de ellos no se presentaron. Eso sí, los conoceríamos luego por boca de sus mismos compañeros (que los describían con graciosas anécdotas) y luego por medio de algunas llamadas telefónicas.
“Todos son unos personajes, ya verán, sobre todo el Gringoloco", asegura la pandilla en pleno.
Pero volvamos al rapel. Sin que nadie se lo solicitara Allan Brenes, el más corpulento del grupo, se acostó sobre el suelo para servir de ancla humana. Con su fuerza, apoyado en una roca y con una cuerda pegada a su arnés, todos los demás aventureros pudimos hacer el descenso hasta el cauce del río.
Brenes, el joyero, es pura cordialidad. Se sonríe seguido y le encanta ayudar, por algo es voluntario de la Cruz Roja. Siempre está listo.
“Toda la vida he sido así. Tengo ese espíritu de ayudar. De hecho yo estudié derecho y me especialicé en la parte ambiental porque me gustaba eso de proteger lo nuestro”, contó Brenes.
“Pero me cansé. Imagínese que me comenzó a llamar gente para decirme que había quemado dos hectáreas de bosque y que cómo se podía salvar de esa. Entonces dejé eso, y ahora me dedico a la orfebrería y a explorar, cosa que hago desde chiquillo”, agregó risueño.
Eyleen Vargas, por su parte, va al frente de la expedición. Ella es fotógrafa profesional -una de las responsables de captar las mejores imágenes de los cañones-, y a juzgar por lo visto es un poco más que eso dentro del grupo. Tiene un rol importante.
“Al ser la única mujer, la única cosa que yo siento es que siempre debo de estar al mismo nivel físico de los maes. No me puedo quedar atrás, pues explorar un cañón requiere velocidad. Es por seguridad, pues no se puede estar mucho tiempo allí”, reflexiona Eyleen.
“Es obvio que los hombres tienen más fuerza, por lo que voy al gimnasio o hago ejercicios funcionales para mantenerme en forma”, confiesa.
Ya dentro del cañón la indicación es que todos sigan a Eyleen y el grupo lo hace sin protestar. Vamos seguros con ella, pues de vez en cuando su voz advierte de algún peligro latente, ya sea una rama atravesada o piedras resbalosas.
Está siempre atenta a los detalles y es precavida. Para los Toros Eyleen “es la voz de la razón”.
“Los maes tienen mucha testosterona, lo que hace que muchas veces tiendan a hacer cosas un poco estúpidas. Digamos que hacen cosas más arriesgadas, impulsivas. Yo trato de advertirles y por lo general me hacen caso”, comenta Eyleen.
Rocchi la respalda en esa afirmación: “no se si es por ser fotógrafa, pero ser tan detallista la hace ver cosas que nosotros no vemos. Detecta pequeños errores, cosas que pueden salir mal”.
Pero sin duda hay una voz liderando la operación, es precisamente la de Daniele Rocchi. Minutos antes él se había adelantado por el cañón con la idea de preparar las cuerdas para el primer descenso. Lo que se venía era un tobogán natural, que terminaba en una caída de agua de unos cinco metros de altura.
Cuando llegamos al lugar, Rocchi tenía todo preparado. Controló las cuerdas para que los exploradores no se cayeran sobre el resbaloso tobogán y, más adelante, ayudó a quienes no se atrevieron a saltar a la poza para que hicieran rapel sobre la pequeña cascada.
Rocchi es un tipo muy particular. El experto traductor de idiomas es atento y muy diestro en lo que hace. Se le nota la pasión por este proyecto, del cual fue uno de los fundadores.
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Él, al igual que la mayoría de ticos, hasta el 2015 no sabía que en Costa Rica existieran cañones.
“No tenía idea. Para mí los cañones eran como los que había en Utah, en Estados Unidos, que ya había explorado precisamente con Eyleen", recuerda.
