A sus 26 años, Ana María Porras se encuentra cursando la universidad para llegar a ser odontóloga. Se puede decir que se trata de su segunda carrera, pues la primera la inició hace 15 años, cuando se empezó a formar como atleta.
Con el apoyo de sus padres, a los 11 años comenzó a correr sus primeros metros y se unió al equipo de Santa Ana, que en ese momento entrenaba justo al frente de su casa.
"Era algo bonito porque estaba pequeña y me divertía, lo disfrutaba. En aquel momento obviamente no era competitivo. Las carreras que hacia eran en la escuela", recuerda Porras entre risas.
A sus 13 años pasó a ser parte del equipo de Belén, portal que le permitió visualizarse como profesional y donde conoció al entrenador que la acompañaría hasta el 2014.
"Dicen mis papás que desde niña me gustaba ver las carreras por televisión y decía que cuando fuera grande quería estar ahí".
Precisamente eso fue lo que hizo Ana María, persiguió sus sueños en el deporte y se convirtió en uno de los orgullos costarricenses.
Entre sus logros destaca la medalla de oro que obtuvo en salto en vallas en los juegos Centroamericanos y del Caribe en Puerto Rico en el 2007, y su clasificación a los Panamericanos. Pero su mayor éxito, asegura, lo alcanzó en los Centroamericanos de San José en el 2013.
Aquella competencia fue el trampolín en su carrera como atleta. Ahí ganó el heptatlón, que consta de siete pruebas realizadas por el mismo atleta en dos días consecutivos. En la categoría de salto largo quedó en segundo lugar en los 100 metros con vallas. A partir de ahí recibió más apoyo por parte del Comité Olímpico Nacional, ya que hasta ese momento eran sus padres los encargados de financiar lo necesario para sus presentaciones y entrenamientos.
Una pausa obligada. En el 2014 luego de pasar dos meses en Cuba en un campamento deportivo asistió a los Juegos Deportivos Universitarios Centroamericanos en Managua, Nicaragua, ahí un mal salto le provocó una luxo fractura del tobillo izquierdo, ruptura de ligamentos y fractura del peroné. Lo que se tradujo en un alto en su carrera.
"Una no espera que le pasen esas cosas, una está expuesta a un tirón o un desgarre, es lo máximo que piensa que le va a pasar. No lo podía creer porque no es una lesión común", recuerda la atleta, quien confiesa es imán de los accidentes no tradicionales.
"Una vez estaba lanzando jabalina en un entrenamiento y por ir viendo para otro lado cuando iba a juntarla se me clavó la jabalina en la pierna. Se hundió como dos centímetros, nada más. Me suturaron y estuve como una o dos semanas sin poder correr".
Las secuelas del accidente en Nicaragua no fue de un par de semanas, sino de dos meses en los que no pudo caminar; además de un largo proceso de recuperación.
Porras no solo vivió un cambio importante en su rutina de vida. Ese momento de descanso, como ella le llama, fue útil para replantear sus metas, comenzar con un nuevo entrenador: Emmanuel Chanto, quien la acompañó en el proceso de recuperación y ahora la entrena dos veces al día todos los días.
"Hubo un tiempo en que estaba cansada de entrenar duro y que las cosas no salieran. La pausa por el accidente fue un tiempo preciso que Dios me mandó para pensar en lo que estaba haciendo. En ese momento fue duro porque yo quería ir a los juegos Centroamericanos de Vera Cruz, pero bueno, Dios sabe porqué hace las cosas".
Si bien hubo tristeza y dolor, el descanso la llenó de energía. Porras asegura que este 2015 "ha sido bastante exitoso". Ya el pie no le duele y lo mejor de todo es que no le quedaron traumas después de aquella caída.
Fuera de la pista. La disciplina que requiere para el entrenar la mantiene en todo momento, especialmente en la universidad, donde se esmera por mantener buenos promedios. Asegura ser una persona muy dedicada, ordenada y aunque con un poco de pena lo admitió dice ser "dulce".
Porras aún posee el récord costarricense como heptatlonista, disciplina en la que se especializó. Este mes de mayo será su regreso oficial luego de una caída que le dio más fuerzas para seguir su pasión sobre la pista.