Uno de los principales problemas asociados al párkinson es que no existe una estrategia definida para prevenirlo, ni tampoco medicamentos que ayuden a frenarlo o curarlo. Pero ¿qué pasaría si la dieta tuviera un rol en la prevención?
Es lo que buscaron descubrir investigadores de la Universidad de Harvard (EE.UU.), quienes hicieron un estudio que fue publicado ayer en la revista Neurology. El grupo descubrió que llevar una dieta saludable en la mediana edad, específicamente un tipo de dieta mediterránea, se asocia con un menor riesgo de presentar síntomas que preceden al párkinson.
Según los autores del estudio, algunos de estos síntomas predictores del párkinson son estreñimiento, somnolencia diurna, trastornos del sueño y depresión.
El doctor Juri destaca la gran cantidad de participantes del estudio. Para llevarlo a cabo, los científicos evaluaron a 47.679 personas, a las que les preguntaron sobre su dieta diaria cada cuatro años, a partir de 1980.
Además, en 2012, se les consultó si habían presentado alguna de las dos afecciones que son más comunes en los pacientes que luego son diagnosticados con párkinson: estreñimiento o un trastorno del sueño que implica agitarse o hacer movimientos mientras duermen.
Luego, los investigadores analizaron qué tanto habían seguido los participantes la dieta mediterránea alternativa, la cual es similar a la tradicional, pero incluye solo cereales y granos integrales y no considera lácteos. Ambas fomentan el consumo de frutas, verduras, legumbres y desaconsejan una alta ingesta de carnes rojas.
Finalmente, el estudio arrojó que quienes mantuvieron una mayor adherencia a este tipo de alimentación tenían 33% menos probabilidades de presentar tres o más de los síntomas que preceden al mal de párkinson. Esto quiere decir que disminuía también su riesgo de sufrir esta enfermedad a futuro.
Los especialistas consultados creen que los hallazgos son una “fuerte evidencia” de que una buena dieta puede ser un factor de protección frente a esta patología.
Claudio Hetz, director del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI), cree que la clave podría estar en ciertos componentes de la mayoría de los alimentos saludables. “Tienen aceites esenciales y vitaminas que tendrían un papel en la protección de las neuronas frente a ciertos daños”, comenta Hetz. “Por otro lado, comer esta dieta finalmente es dejar de consumir aceites supersaturados o químicos, moléculas que producen estrés oxidativo, lo cual se sabe que está totalmente relacionado a la enfermedad”, añade.
Los especialistas creen que el mensaje es claro: cuidar el envejecimiento a través de la dieta parece ser también una forma de proteger al cerebro, coinciden.