Imaginarse a un analítico y pensativo Alfredo González Flores caminando por el corredor de su casa, en Heredia, o a José Figueres Ferrer tomando la decisión de abolir el ejército, en su amado refugio de La Lucha, no es tan difícil.
Basta con estar frente a sus viviendas para recordar que en ellas se tomaron grandes y trascendentales decisiones. Algunas que, de una u otra forma, repercuten en los costarricenses de hoy en día.
En un caótico país, donde el tiempo parece no detenerse y las demoliciones para dar paso a nuevas infraestructuras son cuestión de todos los días, hay casas centenarias que en algún momento fueron propiedad de mandatarios costarricenses y que han logrado sobrevivir a los años.
Entre las viviendas que aún se mantienen en pie se encuentran algunas que eran utilizadas como sus hogares, pero también sobreviven otras que más bien eran sus fincas. Estas se encontraban fuera del centro de San José, en zonas rurales a las que iban para vacacionar o que utilizaban para el comercio.
“Eran personas con dinero. Tenían su casa y también su finca donde normalmente llevaban a cabo sus negocios comerciales”, detalla Sonia Gómez, historiadora del Centro de Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC).
A continuación un recorrido por algunas de las casas y fincas de exmandatarios costarricenses que aún se mantienen en pie.
José María Castro Madriz/ Manuel Fernández Chacón
En medio de un condominio, en Salitral -una de las zonas más pobladas de Desamparados-, persiste contra todo pronóstico una casa de adobe que data de finales del siglo XVIII.
Esta se encuentra en una propiedad de 3.600 metros y es una vivienda que ha sido restaurada en varias ocasiones con el propósito de conservar el legado de José María Castro Madriz, quien fue su propietario.
Madriz fue jefe de Estado en 1847 y presidente de la República entre 1848 y 1849; y de 1866 a 1868, por lo que se trata una de las figuras políticas más prominentes de nuestra historia.
Según ha podido documentar la oficina de Cultura de la Municipalidad de Desamparados, la casa data de 1790 y fue construida por Manuel Fernández Chacón, tercer jefe de Estado de Costa Rica, en 1835. En ese entonces era conocida como La casona de El Salitral.
“Manuel Fernández era el papá de Próspero Fernández y Pacífica Fernández, quien se casó con José María Castro Madriz. Cuando don Manuel fallece, José María le compra el terreno a Dolores Oreamuno, su suegra, en 1854”, narra Rafael Flores, quien dirige la oficina de Cultura de la Municipalidad de Desamparados desde hace 16 años y se ha encargado de investigar la historia del inmueble.
Tras pasar a manos de José María, la hacienda pasó a llamarse La Corcordia, Salitral e Inocencia. Allí se construyó, además, una casa de bahareque, con pisos traídos de Europa.
De acuerdo con Flores, esta propiedad era la casa de veraneo de José María, a la que iba de forma constante a descansar y también a supervisar su negocio agrícola.
“No era su casa de habitación. En realidad él era cafetalero y esa era la casa de sus fincas. Entonces, él vivió ahí pero no de forma permanente, era más su lugar de retiro, porque en aquella época Desamparados era zona rural”, comenta el experto.
Al expresidente le gustaba tanto esa casa, que las leyendas cuentan que dentro de la propiedad aún ronda su espíritu y hay quienes afirman que allí los ‘han asustado’. Ese ingrediente, sin duda, le inyecta un toque de misticismo al lugar.
Por otro lado, Flores añade que no hace muchos años quisieron demoler el inmueble; sin embargo, la fuerte oposición del exdiputado Miguel Salguero ayudó a conservar la propiedad.
Dado su valor histórico, el municipio desamparadeño decidió acondicionar la casa para inaugurar, en 1989, el Museo de la Carreta. Sin embargo, en abril de 1991, el terremoto de Limón impactó la antigua infraestructura, lo que obligó a clausurarla.
Tras una serie de mejoras, el museo está listo para reabrir sus puertas 30 años después, con el propósito de exhibir muebles, ruedas de carretas antiquísimas, yugos, carretas de inicios de 1900 y otros artículos que pertenecieron al expresidente. No obstante, por la pandemia de la covid-19, se desconoce la fecha exacta de la apertura.
