Hay un famoso refrán que dice: “la tercera es la vencida”. Para algunos podrá ser solamente una expresión popular; sin embargo, esa es la frase que resume el sueño cumplido de Karen Retana y Niv Benyehuda, una pareja tica-israelí que se afincó en Dota.
A la tercera vez de intentarlo -tras 12 años de lucha constante y la poca fe de muchos-, la pareja consiguió que de las tierras altas de la Zona de los Santos creciera un hermoso viñedo.
Sobre la mesa de su casa, en Copey de Dota, hay una botella de vino. Es una botella sencilla, verde y de vidrio, con una etiqueta en color blanco donde se lee el nombre Copey. A simple vista puede parecer una botella de vino más, sin embargo, pasaron muchos años para que la bebida que está adentro pudiera llegar hasta ese envase.
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Dentro de esa botella hay una historia, la cual Karen y Niv comenzaron a escribir a 2.200 metros de altura, allá por el 2009. En ese tiempo la aguerrida pareja había decidido vivir entre montañas y, al mismo tiempo, desarrollar un vino que tuviera la esencia y el aroma de Costa Rica.
Niv, quien por años ha trabajado en la industria de las bebidas, sabía que las condiciones climatológicas no eran aptas para poner un viñedo; sin embargo, él no estaba dispuesto a dejar morir su sueño y dio rienda suelta a su creatividad.
“Nosotros duramos como siete años buscando el lugar ideal, pero es que hacer crecer uva en Costa Rica es como nadar contracorriente. Yo recuerdo que tenía un amigo, en ese entonces, que me dijo: -‘Niv usted necesita buscar con el corazón, no con su lado científico, porque Costa Rica no es un país para hacer crecer uva’-. Y un día, por casualidad, fuimos al Cerro de la Muerte y había neblina y nubes y todo, pero cuando lo pasamos, estaba soleado y lindo, eso nos marcó y nos enamoramos. Ahí dijimos: -‘este es el lugar’-”, explica.
Allí comenzó un largo camino, donde la pareja ha tropezado una y otra vez. Si de por sí ya es complicado que en Costa Rica crezcan uvas para hacer vino, lo es aún más en una zona montañosa y fría.
Cuando Karen y Niv se instalaron en la finca que compraron en Copey, contrataron profesionales internacionales para que les ayudaran para que el proyecto funcionara. Desde Estados Unidos trajeron patrones de germinación injertados para el cultivo, desarrollaron un protocolo específico para cuidar las plantas, recibieron capacitaciones y realizaron varias podas por año. Sin embargo, tres años más tarde, comprendieron que las plantas no iban a dar los frutos que esperaban.
“Esos primeros años fueron horribles, además de que lidiábamos con los comentarios de toda la gente que nos decían: -‘están locos, no van a lograrlo’ o ‘no pueden’-, pero entendimos que había que luchar y que si se tenía que empezar de nuevo, volveríamos a empezar”, comenta Niv.
Y así fue, Karen y Niv intentaron por segunda ocasión poner su viñedo. Repitieron el proceso, eso sí, con algunos cambios y mejoras pero con la misma ilusión que la primera vez. Volvieron a esperar tres años para ver los resultados pero, nuevamente, los frutos no crecieron de la forma esperada y el proyecto no funcionó.
“Mucha gente nos preguntaba que cuántas veces nos levantábamos a medianoche y nos preguntábamos -‘¿para qué?’-. Yo siempre les respondía que nunca, porque nosotros entendíamos que teníamos que empezar a escribir el libro de Copey, que teníamos que aprender. A mí me gustan los proyectos retadores y este lo era”, afirma el productor.
Hace cinco años, por tercera ocasión, la pareja volvió a comenzar de cero. Para ese entonces ya conocían muchísimo más el clima de Dota y lo que debían mejorar. Entonces cambiaron el protocolo, cultivaron los patrones, realizaron podas, cuidaron las plantaciones y hace dos años, cuando vieron la fruta y probaron su sabor, entendieron que sí iba a funcionar.
“Fue increíble y ahora entendemos que este es un proceso de agricultura y que todo se trata de la perseverancia. Tuvimos que plantar tres veces y fue un proceso muy largo, del que aprendimos muchísimo y del que seguimos aprendiendo. Entonces empezamos con producciones pequeñas para saber si resultaba, porque nuestra idea no era solo la producción de vino, sino vino de excelente calidad, de nivel internacional”, relata Niv.
La botella de vino sobre la mesa de su casa, es de esa cosecha que por tantos años esperaron que rindiera frutos. Por ello, cuando Karen y Niv la ven, solo sonríen y agradecen.
“Nosotros vemos el vino con diferentes ojos, lo vemos como la historia en una botella. Para nosotros es como un libro que tiene historia y eso es algo muy lindo”, afirma Niv, quien junto a Karen también tiene un viñedo en el desierto de Israel.
Una familia
Niv Benyehuda es un empresario israelí que creció en Estados Unidos, y que a inicios de los años 2000 viajó a Costa Rica celebrando un cumpleaños. Su idea era solo pasar unas vacaciones en el país, pues su trabajo estaba en territorio norteamericano; sin embargo, durante su estadía en territorio nacional, conoció a Karen y se enamoraron.
Fue entonces cuando sus viajes a Costa Rica desde Nueva Jersey pasaron de ser esporádicos, a ser cuestión de todos los fines de semana. Un día de tantos Karen tomó la decisión de irse con él y ambos comenzaron a introducirse en el mundo de las bebidas y los sabores. Aprendieron y conocieron juntos.
