“Ahora sí es cierto que no va a haber otro igual”, escuché de boca de mi tío Gerardo, refiriéndose a Manuel Antonio Pilo Obando Calderón en los días posteriores a su muerte, ocurrida el 23 de abril del 2014.
Yo era un setimillo del Instituto de Alajuela y, siendo buen liguista de cuna, el aire me sabía a alegría porque la bandera rojinegra ondeaba en todos los estadios de primera división. El Machillo Ramírez nos había regalado el título 29 el diciembre anterior y en ese entonces ni sospechaba la sequía de títulos que se cocinaba a fuego lento.
Hace una década, esas simples y sabias palabras de mi tío, como el zapatazo del Zorro Hernández a Estados Unidos en la eliminatoria del Mundial del 2006, se quedaron rebotando entre los tres palos de mi mente, clavándome un golazo que me descolocó la rutina de ese día y que me acompaña hasta hoy.
Había escuchado la voz de Pilo desde siempre y hasta ese momento no había aterrizado en mi razonamiento que sus narraciones eran inigualables, que me habían hecho disfrutar del fútbol y sobre todo, que ya se habían acabado.
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Ya se me pasó bastante la fiebre por el fútbol y aunque algunos cardiólogos lo contraindiquen, mi cuota de partidos del año la lleno solo con algunos encuentros de la Liga. A pesar de esto, extraño oír zapatazo, cañón, penalitos, y cada vez que veo un fallo insólito se reproduce en mi cabeza y hasta en voz alta, un ‘no seas ingrato’.
Alguna gente argumenta que en los últimos años el fútbol se ha vuelto aburrido, mecánico, controlado y con nulo espacio para la creatividad. Esto no deja de sonarme a una nostálgica negación por dejar ir “el pasado que fue mejor”, pero a la vez, estoy convencido de que para mí y para muchos más, el adiós de Pilo Obando fue causa y síntoma de que sintonizar este deporte ya no esté en el top de nuestros pasatiempos.
Ser ‘Pilo’ toda una vida
En varias ocasiones relató que su apodo lo acompañó desde bebé, cuando su abuela lo bautizó como Pilón y en épocas escolares, por un cuento llamado Pilo y el enano, la n final desapareció y se consagró el sobrenombre que lo abanderó toda su vida.
Fue Pilo toda la vida, pues, junto a su mote, llevó su característica identidad a todos los destinos y situaciones en los que se encontró. Sin apariencias ni ganas de quedar bien, su personalidad regalaba espontáneamente lo mismo un chiste que una rabieta.
Nació en Cartago el 6 de junio de 1941, un año después de que Cartaginés se coronara campeón por última vez hasta 2022. Hijo de una maestra de escuela y un zapatero que padeció alcoholismo y “no fue responsable”, Obando supo desde niño el poder que tenían sus palabras.
Cuando tenía entre 10 y 12 años, vio cómo llegaron a dejar a su casa a su padre ebrio en una carreta, lo cual lo impactó tanto que decidió encarar a su papá al día siguiente.
“No sé qué le dije, pero desde ese día no volvió a tomar”, comentó en una entrevista con Yashin Quesada.
Se casó por primera vez en 1966, matrimonio del que procreó 6 hijos de los cuales solo 2 mantuvieron relación con el locutor durante sus últimos años.
“Patán, mal padre, mal esposo, andaba en juergas; eso me encantaría a mí cambiarlo, devolverme totalmente. Por lo demás, no, déjelo quedito, está bien ahí”, fue la dura autodescripción que realizó unos meses antes de su muerte, en el programa Las paredes oyen de Édgar Silva.
Aunque la gran mayoría de los ticos conocemos a ese personaje que a punta de dichos e ingenio construía castillos de buen humor; solamente quienes convivieron de cerca con el narrador, fueron testigos de la cal y la arena de la que estaba hecho.
Hernán Morales, quien fue su dupla estelar desde 1983, tuvo una relación muy cercana con el locutor y lo recuerda como una persona muy profesional, puntual como nadie y crítico con el trabajo realizado, siempre en busca de mejoras.
“Era muy directo, si tenía que decirte ‘Hernán, no me gustó lo que dijiste, póngale cuidado a esto’, él me lo hacía saber. Respetaba siempre el criterio de uno, pero si tenía que discutírtelo lo hacía, a veces me decía ‘¿Por qué no me contás mejor un cuento de vaqueros?’ y lo que quería decir es que no estaba de acuerdo conmigo”, rememoró el comentarista.
