Alexandra Latishev inició estudios en filología en la Universidad de Costa Rica. En su primer año un curso apreciación de cine con María Lourdes Cortés, le replanteó todo el panorama: en Costa Rica era posible hacer cine y desde ahí contar realidades. La vena artística se inyectó de emoción y al poco tiempo se encontraba cursando la carrera de cine en la Universidad Véritas.
En estas paredes universitarias que muchas veces se convierten en estudios de rodaje conoció a profesores que se convirtieron en sus primeros empleadores: las cineastas Paz Fábrega, Hilda Hidalgo y el cineasta Neto Villalobos; quienes marcaron su proceso de crecimiento creativo, pero también le ayudaron a adquirir experiencia.
Con Neto Villalobos trabajó en el ámbito de la publicidad por algunos años, como asistente de dirección. De ahí rescata cómo aprendió a lidiar con niveles muy altos de estrés y mucho sobre producción. Sin embargo, topó con techo en su anhelo de ser directora y quería también salirse de ese espacio encasillado de asistente. Esto a pesar de que ella explica que nunca calzó en lo que la gente piensa cuando se imagina un director de cine: una persona con un carácter muy fuerte y que siempre está pegando gritos.
Lo cierto es que en busca de su propio método de producción, Latishev decidió alejarse del mundo de la publicidad. Encontró un trabajo en el Centro de Tecnología y Artes Visuales (CETAV) del Parque La Libertad y de la misma manera, el tiempo necesario para elaborar sus proyectos personales.
No fue fácil porque tuve que idear su propia dinámica y equipo para empezar en ese camino diferente. Pero sin lugar a dudas le ha funcionado, su reciente largometraje que llega al cine este mes, Medea, ha cosechado éxitos en festivales de cine de alto calibre. Tales como el Festival de Cine de San Sebastián, el BAFICI en Argentina, Festival Internacional de Cine de Varsovia, entre otros. En el país, Medea fue nombrada la Mejor Película Nacional y la Mejor Película Centroamericana en el Festival Internacional de Cine de Costa Rica del 2017. Más recientemente también se llevó el Premio Nacional en Cultura en Mejor Producción y Mejor Dirección.
Alexandra Latishev busca que sus propuestas salgan de un lugar muy personal y sin proponérselo ha notado que son películas muy políticas, porque el poder está involucrado en todo a nuestro alrededor.
“Medea aborda mucho el tema del cuerpo y la autonomía del mismo, partí de una cosa muy personal que yo sentía de vivir en un cuerpo ajeno porque no sabía cómo verbalizar lo que sentía. El cine ha sido una herramienta para comunicar esas cosas que no puedo poner en palabras”.
Este sentimiento de cuerpo ajeno es el algo que empapa al personaje de María José, protagonista de esta historia, la importancia de la autonomía del cuerpo, el aborto y la maternidad. Pero que también se tratan temas de empatía, “a veces hay cosas que tenemos al frente que no queremos ver porque justamente esas cosas dicen cosas horribles sobre nosotros mismos como sociedad”, explica Latishev.
“La idea de esta película no es adoctrinar, no quiero decirle a nadie lo que tiene que pensar o sentir. Simplemente pongo un problema sobre el panorama, pongo en escena algo que está sucediendo, que pasa y mucho –aunque les puede parecer inverosímil– y que el espectador decida que quiere hacer con esa información, ojalá genere discusión,” concluye sobre lo que espera obtener de su primer largometraje de ficción.
La cineasta toma postura “invertir en cultura es invertir en identidad, es como una manera de exponer conflictos. Decir cómo estamos percibiendo el mundo y cada generación debe tener ese registro de cada época”.
Los temas que Latishev propone son sobre necesidades comunicativas, de visibilizar seres o conflictos invisibles que tienen mucho que decir aunque incomoden. También es decisiva con sus posturas sobre las luchas feministas que tenemos encima, pero entiende la contra revolución que existe con cada movimiento de progreso y que hay mucho por hacer para estar en igualdad de condiciones.
También alienta una industria fílmica llena de sororidad. “Yo veo mujeres muy talentosas con muchísima fuerza y potencial. Siento que también se pueden sentir un poco amenazadas por un entorno que les dice que tienen que ser de cierta forma. Es palpable el apoyo con otras mujeres jóvenes cineastas y trato de incentivarlo”.