“ ¡ Wow! ¡Qué mal veo esta espalda!”, fue la catastrófica expresión del médico cuando colocó la laminita de los rayos x de la columna de Leilani contra la luz. De manera simultánea se desencadenó el llanto. La cosa rara en la espalda de Leilani era un músculo que estaba expuesto por la rotación de la columna y con los exámenes se comprobó que tenía dos curvaturas muy grandes. El diagnóstico: una escoliosis severa. Acto seguido, el especialista comenzó a sacar fotos de corsés antiguos, que iban del cuello a las piernas, para ilustrar las medidas que la niña debía adoptar. Después continuó con algunas imágenes de la cirugía, que según su recomendación, tendría que programarse lo más pronto posible.
Leilani vive el surf con la disciplina impecable de los deportistas de alto desempeño, esa cita con el doctor la recuerda y la repasa como si se tratara de una meta. Una gran ola que hay que dominar.
Toda su vida –que recuerda– ha surfeado (sus padres aseguran que empezó desde mucho antes) y compite desde los 8 años. Había decidido que quería dedicarse a este deporte de manera profesional cuando le diagnosticaron la escoliosis. “Yo ya había empezado a salir con el surf y hacer algo con eso. Si se realizaba la cirugía, en la que se involucraban todos los músculos, pierdes mucha movilidad y es un año de reposo”.
“Muchas personas con esa gravedad de curva tienen mucho dolor y no aguantan, entonces se les practica la cirugía. En mi caso era diferente porque no tenía dolor, sólo una curva muy grande”, recuerda. El apoyo de la familia de Leilani fue fundamental para que siguiera surfeando y optó por no operarse.
Hoy Leilani tiene 15 años y es parte de la Selección Nacional de Surf, que en julio se llevó el máximo título otorgado por la Asociación Internacional de Surf (ISA) a este deporte por equipos. Es la subcampeona mundial en la categoría Open Femenino, que se llevó a cabo en esa misma competencia en playa Popoyo de Nicaragua. Obtuvo medallas en el Mundial Junior de Surf en Ecuador en dos categorías diferentes, siendo la única persona que ha logrado eso en un evento similar. También ganó el Groom Search en Brasil, un evento que usualmente es la antesala al descubrimiento de grandes estrellas.
Usa el corsé solo para dormir, cuando el cuerpo crece más, al principio, sin embargo, tenía que usarlo siempre que estuviera fuera del agua. En los últimos años, a esta chica de Pavones la han perseguido terapias especiales, rutinas hechas a su medida y ante todo, malo o bueno, lo que prevalece en su mente es la convicción de surfear.
También la asedian las preguntas de los curiosos y las expresiones de asombro cuando explica lo que tiene. “La verdad asusté a muchas personas enseñándoles las fotos de los rayos x. Pero desde ese momento la escoliosis empezó a ser una parte de mí y me ha hecho una persona que le ha encontrado más gracia a la vida, le veo las cosas lindas porque en cualquier momento puede que me tengan que hacer la cirugía y dejar lo que quiero en pausa, o dejarlo por siempre, no se sabe”.
En algún momento Leilani decía que iba a ser veterinaria —“¡Como cualquier chica!” — agrega entre risas —y consideró también estudiar biología marina, pero ninguna de esas aspiraciones superan su pasión por el mar, al cual se quiere dedicar toda la vida. Toda la familia surfea y sus papás se conocieron gracias al surf. El surf es su vida.
"Mi papá nació en Inglaterra pero a los 2 años se mudó a California. Vivía en la playa. A él y a sus hermanos siempre les gustó la playa y empezaron a surfear ahí. Mi mamá comenzó como a los 15 a surfear allá también, pero no fue sino en Costa Rica que se conocieron. Supuestamente él estaba surfeando y ella vino en un surf trip con las amigas, ahí conoció a mi papá. Después volvieron y se conocieron más y comenzaron a salir".
Leilani nació en la casa y durante dos días no tuvo nombre. Se iba a llamar Luna, pero su mamá cambió de parecer al conocerla. Su nombre es hawaiano y significa “flor del cielo”.
Desde que era bebé las olas la revolcaban. Al año y medio ya estaba en la tabla con su papá y a los 5 ya podía subirse solita. Entre los 8 y 9 agarraba las olas sin que la empujaran.