Explica que forjaron un lazo de amistad en los innumerables viajes que compartieron y asegura que nunca conflictuaron. Un factor que detalla como importante para la convivencia, es el hecho de no haber sido diaria sino únicamente en los días de partido, lo cual evitó un desgaste o la generación de roces.
“El momento más especial fue el Mundial de Italia 90, el canal hizo un esfuerzo para que viajáramos nosotros dos y el gerente, que además hacía de camarógrafo y vivimos grandes emociones. Recuerdo que nos perdíamos mucho buscando los estadios, aún no existía el Waze. Una vez le dimos como tres vueltas a Roma y no encontrábamos el camino, entonces estaba molesto porque había que llegar a registrarse, él en esas cosas era muy puntual, estaba siempre una hora antes de las transmisiones”, relató.
Por su parte, el conductor televisivo y actor Alejandro Rueda se convirtió en uno de los mejores amigos de Obando durante la última década de su vida, cuando en medio de una pausa en su participación en la tele, tuvieron un programa radiofónico llamado Rueda con Pilo.
Rueda afirma que conoció a un gran ser humano, muy desprendido y que la seriedad que muchas personas percibían de Obando en realidad era producto de la expectativa de la gente de encontrarse con alguien extrovertido, cuando el locutor mostraba esa faceta solo en confianza.
“A Pilo llegaba gente y le pedía cosas y aunque no tuviera se lo sacaba de su boca y se lo daba. Para ayudar, para hablar y para aconsejar, era especial. Muchos jugadores me decían que era medio mozote por los comentarios que hacía, pero yo les decía ‘conózcalo y verá que no es así‘”, relató el expresentador de TV Mejenga.
El sello inigualable de las narraciones
Antes de ser un referente de la narración deportiva de Costa Rica, Pilo estuvo persiguiendo su sueño de narrar por diferentes emisoras, mientras su verdadero sustento lo obtenía por su labor como empleado bancario. En esos primeros pasos en el micrófono tuvo la guía de figuras como Juan Martín Guijarro, Luís Cartín Paniagua y Jose Luis ’El Rápido’ Ortiz.
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“Tuve una universidad y unos catedráticos, que el que no es más o menos bueno, di, es un idiota”, expresó en Las paredes oyen.
Según explicó, la clave de su éxito estuvo en saber cómo llegarle al costarricense y consolidar un estilo sui generis que no se copiara de nadie más. Esto, afirmó, fue una enseñanza del narrador Jorge Pastor Durán, quien le aconsejó: “Pilo, usted narre como es, jamás se eche para atrás en algo que tiene pensado y tiene que decírselo a las personas”
Ese estilo lo mantuvo vigente desde 1960 en la radio y a partir de 1977 en la televisión. Aunque ya tenía 6 años recorriendo las cabinas de las emisoras cartaginesas Hispania y Radio Victoria, su primera transmisión fue en 1966, en un partido entre San Carlos y Cartago.
Fue como parte de un proyecto que emprendió junto a Jimmy Avendaño (a cargo de la narración) y Luis Humberto Ramírez. Los tres locutores viajaron hasta el cantón norteño para transmitir a Radio Rumbo aquel encuentro; sin embargo, al regresar a Cartago en horas de la noche, se dieron cuenta de que había fallado la transmisión.
“Hablamos desde las 9 de la mañana hasta las 2 de la tarde, solo los tres, no salió nada”, relató entre risas en el programa Íntimo, de Yashin Quesada.
Su nivel de exigencia se ejemplifica a la perfección durante la entrevista con Édgar Silva, en la que aseguró que siempre sintió que como locutor ‘era malo’ y se dio en escala del 1 al 10 una nota de “un 7, un 8, una cosa así”. Esa era su medida, sin punto medio, aquello que no estuviera dentro de la excelencia, para él calificaba como malo.
No obstante, así como los más virtuosos jazzistas mejoran su capacidad de improvisar a medida que dominan el instrumento; la chispa de Pilo no se vio opacada por el profesionalismo que imponía en sus transmisiones.
Bautizó a Mauricio Montero como el Chunche y a Rodrigo Cordero como Rocky. Acuñó frases icónicas como el ‘Apague y vámonos’ ante un golazo o el ‘¡Y no pitó!’ cuando un árbitro dejaba pasar una falta evidente.
