La reciente desaparición de 3,5 hectáreas de área boscosa en el refugio de Gandoca Manzanillo en Puerto Viejo de Limón ha puesto en las corrientes de opinión la novela de denuncia que Anacristina Rossi escribiera a finales de los años 90, obra premonitoria y, por algunos años, de lectura obligatoria en secundaria.
Como una noria macabra, la historia de la exfoliación de uno de los lugares más paradisíacos del país vuelve a saltar por los aires debido a la codicia de propietarios de esa zona, dispuestos a “volcar” el bosque para vender lotes y desarrollos urbanos en un área altamente sensible y, además, protegida por la legislación ambiental costarricense.
Sin proponérselo, Anacristina Rossi, la loca de Gandoca, es recordada en estos meses por su valiente denuncia y lo que eso significó para la región del Caribe Sur y por la organización de buena parte de sus habitantes, cuidar, resguardar y detener la codicia empresarial que quiere hacer de la naturaleza caribeña un desarrollo turístico que afectaría notablemente el frágil y bello equilibrio de Puerto Viejo, Manzanillo y Gandoca, las joyas verdes del extremo sur del Caribe.
Y como en Perfil queremos dar relevancia y voz a las mujeres que marcan historia en nuestro país, fuimos a la casa de Anacristina para conocerla más de cerca y aprovechar la última noticia relacionada con ella, el lanzamiento de su primera novela de ciencia ficción “Lalia”, que comenzará venderse este mes en las principales librerías del país.
P-¿Quién es Anacristina Rossi Lara?
AR: “Aprendí a leer sola a los 3 años y de los 3 a los 5 viví en la finca El Sauce en las faldas del volcán Turrialba y mi pasión era montar a caballo.
“Resulta que para subir a esa finca, el tren nos dejaba en la estación Túnel del Campo, en Peralta de Turrialba, que quedaba a la par de las fincas de cabuya de los Figueres y para subir hasta El Sauce se tardaban como 4 horas, por lo cual subíamos a caballo o en mula.
“Tenía mi propia yegüita, la primera se llamó Estrellita y la segunda Mimosa, y el de los caballos era mi abuelo quien siempre fue el encargado de los caballos hasta que murió.
“El abuelo José Rossi fue dos veces gobernador de Limón y se crió entre caballos, el campo y la naturaleza. Cuando mi madre se enojaba con mi papá, ella le increpaba que “su papá era un ‘domador’ de caballos”; pero en realidad era un hombre de fincas, fue gobernador y era un hombre muy culto.
“Tenía un caballo mítico que se llamaba “El káiser” y era el que corría más rápido en aquellos años y en la dictadura de los Tinoco le salvó la vida.
“A los 8 años, mi abuelo me contó la historia de El káiser, un día me llamó y me dijo ‘venga y apunte la historia del caballo porque usted va a ser escritora, yo lo sé’.
“La tirada es que yo perdí los papeles donde apunté la historia, aunque de algo me acuerdo; bien podría escribirla combinando ficción y recreación, especialmente porque mis investigaciones para escribir “Limón blues”, me llevaron a revisar los periódicos de Limón de 1903 a 1913 y de 1913 a 1929 –que no hay aquí porque la United Fruit Company los prohibió--.
“Sin embargo, pude indagar en el periódico de Marcus Garvey “The Negro World” que se encuentra en la colección Marcus Garvey Papers de la Universidad de Berkley (EEUU). Esa investigación está resumida en 16 cuadernos –escritos a mano--, con la que pude reconstruir la historia de Limón de la primera mitad del siglo XX y que me van a servir para trabajar mi siguiente novela”.
“Quiero recopilar los ensayos de Samuel Charles Nation, que se publicaron en el periódico “Limon Times”, escritos en un inglés británico exquisito y que reflejan el alto nivel de educación que esta oleada de afrodescendientes ostentaban”.
“Quiero recoger esos ensayos para que los chicos y chicas de secundaria puedan leer en inglés los ensayos de un afrolimonense que cuenta las discriminaciones vividas por esa población afro en ese periodo de la historia nacional, entre ellas la negativa a reconocer su nacionalidad británica y los efectos del traslado de la bananera al Pacífico que redujo drásticamente la mano de obra afrodescendiente a un 20%, entre otras cosas”.
Rebeldía estilo siglo XX
“Fui una adolescente muy rebelde de los años 60 y 70, con muchas ganas de escribir desde que un día mi papá me llevó a conocer el Liberty Hall –que le decían el Black Star Line— y me contó la historia de Marcus Garvey y me dije ‘yo tengo que contar esta historia’.