No precisa un momento particular que la convenciera de surfear, siempre fue algo muy natural. “Sólo recuerdo divertirme mucho con toda mi familia. Estar en el agua y estar haciendo cosas vacilonas. Al principio no era por competir, era por diversión y por estar en el mar con mi familia y ser parte de eso. ¡Todos surfeaban y yo no me iba a quedar afuera! Comencé a hacerlo y lo comencé a amar”.
Lo que en un inicio era diversión luego se volvió más serio. A los 8 años su hermano mayor Noé Mar, que entonces ya tenía 12, estaba compitiendo y Leilani se contagió. Hizo todo el Circuito Nacional de Surf y tres años después fue a su primer Mundial de Surf en Perú y al Open en Panamá.
La casa de Leilani está a unos metros de la playa. Su ubicación privilegiada le permite asomarse por las mañanas para ver cómo están las olas. Vive como a una hora y pico de Golfito, Pavones es una playa del Pacífico Sur costarricense. Ha surfeado en China, Perú, Estados Unidos, Nicaragua y otros países, pero su favorito sigue siendo Costa Rica, donde aprendió a hacerlo.
Sus papás tienen un hotel y ella se divide el día entre estudiar, surfear, ejercitarse, surfear, salir con las amigas y surfear más. La chica de 15 años es una atleta disciplinada. Empieza su día mirando el mar: así define si lo primero será consumirse en sus libros o en el agua.
Asistió a la escuelita pública de la comunidad desde el kínder hasta el cuarto grado. Para entonces Noé ya había terminado el sexto nivel y como el colegio queda muy lejos y quería surfear más, optó por estudiar desde la casa. Leilani se contagió.
“Mi papá me dijo que no, que iba a extrañar a los amigos y que si estudiaba desde casa al segundo mes ya iba a querer volver, pero cuando empecé a hacerlo fue cuando empecé a surfear más y más. Entonces ya no quería volver a la escuela. Podía estudiar y jugar con mis amigas en la tarde después de hacerlo y surfear después”.
El sistema en casa le ha funcionado. Todos los días saca tiempo para leer las materias, ver vídeos, hacer exámenes.
“Ahorita estoy en décimo estudiando un programa que es hasta sexto del colegio. Me faltan dos años. Cuando termine voy a intentar entrar al Tour Mundial de Surf, pero a la vez quiero tomar cursos de economía y mercadeo en la universidad”.
Se podría decir que el Mundial de Surf de ISA es como las olimpiadas y el Tour Mundial es como la Liga Española, algo así. Al Tour Mundial solo entra un grupo de surfistas y los espacios son limitados, pero por la seguridad con que Leilani lo plantea no deja ninguna duda de sus intenciones.
Las horas dedicadas a surfear también se complementan con entrenamiento físico. Dos días de la semana hace un circuito tipo crossfit con mucho cardio y los tres restantes va a yoga especial para escoliosis. El yoga le ayuda a enderezar y a mantener fuertes los músculos débiles de la espalda.
El esfuerzo ha dado frutos. Además de las medallas y títulos, en junio Leilani fue nombrada como atleta del mes por ISA. Asimismo la experiencia en la Selección le ha permitido conocer muchos lugares y hacer vínculos entrañables. La “Sele” es también una familia. “Hemos pasado tanto tiempo juntos, todos nos vacilamos, nos apoyamos, lloramos”.
Quizá es por esa pasión por la Selección es que a Leilani le molesta tanto que la gente ponga en duda que es costarricense. “¡Me da una rabia!”, dice. Rubia, bronceada y con un fuerte acento, pero tica: tiquísima.
Otra cosa que le molesta es la falta de apoyo que tiene el surf en Costa Rica. “A los los atletas de este país nos ha costado que nos reconozcan, han sido muchos años de esfuerzo. Ahora que somos campeones mundiales, la gente se está enterando más y más del potencial. Creo que de ahí va a empezar un poquito más la ayuda, ya se está notando que a la gente le interesa más”.
Leilani no eligió la escoliosis y casi que el mar la eligió a ella. Nació en la playa y aún siendo una bebé su opción fue contagiarse del amor por el surf que sentía su familia y así, cálidamente, crecer en medio del agua salada. Lo que sí eligió Leilani y elige cada día, es la forma en que vive ambas cosas.
Su pelo mojado, la risa contagiosa y esas piernas fuertes son las de una chica de 15 años que decidió entregarse al mar, a su pasión. Leilani trabaja duro, no se da por vencida y sigue nadando fuerte. Cada día, cada reto, cada ola.