Este inmueble es Patrimonio Histórico Arquitectónico.
Alfredo González Flores
En los primeros años de la década de 1920, Domingo González Pérez decidió heredar su casa a su hijo mayor, Alfredo Gonzalez Flores, quien fuera presidente entre 1914 y 1917.
No era una vivienda cualquiera; se trataba de una joya arquitectónica ubicada en una prominente esquina en el centro de Heredia, que fue levantada en 1790 y hasta la fecha se encuentra en pie.
Actualmente, este inmueble se conoce como Monumento Nacional Casa de la Cultura Alfredo González Flores y continúa siendo una casa al estilo colonial urbano de adobe. Eso sí, posee algunas modificaciones, de las cuales algunas fueron hechas por el mismo expresidente.
En esta casa vivió el exmandatario desde 1923 y hasta el momento de su muerte, en 1962.
“Mucha gente recuerda, sobre todos los más grandes, ver a don Alfredo y a su esposa, doña Delia, caminando por los corredores”, comenta Isabel Badilla, gestora encargada de la casa de Alfredo González Flores.
“Y es que usted entra a esa casa y siente que entra a otra época; es como algo mágico. Lo dice la gente que la visita y los vecinos también. Lógicamente está representando a una clase social, porque no todos tienen ese tipo de casa”, agrega Badilla.
Alrededor de esta vivienda también existen leyendas urbanas. Por ejemplo, dicen que en las noches se puede ver a don Alfredo caminar por la casa.
En los años posteriores a su muerte, la casa permaneció inhabilitada. Sin embargo, a finales de los años 60, un familiar del expresidente convirtió el lugar en un restaurante de comida asiática.
En la actualidad el inmueble está dedicado a la memoria del expresidente y allí se realizan diferentes actividades culturales como exposiciones y cátedras para todos los ciudadanos.
“Una casa puede ser muy hermosa, pero si la comunidad no siente que es parte de su interés entonces no cala en la gente. Por ello, con este espacio, queremos abrir posibilidades para que las personas ejerzan sus derechos culturales”, asegura Badilla.
Pero don Alfredo no solo tuvo una vivienda en Heredia. Otra antigua casa, propiedad de la familia González Flores, se ubica hasta la fecha 100 metros al norte de la esquina noroeste del parque central de Heredia.
Se presume que esta segunda casa, en la que vivió el expresidente, fue construida en 1857. Se concluye la fecha por los materiales y técnicas constructivas de esta edificación.
“Según la tradición oral de algunos heredianos de antaño, en esta casa nació don Alfredo. Sin embargo, la investigación histórica hecha para su declaratoria como patrimonio histórico arquitectónico no encontró evidencias de esto”, detalla Sonia Gómez, historiadora del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural.
La última de las casas heredianas, propiedad de la familia González Flores, es la que alberga hoy en día el Museo de Cultura Popular, en Santa Lucía de Barva de Heredia.
“La familia tenía esa otra como casa para veranear y utilizarla como sede para la administración de sus fincas agrícolas”, añade la historiadora.
Rafael Yglesias Castro
A finales del siglo XIX Rafael Yglesias Castro -quien fue presidente de Costa Rica entre 1894 y 1902-, mandó a construir una casona en Mastate de Orotina, la cual se conoce como la Hacienda El Coyolar.
Se trata de una vivienda de dos plantas en madera, que el exmandatario habitó desde principios de los años 1900 y por aproximadamente dos décadas.
“Esta antigua casa es un fiel exponente de la arquitectura hacendaria del Pacífico Central”, se lee en la declaratoria de interés histórico y arquitectónico, del Centro de Patrimonio.
La casona fue de gran importancia en el desarrollo agrícola y ganadero de la zona de Orotina, en las primeras décadas del siglo XX.
De hecho, tan pronto como empezó a dar sus primeros frutos y la actividad productiva del lugar creció, comenzaron a aparecer las construcciones de negocios en el sitio.
“Fue la principal fuente de trabajo para la emergente población de Orotina. En la misma, explotaban la ganadería de leche y de carne, así como diversidad de frutales. Contaba con planta eléctrica para enfriar la leche que se mandaba al Valle Central por la vía del ferrocarril”, agrega la declaratoria.
