Las cifras detallan que una de cada cinco mujeres embarazadas sufren de un aborto espontáneo durante las primeras ocho semanas de gestación. También de que el 50% de los embarazos pueden no llegar al segundo trimestre.
La pérdida temprana en el embarazo es un padecimiento más común de lo que se piensa, pero no se habla de ello con frecuencia.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el 12% y 15% de estas pérdidas se dan cuando el embarazo está clínicamente comprobado.
"Existe por ejemplo el caso típico de la paciente que tiene un retraso menstrual pero no se hace la prueba de embarazo y posteriormente tiene un sangrado más fuerte de lo normal y con más dolor. Esta situación, si bien no es exclusiva, puede tratarse de un microaborto", explicó el ginecólogo y obstetra Luis Diego Carazo.
Según Carazo, un porcentaje alto de las pérdidas gestacionales en el primer trimestre se debe a un problema cromosómico.
Influyen también las enfermedades de la madre como problemas endocrinológicos (hipotiroidismo o diabetes descompensados), problemas autoinmunes como lupus, trastornos de coagulación como el Síndrome Antifosfolípido y enfermedades infecciosas como toxoplasmosis o citomegalovirus (CMV), entre otras afecciones.
El consumo de sustancias como licor, tabaco u otro tipo de drogas, así como la exposición a tóxicos ambientales, tienen una influencia importante sobre la posibilidad de perder el embarazo.
Otra causa puede relacionarse con la edad. La edad ideal para tener hijos es entre los 18 y 35 años. Los embarazos concebidos fuera de ese rango tienen también mayor riesgo de tener una mala evolución.
Recuperación
Desde el punto de vista físico las consecuencias son pocas en la mayoría de los casos. Las pacientes que lo sufren y que ameritan un LUI (Legrado Uterino Instrumental) pueden reintegrarse a su vida habitual pocos días después.
En el área emocional es mucho mas complejo. Hay mujeres que logran adaptarse más rápido mientras que otras requieren incluso apoyo psicológico profesional para superar el duelo de la pérdida.
"Las familias continúan siendo la fuente principal de apoyo ya que proporcionan la atención necesaria y el apoyo emocional, compensando, tal vez, las deficiencias de los servicios de atención formal, hasta un cierto alcance", asegura un estudio de la OMS.
Este estudio detalla también que el 30% y 50% de las mujeres que sufren la pérdida presentan síntomas de ansiedad y entre el 10% y 15% síntomas depresivos y que continúan por los siguientes 4 meses. A estos se les suman sentimientos de aflicción y culpabilidad.
"El hecho de tener un aborto espontáneo no aumenta el riesgo de tener otro. Una mujer que tiene una pérdida tiene el mismo riesgo de abortar en su próximo embarazo que una que nunca lo ha experimentado", aseguró el doctor Luis Diego Carazo.
Según los expertos, cuando la pérdida se produce de forma temprana y la mujer no requiere el legrado -mejor conocido como un raspado- no existe una contraindicación para que vuelva a embarazarse de manera rápida desde el punto de vista físico. Cuando sí lo amerita, es conveniente dejar pasar al menos seis ciclos para que la cavidad endometrial se recupere y tenga mejores posibilidades de éxito.
Si la paciente se encuentra nuevamente en estado de embarazo muy pronto después de un LUI, sí existe más riesgo de tener de nuevo una pérdida.