Desde la salita ubicada junto a la oficina de doña Zarela Villanueva, se escucha su voz, que en ese instante es más bien la voz de una abuela. Atiende la llamada de Isabela, su nieta de cuatro años. Fue la pequeña quien la llamó para felicitarla porque “salió muy linda” en una revista. La abuela está orgullosa por la publicación, pero sobre todo por los halagos de la niña.
Ser abuela es solo una de las facetas, aunque no la menos importante, que ocupan la ajetreada agenda de esta cartaginesa;la otra –por la que estamos esperando en una de las salas del quinto piso de uno de los edificios del Poder Judicial– es la de haber sido elegida presidenta de la Corte Suprema de Justicia en mayo anterior.
El tema es noticia por la importancia del cargo, pero también porque esta instancia judicial no tiene mucha experiencia en eso de cambiar jerarquías: en los últimos 22 años, solo en dos ocasiones había sido sustituida la presidencia. Sin embargo, la relevancia también tiene tintes de género: es la primera vez que una mujer es nombrada en ese puesto en los 187 años de historia de la Corte.
Después de muchas risas y muchos “mi amor”, abre la puerta y sale aún emocionada por la conversación. Habla de sus dos nietas y sonríe. Parece que, en su caso, ambas acciones vienen juntas.
El traje de negro completo contrasta con su cabellera rubia, muy cuidada. También con el rosario-pulsera de oro que cuelga de su muñeca izquierda. Saluda de beso y sonríe.
Es una mujer bonita, y esto también llama la atención. Tiene una voz muy cálida, que se prolonga durante la conversación, pero cambia apenas comienzan las preguntas. No es que pierda calidez, pero sí tiene otro tono, uno institucional, más correcto, muy inclusivo y, en algunos términos, podría decirse... jurídico. Treinta y seis años laborando en el Poder Judicial dejan huella hasta en la forma de hablar.
La acompañan Sandra y Ana Lucía, dos periodistas que, por política de la institución, deben estar con ella durante las entrevistas, giras y otras actividades laborales. “La idea es dar acompañamiento a doña Zarela y a quien la entrevista”, explican. Ambas conocen la institución y están dispuestas a colaborar con cualquier dato que se requiera; no pierden pista, toman nota y usan una grabadora para registrar el diálogo.
Son ellas las que hacen la advertencia de que este podría ser el único encuentro con la magistrada, pues debido a su agenda, no habrá otras oportunidades ni posibilidades de entrevistarla en un lugar distinto a su oficina. Reuniones, almuerzos, sesiones, visitas, giras... así se va la semana. “¿Una hora será suficiente?”, preguntan.
Carrera a la presidencia
El 17 de febrero de este año, fallece don Luis Paulino Mora , presidente de la Corte Suprema de Justicia. Un resfriado se complica y troca en neumonía. Nadie lo cree. De un día para otro, la Corte se queda sin dirección, y encaminarse hacia una elección era algo que no estaba previsto. Por eso, el arranque para iniciar el proceso de encontrar sustituto, no es sencillo; se demora.
Tres meses después, comienzan a escucharse rumores de posibles nombres. Por un lado, está Zarela Villanueva, de la Sala Segunda, vicepresidenta de la Corte y presidenta en ejercicio; por el otro, José Manuel Arroyo, expresidente de la Sala Tercera.
Muchos dan por hecho que la presidencia se la llevará Villanueva, pero nada estaba más lejos de la realidad. Tras un lunes de sesión con cinco rondas y votos en blanco, surge una nueva contrincante: Magda Pereira , magistrada de la Sala Tercera.
Las partes llegan a un pacto. Arroyo decide dar su adhesión a Villanueva y el asunto se resuelve: pero, aun así, los votos apenas dan: uno en blanco, uno para José Manuel, ocho para Pereira y 12 para Zarela.
Ese mismo día, José Manuel Arroyo fue nombrado vicepresidente, mas él afirma que eso no estuvo entre los planteamientos de la negociación.
Villanueva es consciente de lo difícil que fue la elección: demoró más de lo esperado y ella no tenía apoyo pese a ser la vicepresidenta, así como la presidenta en ejercicio. Solo salió electa después de cinco rondas de votación, y de un pacto con el grupo opositor.
“El proceso de elección fue democrático. No había reglas claras y esto producía una incertidumbre más. También fue un hecho inesperado: no se había preparado con claridad a un sucesor ni a una sucesora. Hoy, el mundo no es de criterios iguales y esto obliga necesariamente al consenso”.
Su capacidad de escuchar a los demás es la virtud que resalta para salir adelante. “Después de que oigo y me informo adecuadamente, tomo las decisiones. La experiencia me enseña que nada impuesto es sostenible en el tiempo; solo son sostenibles los acuerdos, el convencimiento y las acciones que tengan un respaldo técnico. Mi presidencia tiene también como propósito rescatar todas las buenas ideas e impulsarlas, y creo que quien quiera hacer algo, tiene el espacio”.
Llegó el cambio
Estamos en la oficina que fue de don Luis Paulino Mora. Doña Zarela prefirió convertirla en una sala, se trajo los sillones de su antigua oficina y el escritorio lo ubicó en el saloncito de a la par.
