La menstruación, ese proceso biológico natural que ocurre cada mes en la vida de muchas mujeres, sigue generando tabúes, estereotipos y estigmas alrededor del mundo. Miles de mujeres y niñas que actualmente están menstruando carecen de productos de higiene. Para ello, están reutilizando productos viejos, usando periódicos, papel higiénico, calcetines, trapos, hojas, barro y otros elementos inadecuados para recoger su flujo menstrual.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), más de 1.800 millones de mujeres en el mundo se encuentran en edad de menstruar. Para tener una idea de lo que significa este número, bastaría con decir que, actualmente, casi un millón de mujeres andan con su periodo. Organismos internacionales calculan que 500 millones de mujeres en el mundo no tienen acceso a productos de higiene menstrual, gestión de residuos o condiciones apropiadas.
Precisamente, esta situación que viven muchas mujeres se conoce como pobreza menstrual, y no es más que la falta de acceso a productos de higiene sanitaria por problemas económicos. Para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) el concepto va más allá. Considera que la correcta implementación de higiene menstrual implica el uso de material limpio para absorber o recolectar material menstrual y que pueda ser cambiado en tiempo y forma, de manera privada con acceso a jabón y agua para higienizar el cuerpo y lugares propicios para el desecho de los materiales utilizados.
La gestión de los días de sangrado y el costo de menstruar genera mayores desigualdades que afectan especialmente a las poblaciones más pobres. Si se toma en cuenta que la menstruación suele iniciar entre los 10 y 15 años y termina entre los 45-55 años, y dura entre 3 y 7 días al mes, una mujer pasa aproximadamente 3000 días de su vida menstruando, lo que equivale a entre 7 y 8 años. Esto significa que una mujer a lo largo de su vida necesita utilizar más de 9.000 toallas sanitarias.
Casi una de cada 10 niñas latinoamericanas deja de ir a la escuela por completo, debido a que es incapaz de gestionar su ciclo menstrual de forma digna y saludable. En un lapso de seis años, las niñas pueden perder alrededor de 360 días de escuela.
Los datos del Instituto de Estadística y Censo (INEC) indican que en Costa Rica hay aproximadamente una población de 1.623.413 mujeres en edad reproductiva (10-50 años). Si pasamos estos números a lo que implica comprar estos productos, en un país como Costa Rica, se gastan un promedio de 12.000 colones al año en la compra de paquete de toallas sanitarias de 10 unidades. El acceso a estos productos puede considerarse incluso un lujo, especialmente en aquellas familias con ingresos básicos y en las que hay más de dos personas que los necesitan.
De acuerdo con la Unicef, cuando ellas tienen que usar materiales que no fueron hechos para absorber la menstruación, o no los cambian por lo menos unas cuatro veces al día, surgen problemas de infecciones e irritaciones de piel.
Esta situación, además de problemas de salud, vulnera otros derechos humanos como el derecho a la educación y al trabajo. La limitación de estos derechos está intrínsecamente relacionada con los precios de los productos de higiene femenina, que los convierten en artículos prohibitivos para millones de mujeres en todo el mundo, incluyendo Costa Rica.
Los problemas económicos no son los únicos, las mujeres y personas que menstrúan también tienen que hacer frente a la discriminación, que se traduce en las dificultades que supone andar con el periodo cuando el entorno no está habilitado para ello, especialmente en lo que respecta a espacios públicos, laborales y escolares.
En una conferencia sobre este tema, Pilar Bonillo, subdirectora y coordinadora de comunicación Period Guatemala, explicó que factores culturales, sociales, económicos, religiosos generan una vulnerabilidad en las personas menstruantes, por la poca información y el escaso o nulo acceso a productos de gestión menstrual.
Esta experta explicó que, en Costa Rica, como en muchos países del mundo, la menstruación continúa siendo un tabú, rodeada de mitos y estigmas. Esto a pesar de que más de la mitad de la población tiene o tendrá un ciclo menstrual
Un mal de muchas
“Las desigualdades sociales que existen en los países latinoamericanos provocan que muchas niñas y adolescentes que no cuentan con los recursos necesarios gestionen su menstruación con métodos no adecuados o, incluso peor, no puedan gestionarla y su vida se vea afectada, por ejemplo, dejando de asistir a la escuela”, comentó Paula Villaseñor, directora de Comunicación Corporativa de P&G Centroamérica y el Caribe.
Esta falta de acceso a toallas femeninas afecta la vida de diferentes maneras. En un lapso de seis años, las niñas pueden perder alrededor de 360 días de escuela, es decir, casi un año completo, debido a la pobreza menstrual.
Para muestra un botón: casi una de cada 10 niñas latinoamericanas deja de ir a la escuela por completo, debido a que es incapaz de gestionar su ciclo menstrual de forma digna y saludable. De acuerdo con encuestas realizadas por la propia Unicef en diferentes países de la región latinoamericana, un 55% de las niñas reportan no sentirse cómodas yendo a la escuela durante su periodo menstrual, 34,8% no saben nada de la menstruación antes de su primer ciclo, 45% no saben de dónde proviene el sangrado y un 73% quisiera tener acceso a productos gratuitos como toallas, papel higiénico, jabón y pastillas para los dolores menstruales.
Pero esto no solo sucede en países que se pueden considerar en desarrollo. Se calcula que, en Europa, un 46% de las mujeres admite haber faltado a la escuela por tener la regla y una de cada cuatro mujeres debe decidir entre la compra de productos de higiene íntima y alimentos.
En Estados Unidos, una de cada cinco niñas falta o deja la escuela por no tener productos de higiene menstrual y casi el 47% de las mujeres pobres (aquellas con ingresos por debajo de la línea federal de la pobreza), un número muy similar al europeo ha tenido que escoger entre la comida de un día y la compra de un producto de higiene menstrual. Una de cada diez mujeres en el Reino Unido no puede pagar el costo de las toallas higiénicas.
