Respiro profundo y le pregunto a mi cuerpo si tiene hambre.
Si es hora de cargar baterías (ingerir energía en forma de alimento para poder seguir con mis tareas), el cuerpo me avisa con un vacío en el estómago.
Cuando el hambre es intensa, contesta con un tronar de tripas. Ese es el signo físico de que sí, ya es hora de comer.
Cuando le hago esa pregunta, la mayoría de las veces mi cuerpo me dice que no.
Eso sucede justo en el momento en que, supuestamente, tengo programado comer: a las seis de la mañana (desayuno), por ahí de las 12:30 del mediodía (almuerzo), o a las seis de la tarde (cena).
También pasa en los llamados tiempos de merienda. Sobre todo, cuando mi sitio de trabajo comienza a inundarse con ese olor a café “recién chorreado”, que abre el apetito, a media la tarde.
Preguntar a mi cuerpo si tiene hambre es una práctica que he estado haciendo, con mucha más frecuencia, en la última semana.
Es la primera recomendación sugerida por la nutricionista Rebeca Hernández, quien tiene un programa enfocado en la nutrición intuitiva.
Es tan sencillo que me cuesta un mundo. Esa es la verdad.
¿Por qué?
Porque mi mente está saturadísima de tantas cosas recogidas a lo largo de mi vida, que el ruido interno es intenso y genera interferencias que me dificultan comprender lo que mi cuerpo me está diciendo.
Pero quiero, y necesito, aprender a escucharlo para que sea él quien me diga si necesita recargar baterías o si, por el contrario, aquello que siento es solo un antojo o una respuesta a un momento de estrés, angustia o felicidad.
¿Por qué es importante hacerme esta pregunta?
Para no comer en automático, como lo he estado haciendo a lo largo de mi vida.
Para llenar las necesidades reales de este metro cuarenta y nueve de estatura en tiempo, cantidad y calidad de alimentos.
Porque, según me dicen, si llego a desarrollar el hábito de tomar consciencia de mi humanidad entera, la naturaleza fluirá sin frenos ni obstáculos y me guiará hacia lo que realmente es bueno para mí.
El siguiente paso, cuando logre dominar este, será preguntarme: ¿Como esto o mejor aquello? ¿Estoy satisfecha con lo que comí? ¿Estoy llena?