Gracias a Dios no soy Jennifer Lawrence ni estoy cerca, nada cerca, de serlo. La diferencia está en que a ella le roban unas fotos, yo se las regalo; ella es famosa, a mí me conoce mi mamá; ella es guapísima, yo soy yo. Es lo que hay.
Me tomé una foto con poco ropa, la subí a Internet y no tengo problemas con ello. Ni uno solo. ¿Vanidad? Sí. Totalmente. No encuentro mejor razón que no sea esa. Sin embargo, de todos los pecados, este es mi favorito. Además, como ya he dicho antes: no se debe satanizar la vanidad sino el exceso de ella. Siglo XXI: era de la vanidad hecha selfie.
Hay otro tema que es, quizá, el único que me interesa: la autodeterminación sobre nuestro propio cuerpo. Esta soy yo, señores: la que publica una foto, la de pelo largo y la de busto escaso. Nada que esconder. Nada que reprochar.
Las reacciones de algunas personas son las que me llevan a escribir este texto: que mucha piel, que por qué razón, que debería ser algo que quede en la intimidad..., pero que no la borre porque está bonita. Sí pero no. No pero sí. Mientras unas fotos de desnudez son un escándalo, otras son arte. ¡Decídanse, carajo!
Este texto es un ruego: seamos felices. Si te gusta la foto, dale like; sino, no le des. ¿Llegará el momento de la madurez digital? ¿O seguiremos robando las fotos de Jennifer Lawrence? ¿Dejaremos que los demás publiquen sin molestar a nadie? ¿O molestaremos a todos los que publican? Siglo XXI: época de selfies, época de bullying.