A finales de febrero de este 2022, Taras Netrevozhko llamó a su esposa Yeilyn Calderón para que viera junto a él un video del momento, en el que un edificio explotaba en Ucrania, cerca del Mar Negro.
Este no era una edificación cualquiera, era el edificio en el que vivió la mamá de Taras, quien falleció unos años atrás. Ese día la pareja no pudo contener las lágrimas y, por primera vez, Yeilyn agradeció que su suegra no estuviera en este mundo.
“Mi suegra no pudo conocer a sus nietos (Elon y Agustine, de 3 y 5 años, respectivamente), pero yo le doy gracias a Dios porque no está viendo a su país destruido, ni estamos nosotros con ese dolor de no saber dónde está. Mi esposo lloraba y solo me decía: ‘mi hermoso país me lo están destruyendo’. Y yo sentía mucha impotencia”, recuerda Calderón.
Yeilyn es costarricense y su esposo Taras ucraniano. Se casaron en Ucrania hace 10 años y desde entonces viven entre ambos países. A mediados de este año, precisamente, regresarían a visitar a la familia de él, pues desde que inició la pandemia no han podido ir al país europeo.
Sin embargo, ese viaje parece cada vez más lejano. En Kiev su familia se encuentra separada: las mujeres y los niños permanecen atrincherados; mientras los hombres están listos para unirse al ejercito.
“Nuestro sobrino de 23 años está listo para enlistarse. Ahorita no ha sido llamado porque está ayudando de otras formas, pero todos están separados y si tiene que tomar las armas y salir a defender él está listo. Las mujeres están haciendo lo que tienen que hacer: preparando alimentos, creando trampas y en fin, todos están haciendo algo. Y claro que hay miedo, pero los que están allá están conscientes del peligro y están haciendo lo que pueden por su país”, afirma Calderón.
Hasta ahora, todo ha sido doloroso, por lo que Yeilyn y Taras no pueden dormir en paz. Se trata de la destrucción del país en el que él creció y que ella tantas veces visitó; también de la lejanía de su familia y de sus amigos.
Además, pese a que Agustine, su hijo mayor, solamente tiene cinco años, entiende un poco lo que ocurre y dice que quiere construir un robot que proteja Ucrania.
“Esta guerra que está a miles de kilómetros de nosotros, está en nuestra casa también. Se nos ha ido de las manos el poder administrar las emociones”, asegura.
De acuerdo con datos suministrados por la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME), hasta el 31 de diciembre del 2021 en Costa Rica había un total de 150 ucranianos, de los cuales 86 eran residentes permanentes; 28 residentes temporales y 36 se encontraban en territorio tico en situación especial.
Dado a que son muy pocos los ciudadanos de ese país europeo en Costa Rica, previo a la invasión rusa no había una comunidad organizada entre ellos. De hecho, para realizar algún trámite oficial, los ucranianos en territorio costarricense deben viajar a México, donde se encuentra la delegación diplomática que atiende sus asuntos.
Sin embargo, la situación actual ha provocado que, poco a poco, los ucranianos en suelo tico se pongan en contacto y que se forme una comunidad unida. Todo se ha dado por medio de Facebook, donde crearon el grupo Ucranianos en Costa Rica. Además, también existe otro grupo privado en esa red social y que es administrado por Svitlana Shinkaruk, una ucraniana quien se encuentra precisamente en Ucrania y quien desde allá comparte información de medios locales con sus compatriotas que residen en Costa Rica.
“Nuestra idea es seguir haciendo protestas hasta que Ucrania recupere su territorio. Nosotros somos la resistencia, no vamos a parar de gritarle al mundo que Ucrania es una resistencia, aunque tomen las ciudades. Lo que Ucrania está mostrando es ese espíritu de valentía y patriotismo que deberíamos tener todos para defender nuestra libertad”, dice Calderón.