“Comencé a escribir pero a la gente que le mostraba mis escritos, no les gustaba y me bajaban el piso y eso me descorazonó mucho”.
“Además de rebelde, era extremadamente sincera y le decía a mis padres que era hippy, rebelde, creyente del amor libre y no en el matrimonio; no creía en los valores burgueses y por eso era militante del partido socialista porque, como Rosa Luxemburgo, me profesaba que el futuro del mundo era “socialismo o barbarie”.
“En esos años mi cabeza bullía de proyectos e ideas literarias, a mi padre no le importaban mis ideas y me apoyaba que estudiara, pero mi madre no quería porque decía que las mujeres intelectuales no encontraban marido.
“Tuve un novio de clase alta cuando tenía 15 años, pero cuando se fue a estudiar a EEUU, lo terminé por carta y entendió perfectamente mis aspiraciones y sentimientos. No se enojó y, por el contrario, me dijo que él sabía que yo era una mujer para otras cosas y no para lo que mi madre aspiraba para mí.
“Entonces me puse cada vez más rebelde y “sincericida” –término acuñado por ella que significa ‘sincerísima’—lo que sacó de quicio a mi madre quien le dio por mandarme a hacer exorcismos con un cura del Opus Dei y terminó sugiriéndole a mi padre: ‘mandala para otro lado, a estudiar a Europa’”.
P- ¿En qué consistía esa rebeldía?
AR: “Para mi madre, esa rebeldía se manifestaba en tener como novio a un chico barbudo, fachoso y con medallón de ‘paz y amor’ colgando al cuello, que me llevaba libros que, para ella, eran satánicos. Un día me llevó “Cien años de soledad” y mi madre lo quemó.
“Ella era muy conservadora y cerrada a pesar de que era economista de profesión, pero cuando se casó mi padre le prohibió trabajar por lo que se metió de lleno en los valores del ama de casa burguesa y nosotras sus hijas fuimos quienes pagamos su frustración.
“Fue entonces cuando mi padre me envió a estudiar a Londres pero no pude por no poseer todos los niveles de inglés, pero ahí coincidí con Marcela Aguilar –bailarina costarricense radicada en México--, quien me enseñó a cocinar, a llevar una casa y a hacer cosas maravillosas.
“Busqué otras opciones y me fui al consulado francés y me enteré de que en Francia me equiparaban mi título de bachillerato y que la enseñanza universitaria era gratis. Así que decidí trasladarme a Francia, no sin antes “perderme en el mundo” por seis meses siguiendo el consejo de Marcela, mientras iniciaba la universidad francesa –que arranca en setiembre de cada año--.
“Con la mensualidad que mi padre me pasaba, me fui en autostop hasta Grecia y ahí cogí ferry y arribé a Creta, pude apreciar el palacio de Cnosos recién excavado, con sus frescos en las paredes de mujeres montando toros con su cabellera al viento… Me pasé meses viajando y, gracias a un tour de la agencia Tomas Cook fui a parar a la ex Unión Soviética donde pude apreciar olas congeladas en San Petersburgo –antes Leningrado--, el Museo Hermitage, Kiev cuando Ucrania formaba parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y por supuesto, Moscú.
“Anduve sola y libre por muchos sitios de la Unión Soviética y pude compartir con mujeres rusas y conocer de primera mano los problemas cotidianos que atravesaban, como la escasez de vivienda y las dificultades de producir verduras para suplir todo el país. Todo fue maravilloso y conocí casi toda Europa con un presupuesto de $300 por mes”.
P- ¿Cómo llegó a la escritura?
AR: “Todo ese viaje fue parte de mi estudio del que salió mi primer novela “María la Noche” porque me moría por contar. De regreso a Londres me puse a escribir y llevaba como 45 páginas que di a leer a un poeta venezolano quien me dijo: ‘Anacristina, aquí hay una novela y una novela buena’.
“Si no hubiera sido por él, no sigo porque no creía que fuera lo suficientemente buena escribiendo; él me dio toda la confianza que necesitaba porque en Costa Rica nadie me había dicho que escribía bien.
“El único que hizo algo por mí fue Alfonso Chase quien un día me dejó en su apartamento el libro “Las olas” de Virginia Woolf y me dije: ‘si yo logro escribir una centésima parte de lo bien que escribe esta mujer, me daría por satisfecha’.
“Así empecé a creer en mí, pero era una semillita chiquitita, pero cuando el poeta venezolano reconoció mi primera novela, esa semillita germinó y fue así como se publicó “María la Noche” (1985, Editorial Lumen, Barcelona, España, y 1990 Editorial Costa Rica, San José, Costa Rica).
