Hay personas que se ufanan de estar sanas por tener bajo peso o porque su cuerpo no muestra cúmulos de grasa. Incluso comen sin medida bajo la premisa de que tienen un organismo privilegiado. Sin embargo, los especialistas están alertando sobre un síndrome muy común, el de los llamados falsos delgados: personas que, aunque son flacas, presentan una condición de obesidad muy riesgosa.
Si usted es delgada y en su familia existen antecedentes de diabetes, enfermedades del corazón, presión alta o colesterol elevado, tenga en cuenta que podría padecer esta alteración conocida como el Síndrome de Tofi (Thin Outside, Fat Inside), es decir: ser delgado por fuera, pero gordo por dentro.
Según el médico colombiano Gabriel Robledo Kaiser, los llamados falsos delgados son individuos que padecen de obesidad, aunque su peso se encuentre dentro del rango normal. Por esta razón, no se libran de padecer las mismas alteraciones que atacan a los obesos mórbidos.
LEA MÁS: 5 malos hábitos que afectan nuestra salud
El endocrinólogo y experto en obesidad Iván Darío Escobar asegura que estas personas pueden sufrir de diabetes y enfermedades cardiovasculares severas, pues muchas veces presentan grandes cúmulos de grasa perjudicial a nivel visceral o en sus vasos sanguíneos.
Para la nutricionista Nohora Bayona, esta obesidad no visible generalmente se relaciona con una dieta pobre y desequilibrada, sumada a una vida sedentaria, con el agravante de que resulta muy difícil de detectar.
Robledo explica que el asunto es tan serio que se cree que una de cada cinco personas podría estar padeciendo el Síndrome de Tofi, lo que en rigor debería sumarse, desde el punto de vista epidemiológico, a las cifras de obesidad y sobrepeso, ya de por sí sobrecogedoras. Precisamente a partir de sus desenlaces, esta condición se ha convertido en objeto de estudio de varios centros de nutrigenómica y obesidad alrededor del mundo. En España, por ejemplo, se ha adelantado la búsqueda de marcadores de riesgo metabólico en los genes, con el fin de identificar la condición de manera temprana.
Apariencia vs. bienestar
Dicho grupo, dice Bayona, fue el que demostró que las dietas desequilibradas y ricas en grasas incrementan una proteína en el hígado, llamada KRT23, en personas y animales de experimentación con características de falsos delgados.
La proteína, asegura la nutricionista, ha sido descrita como la causa de una enfermedad hepática en humanos, y, al parecer, también puede incidir en este tipo de problemas.
Por su parte, otro artículo publicado recientemente en Food and Nutrition Research sugirió que un gen llamado CPt1A favorece la resistencia a la insulina y la formación de depósitos de grasa en el hígado y otros órganos, y proporciona, de paso, otra explicación genética al origen de los gordos-flacos.
El endocrinólogo Escobar manifiesta que esta situación multiplica los problemas, ya que siempre se ha relacionado la apariencia con el bienestar. En el imaginario común, se desligan las consecuencias de la obesidad en personas delgadas, algo que empieza por los mismos individuos afectados.

Lo anterior, asegura Bayona, ha llevado al mundo de hoy a obsesionarse con no tener un gramo de grasa en la barriga. Quienes cumplen con este requisito sin realizar ningún tipo de ejercicio, no ven la necesidad de realizarse un chequeo médico, lo que hace que las consecuencias sean más graves.
Los gordos metabólicos, como debería catalogarse a estas personas, obligan a combinar dos conceptos aparentemente antagónicos: delgadez y obesidad. A pesar de ser complicado de comprender, la situación exige entender que la obesidad está determinada por la concentración de grasa perjudicial en sitios vitales, así se tenga un peso normal.
En este sentido, Escobar ratifica que si bien para determinar si una persona tiene o no sobrepeso el indicador utilizado es el Indice de Masa Corporal (IMC), este no es el más efectivo, ya que la adiposidad en el vientre o dentro de las vísceras escapa esta relación de peso y talla; por esta razón el especialista sugiere modificaciones al respecto.
Para empezar, es necesario enfatizar que los obesos con peso normal padecen los mismos problemas que el gordo notorio, entre ellos tensión arterial elevada, resistencia a la insulina, diabetes, así como alteraciones cardíacas y vasculares.
“El dato que debería medirse por su relevancia es el porcentaje de grasa acumulada en el cuerpo”, dice Robledo.
Con respecto a esto, Escobar reafirma que el depósito de grasa cerca de los órganos vitales es más peligroso que tener sobrepeso a la vista. “Todo porque este tejido adiposo termina por envolver al corazón, los riñones, el hígado y el páncreas, sin que nadie lo note, incluso teniendo el abdomen muy plano”.
Ojo con estos factores
Para Escobar, además de los elementos genéticos antes descritos, hay otros factores que influyen en que una persona sea flaca y, al mismo tiempo, esté en riesgo. Entre ellos están el estrés, el sedentarismo, la alimentación centrada en carbohidratos y los antecedentes familiares. En esto hay que ser rigurosos, dice Bayona, puesto que la grasa visceral es más complicada de erradicar que la externa, no solo porque no se aprecia, sino porque en realidad es más dañina.
Lo primero, dice Gabriel Robledo, es que nadie puede referenciarse como sano por el solo hecho de estar flaco y, en este sentido, sugiere realizarse exámenes de sangre de manera regular para medir los niveles de grasas totales, colesterol, triglicéridos y azúcar, además de pruebas con imágenes (ecografías, radiografías o resonancia magnética) para conocer de manera directa la cantidad de grasa alrededor de los órganos.
Insiste en que toda persona que coma de manera desordenada, pero que continúe siendo delgada, debe ser evaluada por un profesional, puesto que es un indicio de esta alteración.
La grasa debe ser considerada un órgano
El Consejo de Investigación Médica de la Universidad Imperial, en Londres, determinó los parámetros de grasa normal de hombres y mujeres.
Los hombres deben tener 30 litros de grasa total y no más de 5,4 litros de grasa visceral. Por su parte, las mujeres pueden tener hasta 37 litros de grasa total y su grasa visceral no debe ser superior a 3,1 litros.
También sugiere que la grasa debe ser considerada un órgano, “ya que produce sustancias químicas y hormonales que afectan el estado de ánimo, la capacidad cognitiva y la fertilidad femenina”.