Impotencia
Los abuelitos de Tetiana Tarapata viven en Ternopil, a unos 350 kilómetros de Kiev, junto al resto de su familia. Allí, aún no ha habido apagones o ataques directos, sin embargo, se han destruido puentes, fabricas y sus abuelos han escuchado bombardeos y aviones militares sobrevolando la casa.
“De momento estamos en constante comunicación con ellos. Pero la desesperación, angustia e impotencia nos invade en este momento, porque uno está muy lejos. Entonces, por un lado pienso que gracias a Dios no tengo que enfrentarme directamente al rostro de la guerra, pero por el otro tengo a toda mi familia ahí y todos estos días han sido de despertarme a las 2 o 3 a. m. para ver qué ha pasado, si ya bombardearon o no, porque ese es el temor más grande”, explica Tarapata.
Tetiana vive en Costa Rica desde hace 20 años. Llegó junto a su mamá, Larisa Tarapata, cuando tenía 11 años para empezar una nueva vida. Ya tiene la nacionalidad tica.
Desde entonces no ha vuelto a Ucrania, no obstante, todos los recuerdos de su infancia se quedaron en el país europeo que la vio nacer.
“Siempre hay un arraigo muy grande con el país del que uno es, creo que se crean lazos muy fuertes y por eso es que uno no se puede sentir indiferente ante este tipo de situaciones, porque uno también las está viviendo, al final de cuentas esta es la primer patria de uno. Realmente ha sido muy difícil”, añade Tetiana, quien es analista internacional.
La mayor preocupación de Tetiana y de la familia es la situación que viven con sus abuelos, quienes teniendo a familiares en Polonia, a unos 150 kilómetros de donde residen, se niegan a dejar su hogar.
“No sabemos qué va a pasar. Es muy desesperante. Ellos no saben qué hacer allá. A mis abuelos mi familia les hizo la invitación para que vayan allá por mientras pasa el conflicto y esta invasión, pero ellos son personas adultas mayores y no quieren dejar su hogar de toda la vida. Ellos dicen: ‘¿Por qué yo me tengo que ir de mi tierra, de mi patria y dejar todo por lo que yo he trabajado toda mi vida?’
“Y tal vez la región donde ellos viven no va a ser destruida por una bomba, pero va a ser saqueada por personas en desesperación. Entonces es una situación que se presta para vandalizar. Pero ellos ya tomaron la decisión de quedarse en su casa en Ucrania, han sido muy contundentes y están decididos; es desesperante para nosotros, pero respetamos su decisión. De todas formas, es angustiante escuchar lo que dicen y una situación realmente difícil”, narra.
Esta situación le ha quitado la paz a la tica-ucraniana, de 31 años, quien además no ve una salida al corto plazo a la situación que enfrenta su país. Por ahora ha podido mantener el contacto telefónico con su familia.
Tetiana tiene muy presentes las primeras imágenes que aparecieron en la televisión con los bombardeos a Ucrania. Ese día ni ella, ni su mamá, pudieron contener las lágrimas.
“Fueron imágenes desgarradoras cuando vimos la invasión de Rusia en la madrugada, porque esa fue la declaración de guerra y yo me puse a llorar y mi mamá también. Ese día no pudimos dormir porque no sabíamos qué iba a pasar, si era una ofensiva total o parcial y definitivamente esta situación nos quita la paz.
“Nosotros teníamos la esperanza puesta en las conversaciones entre ambos bandos, pero sinceramente no vemos avance hacia nada positivo ahorita. De hecho se han intensificado los ataques, es demasiado angustiante y preocupante, hay un miedo constante que nos invade y que no podemos evitar. Estando tan lejos se siente aún más impotencia, porque yo no puedo hacer nada”, agrega.
Y aunque la situación no puede ser más compleja, a Tetiana le genera una serie de emociones ver a sus compatriotas, incluidas mujeres, optar por enlistarse al ejército por puro patriotismo en lugar de salir del país o buscar refugio, pues asegura que “el amor a la patria también es defender a su país cueste lo que cueste, inclusive si es la vida misma de las personas la que está en riesgo”.
