Durante el conteo de lanzamiento de MAVEN, la ansiedad reina. Cualquier cosa puede retrasar el despegue del cohete: el mal tiempo, un bote que entre en el perímetro de viaje, alguna señal vital que esté en rojo. La ansiedad no es solo emoción sino también preocupación pues entre más tardanza exista en el despegue, menos combustible tendrá el dispositivo para cumplir su labor.
El 18 de noviembre del 2013, la científica costarricense Sandra Cauffman vio su primer proyecto aeroespacial despegar. Los diez minutos previos al conteo final se hicieron interminables. "Se hace una ronda de llamadas para comprobar que todo esté bien: mechanical ¡go!, systems ¡go!, project manager ¡go!...Todos los sistemas listos, que inicie el conteo final". El cohete despega y se va la mitad de la preocupación. "Viera la emoción que uno siente".
La emoción es capaz de transportarnos hasta ese día en que la subjefa de operaciones del Goddard Space Flight Center de la NASA demostró que su departamento sí era capaz de hacer una misión planetaria. Una misión que podría explicar por qué sucede el cambio climático en Marte y extrapolar sus resultados a la Tierra.
Sentadas en una fría oficina en Costa Rica, Sandra es capaz de devolvernos el calor al cuerpo con sus historias. Estuvo en el país durante una semana de abril, compartió con colegios, le contó su experiencia a muchachas, habló con profesores, le ofreció su conocimiento a universitarios y no es difícil pensar que inspiró a un montón de gente. Sobre el lanzamiento de MAVEN, su éxito como científica y la esperanza como forma de vida, la científica habló con Perfil.
P: En la práctica, ¿para qué nos sirve a los seres humanos que un satélite como MAVEN tenga éxito en Marte?
S: Maven va a medir los procesos que ocurren hoy en Marte que están causando la pérdida de la atmósfera marciana y a qué velocidad sucede esto. Esos datos se pueden extrapolar a cuatro millones de años atrás. Puede que nos demos cuenta de que Marte tuvo una atmósfera gruesa y de que hubo agua líquida. Entendiendo la historia climática de Marte tratamos también de comprender si podemos correr el mismo riesgo en la Tierra.
P: ¿Habrá algún tipo de interacción entre MAVEN y el robot que la India envió para aterrizar en Marte en setiembre del 2014? (Mars Orbiter Mission)?
S: Desde el punto práctico, Maven lleva consigo un paquete de comunicaciones para que los robots puedan hablar con la Tierra. Hay dos satélites que están alrededor de la superficie marciana. Es muy importante para la NASA.
P: ¿Qué se necesita para vivir en un planeta?
Un ser humano necesita condiciones parecidas a las de la tierra.
P: En el 2023 pretenden enviar seres humanos a vivir a Marte y hacer un reality show con ellos. ¿Cree que para ese año ya se conozca lo suficiente sobre Marte como para que un grupo de seres humanos pueda ir a sobrevivir allá?
S: Solo le puedo decir que no hemos podido llevar gente a Marte precisamente porque no tiene atmósfera, no tiene campo magnético. Solo el viaje nos mataría. No tenemos sistemas de propulsión que nos lleven hasta allá. Necesitamos oxígeno, agua, comida, formas de poder hacer crecer nuestra comida. No se puede llevar tanta comida para vivir allá durante años. Somos omnívoros, necesitamos vegetales. Por el momento no tenemos todo lo que necesitamos.
P: ¿Cuánto cree una científica de la NASA en los marcianos y los ovnis?
S: Mami dice que cuando ella estaba matriculándome para ir a la escuela, tenía que hacer una fila muy larga y estaba ahí con el montón de gente. En eso vieron un ovni, que vino y se paró y empezó a volar para arriba, para acá y para allá. Un montón de gente lo vio. Yo no pero he vivido con este recuerdo de mi madre siempre.
Entonces no creo ni dejo de creer. El universo es muy grande y sé que la raza humana es especial pero si hubo toda la química para que haya vida aquí, puede que suceda en otros planetas también.
Vida de mujer en la Nasa
Alguna vez, un subalterno de Sandra Cauffman le dijo que por favor le trajera café. Ella fue, trajo la bebida y se la dio. El hombre la confundió con una secretaria y luego le dijo que perdón, que es que él no se imaginó, que qué pena. Esas cosas suceden, dice la científica. A la gente, tanto en Estados Unidos como en cualquier otra parte, le cuesta entender que las mujeres han tomado puestos de decisión y liderazgo.