Cabe destacar que, años más tarde, esta propiedad pasó a ser de los hermanos Joaquín y Federico Tinoco Granados.
En 1994, la casona Hacienda El Coyolar fue declarada Patrimonio Histórico Arquitectónico en 1994.
José Figueres Ferrer
Entre las montañas de San Cristóbal Sur, en Desamparados, a finales de 1920, José Figueres Ferrer encontró a el lugar ideal para vivir: la finca ‘La Lucha sin Fin’.
Allí, el expresidente construyó su casa y, según cuenta el historiador Raúl Francisco Arias, en sus primeros años creó una fábrica de productos de cabuya. Más adelante se dedicó a la elaboración de artículos de madera y a labores agrícolas.
Sin embargo, Figueres debió dejar su querida finca en 1942, tras denunciar en una radioemisora actos irregulares por parte del gobierno de Rafael Ángel Calderón Guardia. Los encontronazos terminaron en su encarcelamiento y, posteriormente, provocaron su exilio a países como El Salvador, Guatemala y México.
Esta propiedad tiene un gran valor histórico pues allí, a su regreso al país, en 1944, don Pepe gestó gran parte de la revolución que acabaría en una guerra civil cuatro años más tarde. Justamente, en este sitio, el exmandatario se alzó en armas.
“En La Lucha organizó la revuelta armada en marzo de 1948, iniciando desde ahí la lucha contra el gobierno de Teodoro Picado”, resalta el historiador.
Como resultado, Figures se convirtió en presidente en 1948 (y hasta 1949). De hecho, fue en La Lucha donde tomó la decisión de abolir el ejército.
Don Pepe regresó al poder en dos oportunidades más: de 1953 a 1958; y de 1970 a 1974. El exmandatario vivió en esa finca hasta su muerte, acontecida en 1990, a los 83 años de edad.
Recientemente, La Lucha decidió abrir sus puertas al público para rendir homenaje al caudillo. Actualmente allí se ubica el Museo don Pepe, que permite dar una mirada más íntima a su vida.
Entre otras cosas, allí se encuentra el icónico mazo con el que el 1.° de diciembre de 1948 oficializó la abolición del ejército. También se encuentra su cama, algunas prendas, libros y el maletín que el exmandatario llevaba a su trabajo.
Además, en el museo, se pueden apreciar uniformes del ejército, trajes oficiales de don Pepe, algunos objetos personales y el escritorio presidencial que utilizó.
Otilio Ulate Blanco
En pleno San José, específicamente en Barrio Amón, se encuentra una casa con una fachada estilo ecléctico. Está compuesta de dos plantas en color gris, con un llamativo vitral de un chanchito en la parte superior.
Esa fue, por algunos años, la casa de Otilio Ulate Blanco, presidente de Costa Rica entre 1949 y 1953.
De acuerdo con el historiador Raúl Francisco Arias, Ulate, quien fue periodista de profesión, adquirió el inmueble a inicios de la década de 1940, cuando Costa Rica era gobernado por el doctor Rafael Ángel Calderón Guardia, líder del Partido Republicano Nacional.
Ulate, quien era oriundo de Alajuela, le compró esta casa al dueño de las propiedades vecinas al Bar Limón, justo cuando comenzó su carrera política y se ligó al Partido Unión Nacional.
“Durante ese tiempo vivía solo, pues sus dos hijas Olga Marta y María Ermida, se quedaron en Alajuela con su madre Haydée Rojas”, relata Arias.
Cabe destacar que el gane de Otilio Ulate, en los comicios electorales de 1948, fue lo que terminó por desencadenar la guerra civil en Costa Rica.
“De hecho, cuando fue candidato presidencial en 1948, durante la revolución de José Figueres Ferrer y durante su mandato como presidente, vivió en esa casa”, agrega el historiador.
Años más tarde, tras terminar su periodo presidencial -que estuvo antecedido por tumultuosos acontecimientos y que incluso lo llevaron a estar recluido en la Penitenciaría Central-, Ulate Blanco regresó a su pueblo natal. La casa fue vendida.
Esta vivienda, que actualmente es un hotel y se ubica 100 metros al norte de Racsa, en el centro de San José, no es Patrimonio, pues de acuerdo con la historiadora del CICPC, Sonia Gómez, está muy alterada y no tiene autenticidad.