Antes de seguir narrándoles la travesía por el cañón, me detengo para contar cómo fue que nació el proyecto Toros. Lo que acaba de confesar Rocchi da pie a ello, pues una historia de amor y la calentura del Gringoloco fueron los culpables de todo el cuento.
Los “desvirgadores”.
Eyleen Vargas y Daniele Rocchi son novios. Ambos se conocieron cuándo ella estaba trabajando en un reportaje sobre espeleología, que básicamente es la ciencia que estudia el origen y la formación de las cavernas.
En ese momento, Rocchi pertenecía a la Asociación Espeleológica Costarricense y Eyleen- como fotógrafa de La Nación-, vino a cubrir una historia sobre la exploración de una cueva que Rocchi y sus colegas estaban realizando.
“La cosa es que a Eyleen le gustó el ‘espeleo’ y comenzó a aprender conmigo lo que yo sabía de cuerdas y técnicas verticales”, narró Rocchi.
“Yo conocía de canyoning gracias a un curso que hice, pero en aquel entonces no explorábamos cañones en Costa Rica, si acaso habíamos recorrido un río o dos, pero nunca un verdadero cañón de paredes verticales. Como dije antes ni sabíamos que existían y no teníamos idea alguna del potencial que el país tenía para este deporte”, agregó.
Muy pronto Eyleen y Daniele -entre escaladas, cuerdas y aventuras- formalizaron su relación, por lo que no dudaron en cruzar fronteras y hacer juntos una expedición de canyoning a Utah, Estados Unidos.
Para la pareja fue una experiencia maravillosa. Documentaron todo con fotografías, hicieron un documental artesanal y al llegar a Costa Rica comenzaron a compartir en Facebook todo el material que habían recopilado.
Es en ese instante donde el Gringoloco aparece en escena, muy de la mano de su amigo Isaac Naranjo (el otro Toro).
Scott Trescott –quien es oriundo de Virginia, Estados Unidos, pero vive en Costa Rica desde hace 17 años–, vio las fotos de la pareja y no dudó un segundo en contactarlos.
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“Les conté que aquí en Costa Rica había unos cañones buenísimos. Isaac Lobo y yo, que somos parte del grupo de montañismo Unidad Ecos, los habíamos descubierto juntos”, recordó emocionado Scott.
De lunes a viernes, Scott es un quirópractico que trabaja en Ciudad Quesada, pero en su tiempo libre es uno de los mejores exploradores de este país. Además de haber topografiado decenas de cavernas en Costa Rica y de haber participado en dos expediciones a la caverna más profunda de toda América -el famoso sistema Huatla, en México-, este singular personaje ha practicado muchísimo montañismo y subido a la cumbre de muchos volcanes.
Pero Scott tenía un problema; a pesar de ser un “gato” expedicionario, no sabía nada de canyoning. Tampoco su amigo Isaac.
Por eso, tras descubrirse impotentes para vencer unos cañones “chuzísimos” que habían detectado en la zona de Bajos del Toro, decidieron buscar ayuda.
“Scott e Isaac habían tratado de recorrer estos cañones a pie, entrando desde abajo y siguiendo los ríos contracorriente. Lograron recorrer buena parte de ello, pero rápidamente se topaban alguna gigantesca catarata y paredes verticales que les cerraban el paso”, recordó Rocchi.
“Trataron de superar los obstáculos con técnicas de rapel y montañismo, pero se dieron cuenta de que no era suficiente y que necesitaban las técnicas del canyoning si querían seguir adelante”, agregó Rocchi.
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Fue así como Scott, Isaac y Rocchi unieron conocimientos para ir a vencer juntos los famosos cañones. Pero ojo al dato, de entrada no adoptaron el nombre de Toros, sino que se autodenominaron los Desvirgadores.
“Como la idea era desvirgar cañones vírgenes, pues le pusimos así. Lo del nombre Toros vino luego, ya cuando caímos en cuenta que el nombre no era tan adecuado a nivel comercial”, recordó entre risas Rocchi.