Incertidumbre
Nestor Monetorrosa Gach sueña con volver a ver a su hermano mayor, Anatoly. Sin embargo, por ahora no sabe si eso será posible.
En este momento, enlistarse en el ejército ucraniano es obligatorio para todos los hombres de ese país que tengan entre 20 y 60 años. Anatoly está en ese grupo, pues tiene 30. Si bien por ahora se encuentra a salvo, sabe que en cualquier momento será llamado a servir y a defender a su país.
“A mí me da mucha nostalgia y yo realmente lo quiero volver a ver con vida, pero ya en estos momentos no sé si eso va a ser posible. Solo le digo que se cuide mucho”, dice Nestor, de 25 años.
El joven asegura que frecuentemente se comunica con Anatoly y con su tía Sveta Dyatlova para saber cómo se encuentran. Ambos viven cerca de la frontera con Polonia.
En cada llamada aprovecha para decirles que se cuiden mucho y que no pueden darse por vencidos. Ellos, por su parte, le cuentan que los suministros de gas no están funcionando, la electricidad tampoco y que hay muchas otras necesidades básicas que están restringidas en este momento.
“Ellos están en shock. Nadie se percató que Rusia iba a actuar de la forma en que lo ha hecho y ha sido muy triste ver los ataques y lo que está sucediendo. Yo me siento indignado, triste y preocupado, por lo que está enfrentando Ucrania y las consecuencias que puede ocasionarle al mundo entero, incluido Costa Rica”, asegura Monterrosa.
Nestor es hijo de madre rusa y de padre salvadoreño. Nació en Ucrania pero ha vivido en Costa Rica prácticamente toda su vida, excepto cuando tenía entre ocho y 11 años. Cursó la primaria en su país natal, el cual nunca imaginó que iba a vivir una invasión.
Llegó a territorio costarricense en 1997 y a pesar de los recuerdos que guarda de su familia y de su infancia, desde hace 12 años no viaja a Ucrania. Ahora no puede ocultar su molestia y la frustración que le causa estar a miles de kilómetros de distancia de sus seres queridos y no poder ayudarlos.
“Las imágenes y videos que he visto en estos días han sido parte de algo que nunca me imagine ver y lamentablemente es algo de lo que ya no hay vuelta atrás. Rusia inició esto y yo me siento muy enojado por ello. Todo esto nos ha tomado por sorpresa y nosotros los ucranianos tenemos claro que si Rusia toma control de nuestro país, nuestra democracia llegará a su fin, porque Rusia no es un país demócrata y no hay libertades sociales en el territorio que gobierna Vladimir Putin”, insiste.
A pesar de la pesadilla que están viviendo, los ucranianos en Costa Rica están agradecidos con los ticos, quienes de una forma solidaria se han unido a su dolor y a su angustia ante el conflicto por el que atraviesa su país.
Asimismo, muy convencidos, insisten en que este conflicto traerá consecuencias para todos... incluso Costa Rica.
“El apoyo moral que nos han mostrado se agradece mucho y ahora me gustaría que cada uno forme su propio criterio y que no se basen en la propaganda falsa que está saliendo. Por eso, yo quiero alertar a la población de acá, porque esto podría llevar a otras consecuencias que podrían implicar a Costa Rica pues creo que esto puede motivar a los aliados de Rusia a expandir sus territorios”, añade Nestor.
Por su parte, Tetiana Tarapata es enfática en que está no “es una guerra del otro lado del mundo, sino que esto nos afecta en el sentido de que va a aumentar la gasolina, van a costar más los alimentos y es un conflicto que puede convertirse en una tercera guerra mundial y eso nos afecta directamente a todos”.
Mientras el día pasa lento, las noches son eternas y el nudo en la garganta sigue presente, los ucranianos en territorio tico sacan fuerza y se mantienen en pie, como señal de que no se han rendido. Ellos se manifestarán las veces que sean necesarias. Al final de cuentas ese grito desesperado es lo único que les queda y es la forma que tienen para solidarizarse con los suyos a miles de kilómetros de distancia.