“Pasé sin escribir de 1985 a 1992, año en que publiqué “La loca de Gandoca”. Si me hubiera quedado en Europa, posiblemente hubiera hecho una carrera literaria más importante e internacional, pero me llamaba el bosque tropical, el mar, Limón, todo lo que había conocido de niña y Francia –donde fui a estudiar y pude sacar mis dos carreras, gratis--, estaba cambiando.
“Me devolví en 1988 de Francia y me fui a vivir al Caribe con mi novio de entonces, Bernardo Enrique Soto quien adoraba el Caribe. Nos fuimos primero a Cahuita y luego a Puerto Viejo y Manzanillo y cuando llegué aquí pensé: ‘he recorrido mundo y conocido lugares maravillosos, pero puedo decir que estoy en uno de los lugares más hermosos del planeta’.
“Salía un río rojo del bosque hacia el mar, porque las palmas del yolillo lo tiñen de rojo y estaba haciendo esnórquel y vi una fila de langostas, esponjas de colores y el arrecife –el que le llaman los de Cahuita el arrecife offshore--, hace que las olas sean más suaves.
“Un pariente político nos vendió un lote frente a la playa, y obtuvimos permiso de concesión del Ministerio Ambiente y Energía (Minae) para construir una casita con bosque adelante y atrás, adonde llegaba un oso caballo –especie que se extinguió en el país--.
“A los poco años apareció Dominic, la francesa que comenzó a talar el bosque para levantar cabinas y, según ella, hacer un bar discoteca, pero el Minae no le dio los permisos, así que construyó cabinas y por eso taló el bosque con el permiso de nuestras autoridades. ¡Nuestras autoridades no protegen los bosques!
De toda esta lucha nació La loca de Gandoca.
P- ¿Fue La loca de Gandoca un punto de inflexión en tu carrera como escritora?
AR: “Cuando empecé a alzar la voz por la destrucción de ese bosque alrededor de mi casa en Punta Uva, me amenazaron de muerte. ¿Y eso de qué les sirve a los afrocaribeños? Al perder sus tierras estará sucediendo lo que decía Tatiana Lobo hace varios años, pasarán de propietarios a mucamos, a barrer, a tender camas…
“Actualmente está el Frente Unido por Talamanca, un grupo de jóvenes que vienen a ser el relevo de quienes defendieron esas tierras del “desarrollo turístico” y que son afrocaribeños. Sus acciones tienen algunas cosas detenidas en este momento, pero ¿qué va a pasar con lo que ya está destruido?
“Cabe destacar que algo de la negociación que hubo para evitar la destrucción de los humedales por la que publiqué La loca de Gandoca, se respetó ya que los humedales que se han destruido hasta hoy se habían mantenido. Fue el Minae que obligó al padre de Alberto Pacheco Dent a respetar la zona protegida; pero ahora nada. Estamos viviendo una época convulsa. Se han construido muchas casas en zonas marítimo terrestres.
“En el 2008 tuve que vender mi concesión en Punta Uva porque trataron de matarme. Cuando era presidente don Abel Pacheco –que era muy amigo mío-- , le envié un fax donde le comunicaba que si aparecía muerta, tenía una lista de personas que podrían ser las responsables. Entonces me convocó a una reunión con el fiscal general y el fiscal ambiental, y pidió una investigación, me sugirieron que no fuera por unos meses a la casa de Punta Uva. El resultado de la investigación fue que si bien no había un plan concreto para matarme, un grupo había puesto a las comunidades en contra mía.
“Una persona cercana a mí escuchó una conversación entre desarrolladores de la zona donde decían que había que deshacerse de mí de cualquier manera por lo que decidí vender esa casa. Lloré por un año, del 2007 al 2008, la vendí y no volví por un tiempo.
“No podía convivir con la destrucción del ambiente, después de ver la quebrada Ernesto ser un remanso de aguas limpias, verla contaminada de aguas cloacales me causaba mucho dolor. Incluso, ahora hay hasta falta de agua y ya no llueve como antes.
“Al final, si yo me hubiera quedado en Europa y hubiera hecho una carrera literaria diferente, no hubiera llegado al Caribe a pelear por ese lugar, entonces, me tocaba.
“La loca de Gandoca” fue mi primera novela denuncia y un punto de inflexión en el sentido de que nunca había escrito una y quería que se supiera que lo que estaba sucediendo era real aunque recurriera a personajes imaginarios.