Luego fue creciendo el grupo. Víctor Carvajal -quien es programador informático, espeleólogo, piloto y fotógrafo–, fue el quinto miembro de los Desvirgadores.
“No lo pensé dos veces. La parte de cuerdas y aventura siempre me ha gustado mucho, por eso, dije que sí. Además, muchas veces como montañista había pasado cerca de grietas extrañas, que uno se preguntaba cómo serían por dentro. Nunca había podido bajar, por lo que practicar canyoning era la gran oportunidad”, confesó Carvajal.
La rutina y las cosas simples nunca le gustaron a Carvajal. Por eso un día dejó la aviación, pues consideró que el oficio de los vuelos comerciales era monótono y no ofrecía ningún tipo de emoción.
Es que sí, Víctor es el chico con “más testosterona” del grupo, diría Eyleen. No le teme a nada.
“Todos dicen lo mismo de mí y bueno, lo acepto. Yo creo que en todo grupo se necesita alguien así, que sea tolerante al riesgo, pues muchas cosas no se hacen por miedo y eso puede costarnos vueltas innecesarias en la expedición”, dice convencido.
Pero Víctor reconoce que las cosas no siempre salen bien. En una de sus locuras dejó caer sobre el río la mochila de Rocchi, justo donde andaba las llaves del carro y varios objetos valiosos.
“Fue por un desastre que hice, lo acepto. Pero bueno, al final se pudo recuperar la mochila, tuvimos suerte. Todo pudo haber salido bastante mal”, aceptó.
El integrante más nuevo de Toros es Allan Brenes, el joyero de Escazú, quien como montañista de larga trayectoria y asistente de paramédico de la Cruz Roja, no solo aporta fuerza bruta al grupo. Es un personaje que conoce sumamente bien las faldas del Volcán Poás, por lo que llegar a Mordor fue más sencillo con él al lado.
“Conozco la zona del Poás desde los 8 años, pues hacía exploraciones con mis padres y mis hermanos. Muchas veces pasaba por la zona donde está Mordor y yo me decía -yo quiero estar allí, quiero saber que hay allí-”, rememoró Brenes.
“Fueron casi 20 años deseando hacerlo, hasta que se me dio. Una vez escuché que los Toros necesitaban ayuda para explorar la zona del Poás y me ofrecí. Así, finalmente me uní al grupo y llegué a Mordor. Al gringo Scott le gustó mi conocimiento de la zona”, agregó.
Y valga decir que el Gringoloco no es tan loco. Junto a Rocchi es uno de los líderes técnicos del grupo, por lo que todos confían plenamente en su destreza con las cuerdas.
Eso sí Scott –quien se declara tico de corazón–, se reconoce un tanto escandaloso, dueño de una personalidad ultrapositiva. Tanto que se autodenomina el “porrista” del grupo.
“No soy loco (se ríe). Pero me apasiona empujar los límites y hacer cosas que nadie ha hecho. Me gusta ser pura vida, vacilar y aportar buena vibra a la gente. A veces nos tocan condiciones difíciles en la montaña o en los cañones, por lo que trato de utilizar mis palabras para animar”, comenta Scott.
"Por ejemplo, si un compañero está utilizando el machete yo le digo: –mae, que buen macheteador es usted, está potente compa (se ríe)–. Así por el estilo, esa es mi forma de ser, siempre”, finalizó.
Alguna vez fueron parte de Toros Johan Aguilar –un guía de canyoning de Turrialba que participó en la primera expedición a Mordor, en 2017–, y Jean Paul Dinarte, un piloto de drones que desde hace años venía identificando algunas de las cataratas mejor escondidas del país. Por distintas razones ambos salieron del grupo, pero fueron elementos importantes en las primeras exploraciones.
Retorno al cañón.
Luego de contarles la historia de Toros, es hora de volver a la ruta de Gata fiera, donde La Nación acompañó a los Toros para presenciar sus hazañas.
