La primera vez que el chef Ricardo Ruiz Visona se montó en un avión, tenía poco más de tres años. Era muy chico, pero la experiencia de volar lo marcó para siempre.
Dulces recuerdos, de aquella venturosa experiencia, aún revolotean en su memoria.
Corría el año de 1981 y, en ese vuelo, Ricardo viajó en compañía de su amado abuelo, Luciano Visona, un italiano afincado en nuestro país. El roble de la familia mantenía un sólido contacto con sus raíces y, por ese motivo, quería llevar a su nieto a conocer la tierra en la que él y su esposa, habían nacido.
“Mi abuelo habrá tenido unos 56 ó 57 años, por ahí, y me llevó a Italia. Volamos con Iberia y ese día cuando entramos al avión, la tripulación se quedó maravillada de ver a aquel señor con un niño. Yo creo que yo todavía usaba hasta pañales”, recuerda Ruiz con nostalgia.
Era una época en la que viajar era todo un acontecimiento. Las personas que podían hacerlo vestían sus mejores trajes y toda la familia hacía propia aquella experiencia, desde ir a dejarlos al aeropuerto, ver el avión despegar e ir a recibirlos a su regreso.
El abuelo Luciano no era distinto y se tomaba muy en serio eso de viajar. Ese sentimiento se lo heredó a su descendiente, quien no olvida su primer periplo en las alturas.
“Lo primero que me dieron fue la cobija, que aún la tengo, pero aparte de eso me llamó la atención que, a la hora del servicio, me pusieran una bandejita con tacitas, platitos pequeños y cubiertos como para mi tamaño. Todo eso me llamó mucho la atención, me quedó grabado en la mente”, recuerda el hoy empresario.
Al menos una vez al año, sus abuelos maternos viajaban a su país de origen. Siempre le contaban al pequeño Ricardo todos los detalles de sus viajes, siendo la comida y la vestimenta datos importantes dentro de las narraciones.
“Mi abuela se ponía un vestido diferente cada vez que viajaba y mi abuelo me decía que, cuando uno viajaba, tenía que viajar elegante y distinto, porque es todo un acontecimiento”, recordó Ruiz.
Años después, cuando se graduó de sexto grado, en 1989, le regalaron otro viaje a Italia. Esta vez iba acompañado de su tío Héctor. Por alguna razón, que no tiene clara, los ascendieron a la clase superior y lo que vivió ahí también fue inolvidable.
“Recuerdo muy bien el menú, eran pancitos, pan negro con salmón ahumado, quequitos y vino en botella. Me marcó porque era la primera vez que probaba el salmón ahumado, o que estaba consciente de haber comido algo con un sabor ahumado. En especial me impresionó la presentación, porque era espectacular”, rememoró.
Inspiración y homenaje
“Siempre he tenido una fascinación por la aviación y la parte estética de la comida. Sobre todo por el manejo de la alimentación dentro del avión”, detalla Ruiz, quien no duda que las aventuras de su niñez han influenciado su cocina.
El gusto por la comida también es herencia de sus abuelos.
“A ellos les gustaba comer bien, siempre invertían en productos que añoraban de su tierra natal y mi abuelo siempre iba al supermercado San José 2000, donde encontraba todos los productos italianos. Compraba queso, jamones y más”, narró este emprendedor de 43 años.
“Me acuerdo que cada vez que viajaban e íbamos a recogerlos, yo siempre salía disparado a verlos desde la malla del viejo aeropuerto. Lo primero que hacía era abrir la maleta porque eran olores muy distintos, se olían los chocolates y en esa época se podían traer quesos y salamis”, agregó.
Sin embargo, la publicación de una historia de uno de sus amigos en Instagram, fue lo que finalmente lo llevó a embarcarse en una nueva y singular aventura culinaria. Un proyecto que, aunque no estaba planeado, siempre estuvo en algún lugar de su mente.
“Un amigo piloto publicó que vendía un carrito de avión modificado para usar en un bar. Me ofrecí a comprárselo porque necesitaba algo así para el restaurante. Luego le pregunté si tenía otro pero con bandejas y me lo consiguió. Fue ahí cuando se me ocurrió hacer el servicio de comida que hacen en el avión, pero en el restaurante”, explicó.
En consecuencia, Ruiz empezó a atar cabos de cómo había sido su primera impresión en las alturas, a recordar las aeromozas y cómo vestían impecables con su uniforme, sus pañuelos y sombrero tan distintivos. Además, pensaba en cómo hacer algo diferente y bonito para servir la comida en Casa Dominga.
Así fue cómo empezó a diseñar la experiencia que hoy lleva por nombre ‘Desayunos Concorde’, el cual eligió como un homenaje a su abuelo ya fallecido.