“Pero después vino una novela muy diferente que fue Limón blues y pasaron muchos años entre una y otra porque me fui a vivir a Holanda por la beca ‘Mujer y desarrollo’ que me dieron para estudiar en el Instituto de Estudios Sociales y por las amenazas. Al mismo tiempo conocí a Guillermo Lathrop –sociólogo chileno--, quien da la casualidad que daba clases en el sitio donde iba a estudiar. Nos enamoramos.
“A mí me dio mucho miedo cuando murieron los cuatro ecologistas de la Asociación Ecológica Costarricense (AECO) María del Mar Cordero, Jaime Bustamente, Oscar Fallas Baldí y David Maradiaga, luego de ganar una lucha en el Golfo Dulce contra la Stone Container (que pretendía construir un muelle astillero en Golfo Dulce, zona sur del país).
“Me fui para Holanda con Guillermo y empecé a investigar los pactos sociosimbólicos de la zona del Caribe para escribir “Limón Blues”. Por ejemplo, las mujeres bribri y cabécares son culturas matrilineales y matrilocales y trabajé por tres años con una fundación de la zona con las mujeres, lo que me permitió conocer esa forma de organización social.
“Me puse a investigar sobre Marcus Garvey, Limón y con periódicos de la época que copié a mano, para luego dedicarme a escribir; en total me tomó cuatro años investigar y dos años escribir Limón Blues que se publicó en el 2002.
“Esta es la novela que más amo, salvo la nueva de ciencia ficción Lalia, que se lanza este mes en San José”. (Ver recuadro)
P- ¿Cuál es tu oficio de escribir?
AR- “En mi caso es variable; intento dedicarle todo el tiempo posible fuera de las actividades que habitualmente hago para la universidad, para mis estudiantes o a mis mejores amigas y amigos.
“No soy de mucha vida social así que eso me ayuda. Y suelo escribir de noche, que es cuando se me ‘prenden’ las ideas y entonces me da la 1 a.m. escribiendo y al día siguiente me cuesta levantarme.
“Una agradece una pareja que sabe perderse en la noche y ser muy discreta y mi pareja Guillermo (Lathrop) –quien falleció hace unos años— era así; él se metía en su estudio a escribir y yo en el mío, y coincidíamos en la cama.
“Guillermo colaboró mucho con mi oficio de escritura; era mi primer lector y se encargaba de Florencia, mi hija menor, y mi hermana Gabriela cuidaba de Andrea, la mayor, y entre los dos siempre me ayudaron a contar con el tiempo suficiente para escribir. Este es un oficio solitario y duro.
“Admiro a los escritores, aunque sean comerciales, que pueden sacar libros muy seguidos, porque tienen una receta y nada más la aplican”.
P- ¿Es posible vivir de la escritura en un país como el nuestro?
AR- “Cuando María la Noche se tradujo al francés, un agente literario me ofreció traducirla a todos los países del mundo y le dije que no porque creí que eso me convertiría en una escritora comercial y no sabía que así es como las y los escritores se ganan la vida, con las ganancias de los libros traducidos.
“Lo ratifiqué cuando conocí a una escritora francesa que tiene 20 años de vivir de las traducciones de su libro, uno solo que fue un súper éxito.
“Era muy joven y muy ingenua, con mucho miedo a la literatura comercial y por eso dejé pasar semejante oportunidad. Ya no pienso así.
“Al dejar pasar la propuesta del agente, no logré traspasar fronteras y me arrepiento; pero hay que tener deontología con el agente literario porque muchos premios literarios son ‘arreglados’ por ellos para poder mover sus escritores a casas editoriales más grandes o influyentes.
“En EEUU el negocio literario funciona diferente, una tiene un agente, el Publisher y el Editor. El Editor ayuda a que tu novela sea mejor, la pule y la arregla, y el agente es el que presenta tu obra al Publisher que es el que publica. Este sistema hace más fácil ganarse la vida como escritora; en EEUU hubiera podido vivir únicamente de la escritura si le hubiera dicho que sí al agente que me contactó después de la traducción de María la Noche. En Costa Rica llamamos ‘editor’ al que publica”.
P- ¿Has sufrido en “síndrome de la impostora”?
AR- “No, tal vez porque he ido pasando de peldaño en peldaño y sé por qué estoy donde estoy ahora”.
P- ¿Se puede hablar de literatura costarricense femenina?
AR- “Diría que sí se puede. Hay escritoras de ciencia ficción muy buenas, como Jéssica Clark, Laura Casasa y Laura Quijano. Me gusta mucho Dorelia Barahona, Melisa Vargas que escribió una obra dramatúrgica”.