Personalmente, considero que entendió como nadie la manera adecuada de narrar para televisión; Pilo no era una tarabilla radiofónica enfocada en repetir lo que claramente se ve en pantalla. Recuerdo muchas ocasiones en las que se quedaba en silencio durante unos segundos para dejar como protagonista al ambiente del estadio y, entonces sí, coronar el júbilo cantando el gol a viva voz.
Sabía descomprimir y sacar risas con sus comentarios en medio de algún partido intrascendente y aburrido, de los que muchas veces sobran en nuestro fútbol. También acompañar momentos tan insólitos del balompié tico, como el gol fantasma que ocurrió en un Limón-Alajuelense, en el 2011.
Yo estaba en mi casa y el colerón que sentí ante aquel grosero error bajó por completo cuando Pilo comenzó a recrear la conversación entre los árbitros: “Mirá la pelota entró, salió, volvió a entrar, volvió a salir, diay, dejémoslo así” y posteriormente con el “Diay, pero ¿cómo es esto?”
La huella en sus ‘Pu-Pilos’
Daniel Quirós y Óscar Segura son en la actualidad las dos voces que concentran el grueso de las narraciones televisivas de partidos de fútbol en Costa Rica. Ambos tienen en común haber tenido una etapa formativa (cada quien en su época) bajo la dirección de Manuel Antonio Obando.
A Quirós, Pilo lo llevó a Repretel a finales de los años 90, después de unos años de haber ejercido como periodista en canal 2. Según comenta, Obando era junto a Juan Carlos Pérez su principal referente en la narración desde épocas colegiales.
“Yo bajaba el volumen del televisor, escuchaba a Pilo y trataba de hacerlo como él lo hacía. Entonces, creo que mucha de la forma en que agarré mi estilo de narrar viene fundamentado de Pilo Obando. Al final de cuentas hice un balance de todo y encontré mi estilo”, afirmó.
El también periodista de Teletica comentó que siempre tuvo una gran admiración por el estilo entretenido y honesto que caracterizó a Obando y aplaude la manera en que logró imponer su sello a pesar de las presiones propias de la exposición mediática.
“Hoy día es muy difícil, uno tiene que ser muy comedido, educado y centrado en lo que dice porque repercute en el criterio de la gente y en el medio como tal, en el que trabajás y tenés que cuidar. No quiere decir que uno no pueda ser honesto en señalar las cosas, pero hay que ser más comedido”, señaló el comunicador.
Quirós asegura que aquellos primeros años con Pilo como jefe representaron un gran crecimiento profesional, no solo por poder absorber en primera línea de la narración de su ídolo, sino también por la exigencia que tenía como director de la sección de deportes de Repretel.
“La gente lo veía muy feliz y conmigo fue siempre muy especial, pero también era de carácter fuerte. Eso lo enseñaba a uno a tratar de hacer muy bien las cosas e ir mejorando para no verse a expensas de que él lo regañara a uno”, recordó entre risas.
Por otro lado, Segura inició como locutor de Repretel durante los últimos años de la carrera de Obando, turnándose entre los dos para narrar en los mismos partidos, en lapsos de 15 minutos. Esta medida fue implementada por el medio para hacer las transmisiones más llevaderas para Pilo, quien ya comenzaba a tener complicaciones de salud.
“Era una figura de mucho respeto, no es como que yo iba a contradecirlo en algo. A veces se le iba un poco más de los 15 minutos, pero yo no tenía ni la condición ni la experiencia para decirle ‘me toca a mí‘”, recordó el comunicador oriundo de Grecia.
Al locutor le tocó ser el recambio de Pilo en Repretel, proceso, que dice, no fue sencillo, tomando en cuenta el cariño de la gente y el reto tan grande que asumió con el Mundial de Brasil 2014.
“Era difícil adoptar el estilo que él tenía, porque se iba a ver como una mala copia. No fue fácil relevarlo porque mi estilo es diferente y él lo hacía todo muy agradable. Dentro de lo que me dejó, fueron esos detalles de agregar de vez en cuando algo divertido a la narración, porque el fútbol es entretenimiento”, concluyó.
De gritar goles a susurrar su adiós
La entrevista con Édgar Silva en el programa Las paredes oyen, publicada de manera póstuma, no fue solo la última que Pilo Obando brindó sino que también fue un espacio para verlo como nunca antes, empezando por el cambio en aquella voz que todos reconocíamos y que en ese entonces ya estaba mermada por sus padecimientos renales, cuestión que él mismo fue el primero en señalar. “La he perdido en alguna parte, no sé dónde la dejé porque no la puedo encontrar”, afirmó.