“Él siempre decía que le hubiera gustado viajar en un Concorde, era un sueño que tenía y no lo pudo hacer”, dijo el chef.
Experiencia de altura
A finales de mayo el restaurante Casa Dominga -que es propiedad de Ruiz y ahora está ubicado en barrio Escalante-, empezó a ofrecer los fines de semana la opción de Desayunos Concorde.
Es un apetitoso platillo, al estilo primera clase, que ha sido todo un éxito. Ha tenido especial aceptación en estas épocas, en que la gente no puede viajar tanto por motivo de la pandemia.
Para hacer la experiencia más real, Ruiz mandó a hacer uniformes de azafatas para sus meseras, creó logos para rotular los carritos como si fuera Casa Dominga Airlines, grabó un saludo como si fuera el capitán y se fijó en todos los detalles para recrear lo que se vive durante un vuelo.
“Creo que a todos nos gusta viajar y nos gusta vivir esa sensación de libertad a la hora de montarse en un avión e ir a otro lado. Nos gusta invertir unas horas para llegar a un ambiente totalmente ajeno al de uno y ver otras cosas diferentes, olores y gente distinta”, expresó el chef.
“Luego llamé a un amigo mío que es piloto de Volaris, que conocía desde la escuela y el colegio Jerson Hadden. Lo invité un domingo para que pasara al restaurante, con el objetivo de que me prestara la gorra, las alas de capitán y las credenciales para hacer las fotos”, relató.
Aunque su amigo pensaba que no iba a tener tiempo de pasar, porque tenía un vuelo ese día, al final lo lograron. Luego lo invitó a desayunar, pero Hadden tenía que irse. Así que se llevó el desayuno y en la noche le envió un video contándole que se había comido su desayuno en el aire.
“Así que logré cumplir el sueño de llevar mi comida a un avión”, dijo con orgullo.
Desayunos Concorde se sirve los sábados y domingos. “La gente siempre nos preguntaba si teníamos brunch y fue así como los fines de semana incorporamos esta opción, con desayuno de primera clase. Es un menú único que servimos de 9 a. m. a 12 p. m.”, explicó el chef.
La respuesta ha sido tan entusiasta que, por lo general, ya el día jueves tienen reservado todos los espacios para vivir esta experiencia. “Ya para el fin de semana tenemos el vuelo lleno”, bromeó este padre de dos hijos, quienes se han sumado al proyecto y los fines de semana colaboran en el servicio de Desayunos Concorde.
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Además, Ruiz relató que el primer fin de semana llegó una familia con sus mejores galas, con sombrero y gabardinas. Incluso, imprimieron boletos de avión para hacer todavía más realista la actividad.
“Varios comensales han posteado fotos de sus abuelos cuando viajaban y dicen que la experiencia que vivieron en Casa Dominga es igual a lo que les contaban sus antepasados”, resaltó.
También, a raíz de la publicación que hizo en Facebook, una azafata, con diez años de experiencia en primera clase, los contactó para ofrecerles un entrenamiento gratuito a sus colaboradores, a fin de que hasta el más mínimo detalle del servicio se cumpliera.
“Durante tres horas nos explicó qué detalles nos faltaban, por ejemplo, el broche con las alas es fundamental tanto para el capitán como para las aeromozas, sin eso, no lo son, nos contó. Las alas se ganan y hay que pasar una prueba, pero es lo único que los distingue de una ejecutiva de banco, por ejemplo, porque el uniforme es muy parecido, pero las alas las convierten en aeromozas”, destacó.
“Si lo iba a hacer, lo iba a hacer en serio, entonces, tenemos los gorritos y los pañuelos, los pines y los broches con el nombre. Las alas son muy importantes porque se llevan en el lado izquierdo, en el corazón, todos esos detalles me parecen fantásticos porque uno los desconoce y para los que nos gusta esto tiene todo el sentido del mundo”, añadió Ruiz.
Así que si no quiere perderse este vuelo, lo más recomendable es que reserve con anticipación, ya que el restaurante está trabajando al 50% de ocupación. Puede reservar a los números 6370-3303 y 2222-5557. También existe la modalidad de Concorde Express.
El costo del desayuno es de ¢16.000 más servicio e incluye plato de fruta mixta con yogurt griego y huevos benedictinos con tostadas de pumpernickel. Además, tiene salmón ahumado, jamón, queso y aceitunas kalamata, café o té, mimosa o Bellini y de postre macaron y bombón de chocolate. Al final, como recuerdo, a los comensales se les entrega un tiquete de avión como recuerdo.
La frase “gracias por volar con nosotros” se convierte en el último paso del ritual. El capitán y chef de Casa Dominga, Ricardo Ruiz Visona, es quien la pronuncia.