¿Son o no son?
Se dice que Rafael Ángel Calderón Guardia, presidente de Costa Rica entre 1940 y 1944, vivió en una imponente casa ubicada en Barrio Escalante, cerca de la iglesia Santa Teresita.
Y aunque sí fue propiedad suya, nunca vivió allí.
“Está fue su oficina o consultorio médico, pero no fue su casa”, detalla Sonia Gómez, historiadora del Centro de Conservación del Patrimonio Cultural.
Actualmente este inmueble, que es propiedad del Ministerio de Cultura y Juventud, alberga el Museo Rafael Angel Calderón Guardia, que busca destacar las Reformas Sociales que se promulgaron en Costa Rica entre los años 1940 y 1944, cuando el doctor fue presidente. Entre otras cosas, el sitio ofrece visitas guiadas, talleres y charlas educativas.
Otro caso interesante se ubica en Cartago, específicamente al costado norte de la iglesia de los Padres Capuchinos. Allí, una gran casa esquinera, con una fachada en tonos rojizos y detalles en color blanco, cuenta con una placa que dice: “Aquí nació el egregio ciudadano expresidente de la República y Benemérito de la Patria, don Jesús Jiménez Zamora”.
Sin embargo, esta información no es del todo cierta, pues el exmandatario -quien gobernó Costa Rica de 1863 a 1866; y de 1868 a 1870-, nunca vivió en la casa que actualmente se encuentra en pie.
“La casa que actualmente está ahí es de principios del siglo XX y Jesús Jiménez murió en 1897. Entonces, lo correcto es decir que en una casa que hubo en esa misma esquina, antes que la de ahora, vivió el expresidente Jiménez”, añade la historiadora del Centro de Patrimonio.
Por su parte, el icónico Castillo Azul -ubicado en Cuesta de Moras, en San José-, también fue el hogar para dos expresidentes. Al menos durante el tiempo en que estuvieron en el poder.
Tal es el caso de Alfredo González Flores y Federico Tinoco, quienes habitaron allí luego de que su propietario original, el eterno candidato presidencial del Partido Republicano y abogado costarricense, Máximo Fernández, se quedara sin dinero para costear su castillo.
Esta villa italiana, que hasta la fecha sigue siendo propiedad del Estado, es una de las edificaciones más sólidas que existen, ya que fue construida con cemento y varilla. Hasta el 2020, el castillo albergó la presidencia del Poder Legislativo.
Estas tres propiedades son Patrimonio Histórico y Arquitectónico.
La que en definitiva no es Patrimonio, es la casa de veraneo que perteneció a Mario Echandi, quien fue presidente entre 1958 y 1962, y que se ubica en Puntarenas.
“Entre el 2017 y el 2018 solicitaron la declaratoria y dos compañeros hicieron el estudio. Al entrar a la casa se determinó que tiene un montón de situaciones adversas para una declaratoria. En primer lugar está montada sobre pilotes en el estero, no está inscrita en el Registro de la Propiedad, no tiene plano catastrado y hay un juicio sucesorio. Además, en este tiempo el inmueble se ha deteriorado muchísimo y tiene daños muy graves”, explica Gómez.
Posiblemente, estas no son las únicas casas en las que habitaron, vacacionaron o que pertenecieron a algún expresidente de Costa Rica y que sobreviven a los años; sin embargo, las citadas en este artículo son de las que hay mayor evidencia de la presencia de los gobernantes en ellas.
No obstante, hay muchas otras casas que han sido demolidas y por ende, ya no queda rastro de ellas. Como la vivienda de Juan Rafael Mora Porras, mandatario entre 1849 y 1859, de la que solo queda una placa en la Avenida Central.
La vivienda de Mora Porras se encontraba 150 metros al sur del edificio de Correos de Costa Rica y, en su recuerdo, solo existe una placa que dice: “Aquí nació el 8 de febrero de 1814 el benemérito Juan Rafael Mora”.
La mayoría de estas edificaciones estuvieron en el centro de San José, por ser la capital y la zona en donde se concentraba la actividad productiva y gubernamental. Lo más importante de rescatar es que, hasta la fecha, muchas de ellas se pueden visitar, cruzando las puertas del pasado y los aposentos de la historia.