Édgar Silva enfatiza en que aquel cambio de voz se notaba aún más en persona y que gracias a la calidad de los micrófonos, pudo recogerse fielmente las declaraciones que Pilo “prácticamente susurraba”. También asegura que esa entrevista fue la más corta del programa, pues la recortó a medida que iba notando el cansancio del invitado.
Alejandro Rueda acompañó al narrador durante todo el proceso de su enfermedad, apoyándolo y asesorándolo, pues él había recibido un trasplante de riñón anteriormente. Él se enteró de la condición de salud de Pilo cuando vio una noticia en la que indicaban que era candidato a recibir un trasplante de riñón.
“Le pregunté que quién lo estaba viendo, quién era su nefrólogo y me respondió ‘¿Qué es eso?‘, le dije que son los médicos encargados de los riñones y me dijo que no había visto a ninguno”.
En ese entonces, comenta Rueda, Pilo tenía un tono de piel “raro” y se agitaba con mucha facilidad. Lo llevó con el médico que lo había atendido a él, quien se preocupó por la grave condición de salud y comenzó un tratamiento intensivo, que al final le significó recibir cuatro horas diarias de hemodiálisis, tres veces a la semana.
Para ese momento, Obando había bajado la pelota al piso y tenía un estilo de vida mucho más relajado. Había encontrado en la actividad religiosa una vía para canalizar las angustias del pasado y emprender un cambio en su forma de vivir y relacionarse con los demás.
“Estaba muy tranquilo, trabajaba, pero llevaba una vida con menos presiones que las que tuvo muchas veces en medios. Cada uno hace con su vida lo que le parece, él iba a su iglesia y me contaba, yo no compartía eso, pero él estaba muy contento, iba y daba charlas”, contó el ex TV Mejenga.
Según comenta Silva, Pilo estuvo muy anuente a participar del programa a pesar de que se canceló dos veces por su situación médica, por lo que incluso contaron con una ambulancia dentro del set.
“Le agradezco que haya confiado en mí para manifestar todas las disculpas que quería pedir de forma pública, ante la gente que él consideró que había ofendido. Para mí es más importante esa voz de perdón que el volumen para cantar los goles. Descubrí que detrás de su notoriedad, no supo disfrutar en lo personal y con sus seres queridos el éxito que todos veíamos”, expresó Silva.
El 23 de abril del 2014, dos meses y medio después de grabar esa entrevista, Pilo Obando falleció en el hospital San Juan de Dios debido a una complicación cardíaca a raíz del trasplante de riñón que recibió dos días antes.
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Rueda recibió la noticia por una llamada de su esposa, quien trabaja como farmacéutica en el centro médico. Afirma que significó un golpe difícil, pues aún mantenía la esperanza de que su amigo se recuperara y pudiera disfrutar de una buena calidad de vida.
“Fue duro porque yo creía que con esta segunda oportunidad iba a poder hacer cosas, ni siquiera narrar, sentirse bien y poder gozar de la vida. Yo sentí toda la pelea que dio en su enfermedad y eso te duele porque él hizo un gran esfuerzo”, declaró conmovido.
Hernán Morales llevaba un tiempo sin tener contacto con Pilo, luego de que este se retiró de las transmisiones por su salud. Se dio cuenta de la noticia por los medios de comunicación y la recibió con tristeza por el tiempo compartido y el distanciamiento que habían tenido, a pesar de no existir ninguna enemistad entre los dos.
“Perdí el contacto, él también se aisló y lo perdí un poco en ese aspecto. Tampoco hice mucho, tengo que ser sincero, no hice todo lo que quizá pude haber hecho para estar cerca de él porque yo sí lo considero mi principal formador en esto de los comentarios”, confesó.
Hasta la fecha de su muerte fue una alegoría; pues el día del libro del 2014 nos dejó una figura que fue un diccionario abierto para los millones de costarricenses que escucharon sus narraciones.
53 años de carrera, más de cuatro mil partidos narrados, Italia 90, campeonatos locales, críticas, enojos, conflictos y un sinfín de dichos; Pilo Obando dejó un vacío y a la vez una huella eterna en una Costa Rica que lo sigue teniendo presente, diez años después de su adiós.