Sandra es de esas mujeres que rompen estigmas sin pensar que el liderazgo significa una ruptura paralela con el cuido personal y lo que muchos entenderían como "feminidad". Hace yoga todo el tiempo que puede. Pero no de ese yoga para respirar y estirarse sino de esa que pone a la gente a sudar. También adora cocinar y dicen que hace una pasta riquísima. Si se me permite el guiño para cuando ella lea este artículo diré: habrá que probarla.
P: Se tiende a pensar que las mujeres exitosas son solteras, que no tienen hijos ni familia porque no les daría tiempo para ambas cosas. Usted es el ejemplo contrario.
S: Desde que yo me casé mi esposo tiene su carrera y yo la mía. Todavía somos muy machistas: quieren que una mujer esté metida en la casa. Para nosotros esto es una yunta de bueyes: hay que caminar juntos, compartir en todo. Me he ido por semanas y él se queda con los niños.
"A mí me costó seis años sacar la maestría. Le decía a mi esposo que yo no podía hacer las dos cosas, que no podía con el niño. Él me decía que ya me faltaba poco, que él me ayudaba con el bebé y me apoyó en todo sentido".
P: El año pasado se conmemoraron 50 años del primer viaje de una mujer al espacio (Valentina Tereshkova), ¿cuán protagonistas son las mujeres en el avance espacial en este momento?
S: Aquí pasa mucho que no hay mujeres en posiciones altas, no hay tantas como se quisiera ver. Pero sí hay muchas más mujeres inquietas, científicas. No tendrán posiciones de cargo alto pero sí tienen mucha influencia en cómo se están haciendo las cosas, cómo se está desarrollando la tecnología.
A mí me gusta más trabajar en equipo que ser ejecutiva. Es más fácil para las mujeres, somos más capaces de hacer multitasking, de hacer un montón de cosas al mismo tiempo. Pensamos en paralelo. En cambio los hombres son más seriales, más enfocados en una sola cosa.
Por ejemplo, yo llego a la casa del trabajo, estoy haciendo la comida y mi trabajo, ayudándole a mi hijo con la tarea. Hago todo al mismo tiempo y no estoy atarantada.
P: ¿Cómo soporta esas rutinas?
Hago yoga, pero bikram yoga, que es en caliente y es muy demandante. Son 90 minutos en un cuarto con 40% de humedad y a 105 grados Farenheit. Voy los sábados y domingos de 8 a 9:30 a. m. y cuando regreso mis hijos y mi esposo ni se han dado cuenta de que me fui. Es buenísimo para el balance, la fuerza y la flexibilidad. Y es una rutina pesadísima, como correr una maratón. Pero me ha ayudado mucho a combatir las migrañas, especialmente con todo este asunto del calor, la menopausia, los dolores. A mí me gusta hacerlo todo con mi esposo, pero este es un tiempito para mí sola.
Despegues simbólicos
Durante la carrera espacial, en los cincuentas tardíos, los soviéticos y los estadounidense instauraron una nueva forma de evidenciar su poder: los avances tecnológicos para enviar objetos y personas al espacio exterior. El progreso de la humanidad se medía en avances tecnológicos individuales, signos de poderío y respeto.
Cuando la Unión Soviética envió al primer hombre al espacio y logró traerlo de vuelta con vida, Estados Unidos sintió un golpe ahí donde más les duele: en el ego. Entonces todos recordaremos (aunque para entonces ni siquiera hubiésemos nacido) la llegada del primer hombre a la luna, el "pequeño paso para el hombre" y el "gran paso para la humanidad", Neil Armstrong sembrando la bandera de Estados Unidos en nuestro satélite natural.
Sandra Cauffman también lo recuerda, por supuesto. El 20 de julio de 1960 era apenas una chiquita, pero ella ya soñaba con trabajar ahí, en la Nasa, donde mandaban cohetes al espacio. Mientras tanto su mamá, que era asistente contable, le decía que "uno nunca sabe", que "estudie", que "tal vez algún día".