Luego de lanzarse por una caída de cinco metros, caer en una poza con aguas color turquesa y deslizarse por dos toboganes naturales, algo comenzó a salir un poco mal.
El ride estaba saliendo de lo mejor, hasta que la lluvia volvió a ser protagonista.
No era fuerte la lluvia, la estábamos pasado bien y el grupo quería seguir. Pero otra vez, como un disparo a la conciencia, regresó la famosa frase: “la vida es primero”.
Nada qué hacer, los Toros y el equipo de seguridad de Eskalar anunciaron la inapelable retirada. Pero ojo, que el trámite de evacuación no era para nada sencillo.
Después de todo ¿cómo se escapa de un cañón de paredes verticales?.
Parte de las tareas que tienen los Toros, al aperturar cañones nuevos, es identificar posibles rutas de evacuación. En Gata fiera, dichosamente, ya tenían una.
Sin embargo, para llegar a ese punto, había que devolverse río arriba, contra corriente, venciendo los toboganes naturales por los que el grupo se acababa de deslizar.
Con velocidad, pues la lluvia comenzaba a arreciar, Rocchi sacó un taladro de baterías para perforar una roca y colocar ahí un anclaje de emergencia. La idea era vencer uno de los obstáculos construyendo una especie de pasamanos con las cuerdas, sobre una roca vertical bastante vertiginosa.
No había otra opción para escapar. O se hacía o se hacía.
“Si no salimos por esta ruta de evacuación tendríamos que seguir río abajo con dos riesgos. Uno que nos agarre una posible corriente de agua y dos, que lo que sigue río abajo es una catarata de 60 metros y otra de 120 metros”, advierte Eyleen.
Los Toros, con bastante empeño, pueden con esas cataratas (de hecho ya han hecho rapel sobre ambas), pero un periodista y un camarógrafo de video sin ningún tipo de entrenamiento, jamás.
Ni hablar, por suerte el escape funcionó. El pasamanos fue un éxito y la ruta de evacuación, finalmente, nos sacó a todos de allí.
La aventura había terminado.
Los Toros embisten
La evacuación en Gata fiera, solventada en cuestión de minutos, es una demostración clara del por qué el trabajo de los Toros es “poderoso”, necesario e incluso altruista.
El diseñar las rutas sobre los cañones, dejar anclajes y por si fuera poco identificar posibles puntos de escape, hacen que la industria del canyoning en Costa Rica pueda crecer aún más en un futuro cercano.
Rocchi lo sabe bien, pues cuando fue con Eyleen a vencer los cañones de Utah pudo constatar que solo con sus cuerdas y sus conocimientos de canyoning no hubieran podido lograrlo.
“Esos cañones ya habían sido recorridos por otros barranquistas, los cuales habían publicado las rutas en internet en páginas específicamente dedicadas a personas que practicaban ese deporte”, explicó Rocchi.
“Estas páginas están enfocadas a personas con el entrenamiento y el equipo vertical adecuado, y proporcionan toda la información necesaria para recorrer lugares que son totalmente inaccesibles para el turista general. Gracias a eso uno puede recorrer los cañones de forma independiente, sin guías, realizando un tipo de turismo técnico”, agregó.
Rocchi quedó impresionado y quedó convencido de que los Toros tendrían que hacer lo mismo. Por eso, en el sitio web Toroscr.com, todas sus exploraciones están documentadas de cabo a rabo.
“La idea es traer un turismo técnico, preparado, que cumpla con normas de seguridad estrictas y que ayude a desarrollar a las comunidades de los alrededores. Estamos convencidos de que Costa Rica tiene un potencial increíble en este campo, sobre todo porque aún faltan muchos cañones más por aperturar”, finalizó el ‘cañonista’.
Y las cosas van muy bien. Después de abrir su sitio web y publicar los datos de los primeros cañones, comenzaron a ser contactados.
El cañón Mordor, por ejemplo, ya recibió la visita de un grupo de barranquistas mexicanos y, posteriormente, otra expedición de ticos, que guiados por la información de los Toros y utilizando su ruta, pudieron conocer el extraordinario lugar.