El color amarillo que tenían antes las paredes lo cubrió con tonos en la gama de los terracotas y los beige . La enorme biblioteca que cubre de lado a lado una de las paredes, está aún vacía; solo hay una imagen de la Virgen de Fátima. También hay orquídeas en varios puntos del lugar... Poco a poco, las cosas van tomando otra apariencia.
El peso de ser la presidenta de la Corte Suprema de Justicia impresionaría a cualquiera, pero no a esta mujer que en 36 años ha pasado, según sus propias palabras, por todas las instancias del Poder Judicial.
Tiene una maestría en violencia social y familia de la Universidad Estatal a Distancia, es especialista en Derecho Agrario y licenciada en Derecho de la Universidad de Costa Rica. Además, formó parte de las jurisdicciones laboral, familiar, penal y civil. En octubre anterior, fue reelecta magistrada de la Sala Segunda , puesto que ocupa desde 1989, y desde el 2010 hasta este 2013, desempeñó el cargo de vicepresidenta de la Corte.
Es decir, postularse como candidata para el cargo de presidenta de la Corte era el paso a seguir en su carrera profesional, como ella misma lo afirma convencida.
Tampoco le es extraño el hecho de formar parte de la vida política de este país; le viene de familia. Su padre, Jorge Luis Villanueva Badilla, también es abogado; fue tres veces diputado y una vez presidente de la Asamblea Legislativa. Su hermano Luis Gerardo Villanueva es diputado y fue presidente de la Asamblea Legislativa durante el primer año de esta administración.
Además, dos de sus cinco hermanas son periodistas: una es Djenane Villanueva, presentadora de Las Noticias, de canal 11 y corresponsal de la cadena CNN; y Circe Villanueva, también periodista, se desempeña como embajadora en Colombia.
De sus hijos, Julio y Zarela Castellanos, habla largo y tendido. Son su mejor obra. El orgullo con el que se refiere a ellos la delata. Desde que enviudó, ellos son su círculo más cercano y quienes la impulsaron en su deseo de convertirse en la presidenta de la Corte.
En el tema de la crianza, hay mucho de justicia implícita: habla de negociación, de respeto y de dar oportunidades.
“A mis hijos nada les fue impuesto. En la casa, no soy rígida ni dura; los escucho y los respeto muchísimo. No he sido una mujer que impone en su casa disciplina rígida”, afirma. “Sé que lo que tengo verdadero es mi familia; trato de responder como ella espera, y no solo hablo de mis hijos”. Su núcleo cercano también lo conforman sus padres, hermanas, sobrinas, primas y primos.
Con la ayuda de sus hijos, dice, ha superado los momentos más difíciles en su vida, como la muerte de su esposo –tema del que prefiere no hablar– y el secuestro de la Corte, ocurrido del 26 al 29 de abril de 1993.
El autodenominado Comando del la Muerte tomó la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica y secuestró a su entonces presidente, Édgar Cervantes, a 19 magistrados y a cuatro empleados del Poder Judicial. Entre ellos, estaba la magistrada Villanueva.
Sin embargo, es un suceso del que asegura haber olvidado prácticamente todos los detalles. Solo recuerda que en su momento fue difícil porque sus hijos estaban pequeños y la muerte de su esposo estaba reciente. “No lo recuerdo especialmente, pero sí lo utilicé para fortalecerme. Con mis hijos, aprendí a darle una dimensión de valor. Puedo decir que lo usé para crecer”.
Se considera metódica, nunca sale de casa sin desayunar, se levanta temprano, lleva almuerzo al trabajo y trata de hacer ejercicio. Sin embargo, sus mayores cuidados vienen de su estrategia para “tratar de ser feliz y estar en paz”.
Vecina de las montañas del sur de Cartago, confiesa que esa fue la tierra de la que heredó “las ganas de trabajar, su fe, los valores, y la necesidad de vivir una vida sencilla y muy cercana a la naturaleza”.
Trabajo por delante
Ocupar la silla de don Luis Paulino Mora e igualar su gestión es un peso para cualquiera. Muchos hablan de su trabajo, de su integridad, de su legado. “Sí, es un cambio que se siente”, afirma.
Con el trabajo que se plantea quiere marcar la diferencia: una cultura de rendición de cuentas y de uso adecuado de los recursos públicos de la institución.
El trabajo ya comenzó con una evaluación del desempeño de los funcionarios. El resultado, afirma, pretende una disminución en la mora judicial que mejorará los servicios para la ciudadanía, entre ellos, en el tema de pensiones y de delincuencia.
“Un trabajador o una trabajadora que está esperando el pago de sus derechos y que necesite eso para su familia, requiere de una solución muy rápida. Espero que, con la adecuada utilización de los recursos, podamos obtener un resultado que se traduzca en una pronta solución al conflicto”.
La mujer y sus derechos también es un tema de interés pare ella. De hecho, participó en la creación de un juzgado especializado en violencia doméstica, el primero en América Latina. Otra temática que le interesa y que menciona con énfasis es el de las víctimas.
“Tengo el empeño de hacer las reformas que garanticen la efectividad de los derechos de las víctimas en todos los delitos. Si se produce un asalto en su casa, usted debe informarse y tener los mecanismos para acercarse al proceso con asesoría jurídica”, expresa.
Aunque todo ello llevará tiempo pues se requiere de una reforma legal, la presidenta se muestra muy positiva.