Le tomó 40 años dar forma a esta idea. Quería una residencia distinta y se inspiró viendo una casa que emulaba a un barco. Al final, terminó teniendo una vivienda en forma de platillo volador: todo un derroche de arte e ingenio.
La casa o, mejor dicho, el platillo volador, está en lo alto de una loma, en el sector Peñoncillo, en Juana Díaz, un municipio de la región sur de la isla.
Se trata de un lugar con una vista impresionante y un silencio que solo interrumpe la música de la película Close Encounters, con la que su dueño acostumbra ambientarla.
Esta casa es el sueño hecho realidad de Roberto Sánchez Rivera, el artífice de cada uno de los elementos que posee aquella nave terrenal.
Como si fuera poco, a la casa –que lleva siete años en construcción– todavía le faltan dos avionetas. “Quiero crear la sensación de que atacan al platillo volador”, explicó este exmaestro de una escuela pública.
¿Que le dicen de su invento? “No me molesta que me llamen loco... Me fascina crear y hacer las cosas diferentes”, afirmó.
Es de rigor preguntarle si cree en los extraterrestres, a lo que él responde: “No. No soy fanático de nada de eso”.
La residencia no es difícil de identificar. A toda hora, se estacionan vehículos frente a ella. Algunos se detienen a tomar fotos. Otros piden entrar, pero eso está restringido. La mejor hora para apreciar la estructura es el atardecer, cuando se encienden las luces multicolores instaladas en la base.
Debajo del caparazón de planchas de metal que crea la forma de platillo, hay una vivienda de dos niveles en forma octagonal.
La creatividad envuelve a toda esta casa de concreto. Planchas de zinc decoran la mitad inferior de las paredes de los pasillos. Toallas de varios colores que fueron endurecidas con cemento revisten el techo de uno de los dos baños. Y las cortinas de la sala son cinturones de seguridad de auto que imitan cortinas verticales.
Las mesas de la sala están pegadas a la pared y son cristales de puertas de auto. En cuanto a los muebles, son butacas de un carro que compró a $25 cada una. Todo el piso tiene losas de cerámica. También las tiene la mesa de comedor que cuelga del techo.
Sánchez Rivera, de 58 años, obtuvo un bachillerato en artes y otro en artes industriales. Una colección de sus pinturas, todas con imágenes religiosas, decora las paredes de su casa.
El hombre también fue ebanista, conocimiento que se percibe en cada detalle de la vivienda. Las camas están asidas a la pared y, de la misma forma, todos los gaveteros y armarios están pegados a las paredes.
Sánchez logró unir su arte con el sistema eléctrico. Sobre cada uno de los espejos de las habitaciones, hay obras con tubería galvanizada de cuyos extremos salen bombillas.
El segundo nivel de la estructura, al que se llega por una escalera en espiral revestida en acrílico, será una sala de cine. También habrá un jacuzzi, pero esa área está en construcción. Unos 200 ceniceros en metal cubren las planchas metálicas que revisten el exterior de ese segundo nivel.
Sánchez, quien se gana la vida cantando en actividades privadas, se reservó hablar del valor que tiene su estructura. No es importante, dice, porque no tiene planes de venderla. “Ahora solo quiero disfrutar aquí de mi retiro”, aseguró.