En febrero de este año, el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón llevó a cabo la primera encuesta sobre pobreza menstrual. Se les preguntó a tres mil mujeres de entre 18 y 49 años de todo el país sobre cómo obtienen sus productos de higiene menstrual desde el comienzo de la pandemia del nuevo coronavirus. El 8,1% del total dijo haber experimentado ocasional o repetidamente dificultades para adquirir estos productos, más del 10% ha padecido dificultades para comprarlos. A la pregunta de cómo solucionaban la falta de productos de higiene menstrual, el 50 % contestó que los utilizaba en menos cantidad o con menos frecuencia. Muchas contestaron que los reemplazaban con papel u otros productos, y los pedían regalados a sus familiares y compañeras del hogar. Se reveló también que el hecho de no poder conseguirlos les obligaba a aislarse del mundo.
Soluciones para la pobreza menstrual
La eliminación de la pobreza menstrual a nivel mundial se ha transformado en uno de los temas más promovidos por los grupos feministas en la actualidad, por su claro impacto en la salud y en el desarrollo de las jóvenes y mujeres.
Organizaciones como Period, dedicadas a luchar contra la pobreza menstrual en todo el planeta, considera que “las políticas existentes son limitadas y reducidas en cuanto a posibilidad de garantizar un desarrollo integral para las mujeres, es el caso de la menstruación. Hoy son pocos los países del mundo que han implementado procesos a nivel nacional que beneficien a las personas menstruantes”.
Una de las causas principales de la pobreza menstrual es la ya famosa tasa rosa, la cual deja en evidencia que los productos de higiene femenina son considerados un lujo y no un bien necesario para garantizar la salud.
En España el impuesto aplicado a toallas sanitarias y tampones es del 4%, en Argentina es del 21%, en Estados Unidos el impuesto va del 4% al 9% dependiendo del Estado, en Costa Rica solo las toallas sanitarias delgadas se encuentran incluidas en la canasta básica tributaria. Por tanto, es el único producto de higiene menstrual que el cobro de su impuesto se reduce al 1%.
En los últimos 10 años países como Canadá, Sudáfrica, Ruanda, India, Colombia y Reino Unido empezaron a facilitar el acceso a productos de gestión menstrual a través de la reducción o eliminación del Impuesto sobre el Valor Agregado (IVA). En América Latina, estos productos son considerados de primera necesidad en apenas 9 de 31 países.
Colombia fue el primer país latinoamericano en eliminar este impuesto a los tampones y las toallas higiénicas. Actualmente, en Costa Rica, existe un proyecto de ley en la Asamblea Legislativa que, entre otras cosas, busca reducir al mínimo el IVA de todos los productos de higiene menstrual.
Sin embargo, la reducción de los impuestos no resuelve el problema. “El problema de la pobreza menstrual concierne educación, acceso a productos, infraestructura y legislación. Los impuestos pueden ser una parte del problema, pero no es el principal, la labor para erradicar la pobreza menstrual debe hacerse en todas las áreas” explicó Paula Villaseñor de P&G.
Las ONGs que trabajan en el terreno son conscientes del drama al cual se enfrentan las mujeres cada mes. Organizaciones como Period proponen “el acceso a insumos de gestión menstrual de manera sostenible, igualitaria y gratuita, incluidas las opciones desechables o reutilizables tales como: toallas sanitarias, tampones, copas menstruales, esponjas marinas, ropa interior absorbente y todo producto menstrual que pueda desarrollarse en el futuro”.
Para esta ONG, la gestión menstrual es clave “para garantizar nuestras calidades de vida y decidir cómo gestionar nuestra sangre, también es un acto de dignidad”.
Durante los últimos años, en apenas cuatro países del mundo se han tomado medidas más allá de la reducción del IVA. Escocia fue el primer país en el mundo en dar acceso sin costo a toallas sanitarias y tampones. Desde el 2018, este país entrega insumos menstruales sin costo en escuelas y universidades. A esta iniciativa se sumó Francia y Nueva Zelanda, que también hacen entrega de productos menstruales sin costo en sus escuelas y universidades para reducir el abandono de las aulas.
Por eso, iniciativas como la campaña Chica ayuda a Chica suponen un rayo de luz para avanzar en la consecución de un nuevo modelo de consumo que respete y promueva el acceso de todas las mujeres a estos productos básicos de higiene menstrual como una cuestión de dignidad. Esta campaña liderada por Always busca dotar de toallas femeninas a las comunidades más vulnerables, incluyendo de Costa Rica. “Desde hace 10 años, la compañía lleva a cabo programas de acceso a productos de higiene sanitaria. Se han entregado más de 100 millones de toallas femeninas a las niñas que más las necesitan en todo el mundo y en Latinoamérica, gracias al apoyo de miles de latinoamericanos, hemos logrado donar más de seis millones y tenemos planeado entregar 1,5 millones más este año. En Centroamérica y Caribe esperamos donar más de 100 mil”, explicó Paula Villaseñor.
Solo en Costa Rica, esta campaña ha donado más de 70.000 toallas sanitarias en los últimos dos años. Para ello se han sumado esfuerzos con Asociación Siembra.
“En Asociación Siembra conocemos, de primera mano, las dificultades que enfrentan las niñas durante la pubertad con el manejo de su menstruación y sabemos cómo afecta la falta de acceso a la información y a los productos de higiene femenina, señala Milena Romero, directora ejecutiva de Asociación Siembra.
Queda mucho por hacer, pero, afortunadamente, la pobreza menstrual es un tema del que poco a poco se comienza a hablar.