P- ¿Qué coincidencias y diferencias ves en los escritores “boomers” y las nuevas generaciones?
AR- “Las nuevas generaciones de escritores gustan de la ciencia ficción y el género fantástico y esa es la principal diferencia con respecto a los mayores”.
P- ¿Qué opinas del lenguaje inclusivo y no sexista como un instrumento ideológico para visibilizar con la palabra lo que el patriarcado oculta?
AR- “Creo en el lenguaje inclusivo absoluta y totalmente, y por eso me salí de la Academia Costarricense de la Lengua, porque lo atacaban mucho.
“He tratado de usar lenguaje inclusivo, pero aún no lo aplico del todo. Para mi próxima novela estoy pensando trabajarlo más”.
- Sus parejas: Nicolas Vincent (francés), Bernardo Enrique Soto (costarricense) y Guillermo Lathrop (chileno).
- Hijas: Andrea Vincent y Florencia Lathrop
Denuncia sobre el incesto
Sobre su penúltima novela Tocar a Diana (2019, Penguin Random House, Guatemala), Anacristina confiesa que es una obra que tuvo guardada por casi 30 años porque siempre fue la novela de denuncia sobre el abuso sexual de su abuelo, para cortar las cadenas de dolor.
“Sabemos que esas cosas suceden y hay que hablar de ello. Descubrí el abuso porque tenía una hipersexualidad y me preguntaba incesantemente de dónde venía, trabajé mucho en ello y descubrí lo del abuso sexual y eso me calmó”, explica.
Los tocamientos y abusos de índole sexual en niños y niñas provoca que a esas criaturas se les enciendan los sentidos antes de tiempo, sin saber qué está pasando.
Biografía y obras
Anacristina Rossi Lara estudió en Inglaterra, Francia y Holanda. Actualmente es profesora de Taller Literario, curso electivo de la Sección de Arte de la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica, el cual puede tomar cualquier estudiante en cualquier momento de la carrera.
Con algunas de sus obras ha ganado premios nacionales e internacionales como el premio José María Arguedas, de Casa de las Américas, Cuba, y la Medalla Presidencial del Nacimiento de Pablo Neruda.
Uno de esos cuentos, “Marea Alta”, obtuvo el primer lugar en los juegos Florales Centroamericanos.
Sus novelas:
María la Noche (1985, Editorial Lumen, Barcelona, España, y 1990 Editorial Costa Rica, San José, Costa Rica)
La loca de Gandoca (1991, Editorial Legado, San José, Costa Rica, 1991, y 2022, Editorial Costa Rica, San José, Costa Rica)
Limón Blues (2002, Alfaguara, Penguin Random House, México, y Editorial Costa Rica, 2018, San José, Costa Rica )
Limón Reggae (2007, Editorial Legado, San José, Costa Rica, y Alcalá Editores, 2008, Madrid, España)
La romana indómita (2016, Planeta, México)
Tocar a Diana, (2019, Penguin Random House, Guatemala).
Lalia (2024, Editorial Perro Callejero, San José, Costa Rica).
Ensayos:
“Sexo, sexualidad, erotismo” en Ensayos sobre Violencia (2013, Uruk, San José, Costa Rica).
“El corazón del desarraigo: historia de la primera literatura escrita afrolimonense”, en Historia de las Literaturas Centroamericanas, tomo IV (2009, F y G Editores, ciudad de Guatemala, Guatemala).
“Cambiar de sistema económico: un asunto de supervivencia” en Revista de Ciencias Sociales Nos. 128-129, Universidad de Costa Rica (2010, San José, Costa Rica).
Cuentos:
Situaciones conyugales (1993, Editorial Rei, San José, Costa Rica)
Ha publicado cuentos de ciencia ficción en las antologías Lunas en Vez de Sombras (2013, EUNED, San José, Costa Rica), Me vas a recordar (2015, EUNED, San José, Costa Rica) y Protocolo Rosslin, (2019, Editorial Costa Rica, San José, Costa Rica).
Ana Rana tiene sed, cuento para infantes, y El ternero, para jóvenes, publicados en el 2015 y relacionados con el cambio climático.
- Maquillaje y peinado: Danny Meraki, de Súper Salón
- Vestuario: tiendas Petipuá y En pausa. Enterizos marca Duve.
- Zapatos: Calzado del Barco @delbarcocr (Avenida Central San José, Multiplaza Escazú, Paseo de las Flores y Mall San Pedro).