Los aztecas, quienes son reconocidos por hacer expediciones de canyoning a nivel mundial, quedaron fascinados con la experiencia.
“Hace unos días tuve la oportunidad de cruzar uno de los barrancos (cañones) más bonitos que mis ojos han visto hasta ahora. Mordor, capricho geomorfológico y mineral que nace de las entrañas del Volcán Poás", escribió Pavel Morett, uno de los barranquistas mexicanos en su perfil de Facebook.
Pero hay más casos de éxito. El cañón Gata fiera, el mismo que visitó La Nación a principios de julio, se ha convertido en un clásico de los cañones costarricenses. Desde que los Toros lograron completar la ruta, barranquistas de Estados Unidos, México, España e Italia lo han disfrutado.
Y es por este tipo de satisfacciones que los Toros no dudan en arriesgarlo todo. Aunque aperturar un cañón es una experiencia fascinante –sobre todo al pensar que nadie más ha puesto un pie allí–, están conscientes que los peligros de hacerlo son muy altos.
“Es muy complicado”, resume Eyleen con rostro serio.
A los Toros los pueden guiar mapas, fotos aéreas y demás, pero meterse a un cañón por primera vez es como ir con los ojos vendados. Las sorpresas morfológicas y los imprevistos –como que el taladro deje de funcionar en medio de un vertiginoso descenso–, están a la orden del día y de hecho les ha ocurrido.
Pero nada pasa, los Toros seguirán embistiendo en la montaña. Mientras haya cañones por “desvirgar” que suene duro la trompeta, pues la corrida está lejos de terminar.
Los rostros de la aventura
VICTOR “EL GATO” CARVAJAL
Fotógrafo de naturaleza, aventura y espeleología. Victor es miembro fundador de la asociación costarricense de barranquismo 9 Grados Norte y miembro de la Unidad de Rescate en Cavernas y Montaña. Coordinó personalmente la exploración de la Caverna Guayabi, la segunda caverna más profunda de Costa Rica.
EYLEEN VARGAS
Fotógrafa profesional. Ha trabajado para La Nación y otros importantes medios de prensa nacionales e internacionales. Eyleen es cañonista certificada ACA de segundo nivel y tiene 4 años de realizar exploraciones de apertura en barrancos. En tres ocasiones, ha hecho canyoning en el Parque Nacional Zion, en Utah.
ISAAC NARANJO
Bombero voluntario. Isaac cuenta con certificaciones en primera respuesta y RCP, además de conocer técnicas de rescate vertical. Esto, aunado a sus conocimientos de rescate en aguas rápidas, hace de Isaac un salvavidas 360.º grados. Es miembro fundador del grupo Unidad ECOS y de la Asociación Espeleológica Costarricense.
DANIELE ROCCHI
Antes de hacer del canyoning su gran pasión, sirvió como bombero voluntario y participó en exploraciones espeleológicas. Es el creador del corto Toros: Los cañones secretos de Costa Rica y del filme El Lago Lacsa: el lago subterráneo de Costa Rica. Ha hecho canyoning en Utah y tiene cinco años de aperturar rutas en el país.
SCOTT TRESCOTT
Con nueve años de explorar cavernas, es un amante de las maravillas que esconde Costa Rica. Desde el 2014 es miembro de la Unidad de Rescate en Cavernas y Montaña y ha participado en varias expediciones espeleológicas, incluyendo la expedición 2018 al sistema Huautla, en México, la caverna más profunda de América.
ALLAN BRENES
Allan es voluntario activo de la Cruz Roja, cuenta con certificaciones en primeros auxilios (APA, RCP) y cañonismo Avanzado de la American Canyoneering Academy. Es un montañista con más de 5 años de experiencia, miembro fundador del grupo Caza Volcanes y miembro del Grupo Espeleológico Anthros (G.E.A).