“Al principio yo pensé que a ella iba a disfrutar de esa vida urbana, pero siempre me decía: -‘mi montaña es mi montaña’- y -‘Yo quiero mis montañas’-, entonces yo le prometí que íbamos a regresar a Costa Rica”, comenta.
Él, por su parte, quería continuar en la industria de las bebidas, específicamente en la de los licores, por ello buscaron un sitio entre las montañas y probaron suerte en Copey de Dota, donde los primeros meses del año es menos frío.
Allí encontraron una finca de 110 hectáreas, que pertenecía a la familia Serrano y que estaba en venta. En ese entonces la propiedad estaba a cargo de Rolando Serrano, un vendedor de muebles de la zona, quien fue el encargado de mostrarle las bondades de ese sitio a la pareja.
Rolando nunca imaginó, que luego de vender sus tierras, él y toda su familia terminarían colaborando con el nuevo dueño y cosechando uvas.
“En ese entonces yo tenía un negocio propio y ellos me insistieron que trabajara con ellos. La verdad es que me enamoré del proyecto de las uvas, nunca había tenido esa oportunidad de conocer una plantación y aprendí muchísimo, fui a capacitaciones a California, aprendí con profesores y posteriormente regresamos a tratar de hacer lo mismo aquí”, recuerda Serrano, quien hoy es el gerente general de Copey Estate Winery, como se llama la empresa.
Cuando él comenzó a trabajar con la pareja, llevaba a sus hijos Andrés y René, quienes en ese entonces estaban en el colegio y disfrutaban pasar sus días dentro de la propiedad.
Conforme pasaron los años, Andrés y René se fueron involucrando más en el proyecto y actualmente tienen 28 y 27 años, respectivamente. Por un lado, Andrés es economista y está recibiendo clases para ser enólogo; mientras que René es estudiante de Agronomía y actualmente se desempeña como gerente de agricultura de la empresa.
“Nosotros dos empezamos como peones de campo, trabajando, chapeando, haciendo todo lo que había que hacer, porque en ese entonces no se ocupaban muchos empleados, no había mucho que hacer. Con los años ellos me dijeron que querían que yo aprendiera a hacer vino, que querían que yo fuera el encargado de toda la producción de vino, que me especializara, por lo que ahora aprendo enología con profesores de Estados Unidos y mi objetivo mayor es tener uno de los mejores vinos del mundo en Costa Rica”, afirma Andrés.
La familia Serrano, al igual que Niv y Karen, viven actualmente dentro de la propiedad. Por si fuera poco Miriam Serrano, la hija menor de Rolando, de 21 años, ya empezó a dar sus primeros pasos en el negocio y colabora en lo que le pidan.
“Este negocio nos ha dado la oportunidad de viajar, de conocer mundos nuevos e involucrar a toda la familia”, asegura el gerente general.
En ascenso
Durante los primeros años, cuando Niv y Karen estaban dándole forma a la finca, descubrieron que adentro había varias plantaciones de uchuva. Al principio pensaron que era maleza, pero luego decidieron probar la fruta y vieron una oportunidad para explotarla.
Por ello, paralelo al viñedo, decidieron acrecentar las plantaciones de uchuva, pues vieron que se podía hacer un licor de esta fruta, más aún tomando en cuenta que era un producto nativo y que crecía con facilidad en esa zona. Así fue como fabricaron el Golden Rush, un licor de uchuva que ya se vende en diferentes puntos de Costa Rica, algo que aún no ocurre con el vino Copey, pues apenas están sacando las primeras cosechas y no hay suficiente producto para vender a nivel nacional.
Sin embargo, la esperanza es que las plantaciones de uva sigan creciendo y así poder comercializar el licor. Para ello, actualmente tienen cultivadas 20 hectáreas de uva y cinco de uchuva.
“Esperamos que este proyecto sea sostenible y ayude a muchas personas. Queremos, en una siguiente etapa, que Costa Rica tengo una industria de viñedos en Dota y que ayude a desarrollar la economía local. Aquí hay gente que hace quesos, que se dedica a la venta de truchas, que tiene hotelitos y de muchas maneras ese viñedo va a ayudar a un encadenamiento productivo en la zona”, explica Niv.
Actualmente, en Copey Estate Winery, trabajan más de 30 personas de la zona. La idea es poder enseñarle a otros vecinos a cultivar uchuva, para poder producir el Golden Rush en mayor cantidad, poder exportarlo y que así se convierta en un negocio de la zona.
Actualmente, el Golden Rush es distribuido por Leandro Aldaburru, socio comercial de la empresa y que cuenta con amplia experiencia en esa industria. De esta forma, se aseguran que el licor pueda llegar a diferentes puntos del país.
“Esta ha sido la locura más linda y podemos ver la mano de Dios en todo esto, porque nada de lo que nosotros hacemos es sin su aprobación y esto es un proyecto que Dios nos ha prestado para poder desarrollarlo para Costa Rica. Sin embargo el día de mañana uno se va y no se lleva nada, todo queda, por eso es que queremos compartirlo”, asegura Karen.
Además, actualmente, Niv y Karen están trabajando en poder abrir el viñedo al público. Están creando un centro de visitas para hacer tours, pues actualmente no se permite el ingreso de personas, dado a que es un proyecto que apenas está dando sus primeros pasos en firme.
“Karen y yo tomamos la decisión de que, en esta fase de nuestra vida, queremos hacer proyectos positivos. Desarrollar proyectos diferentes en lugares donde no haya mucha industria, ni mucho trabajo. Luego hacerlo sostenible y ayudar a personas de la zona”, detalla Niv.
Pero Niv y Karen no se apresuran. Ahora más que nunca saben que los sueños se cumplen con perseverancia y “buscando con el corazón”, tal como se los aconsejó su viejo y sabio amigo.