Es cierto que Sandra era pobre, noviera y buenísima estudiante. Que después de muchos años de pobreza y exclusión, le tocó uno de esos golpes de suerte –o resarcimientos del destino o bendición– que en la mayoría de las ocasiones solo llegan por azar: su madre se casó con un estadounidense y se los llevó a estudiar a ella y a sus hermanos maternos a Norteamérica.
Para hablar sobre la vida de Sandra Cauffman una podría caer en facilismos. Algún escritor de la autoayuda podría decir que cada quien define su destino sin importar de dónde venga. Citarán, por ejemplo, a jugadores de fútbol que salen de favelas o a cantantes que vienen de los barrios más pobres de Latinoamérica.
En cambio, Sandra sabe que lo de ella fue una combinación de esfuerzos con bendiciones. Algo que le ocurre a alguien entre miles de personas y que la clave para que ocurra muchas más veces -la clave para el éxito, digamos- es unir esfuerzos y crear oportunidades. Fortalecer la ciencia en las escuelas y empoderar a las mujeres desde niñas.
Es, más o menos lo que le sucede ahora a Estados Unidos y a Rusia, enemigos políticos e ideológicos, pero que necesitan uno del otro para seguir avanzando tecnológica y espacialmente.
P: Algunos analistas creen que el avance de la ciencia ha sido más lento de lo que se creía en 1960 o 1970 sobre el futuro. Culpan, en gran parte, a los procesos burocráticos a los que se tienen que enfrentar ahora los científicos, ¿cómo ha sido su experiencia?
S: La burocracia es necesaria para poder controlar a los locos. Hay mucha gente que tiene teorías conspirativas, que solo quiere ver parte de la evidencia. Hay que proveer control, exponer los datos. Uno no puede sacar ideas locas de la cabeza y proponerlas porque la NASA tiene mucha credibilidad.
P: ¿Cree que hemos avanzado lo suficiente como humanos?
S: Claro que se pudo haber hecho más. Dejamos de explorar otros planetas, no hemos vuelto a ir a la luna porque tenemos prioridades. Cuando se acabó la Guerra Fría, ya las posibilidades no eran las mismas. Tenemos un presupuesto mucho más bajo, pero el gobierno de Estados Unidos se está despertando con la situación entre Rusia y Ucrania.
"Viéndolo bien, es mejor unir las fuerzas para poder investigar más allá. Podría ser mejor eso que tener más dinero. En este avance, estamos todos juntos, como raza humana".
P: ¿Qué notó distinto en Costa Rica ahora que regresó a visitar escuelas y colegios públicos?
La educación primaria tiene que ser bastante general. Es bueno enseñarle a los niños un poquito de todo. Costa Rica siempre ha sido un país líder en educación. En todo el mundo se le reconoce por eso. Casi siempre los costarricenses vienen a Estados Unidos con un propósito, no solo porque están tratando de irse de su país.
Lo que sí noté es que hay un mayor énfasis en colegios científicos y tecnológicos que no existían cuando yo estudiaba. Lo más era el Calasanz que los papás pagaban. Eso me dio a entender que Costa Rica sigue preocupándose por la educación primaria.
P: ¿Qué condiciones deben mejorar para que las niñas se interesen en las tecnologías de la información y la comunicación como un día usted lo hizo?
S: El Ministerio de Educación y el de Ciencia y Tecnología deben hacer énfasis en ferias de ciencias en las escuelas más alejadas, que cada tres o cuatro meses vaya alguien de las universidades a visitarlas. Que las niñas estén expuestas a información, a seminarios.
Para mí, todo empieza en la escuela, ahí va formando su actitud, ahí se termina de formar el cerebro. Que les digan: está bien que usted estudie ingeniería, que usted se salga de todo ese estigma.
P: A las niñas no solo las afecta el estigma social sino las uniones con hombres mayores, los embarazos a edades cortísimas...
P: Son problemas sociales que se detectan desde la escuela. Yo tuve una mamá muy religiosa pero que siempre habló así, "peladamente". Yo tuve novios y uno se pone ahí a besarse y qué se yo, yo también fui una muchacha y pasé por todas esas cosas hormonales. La diferencia es que cada vez que yo estaba ahí, "en esas", escuchaba la voz de mi mamá diciéndome: "vea lo que me pasó a mí", que ella quedó embarazada soltera. Ahí yo ponía la barrera y decía "no, no quiero".
Sandra en datos
Nombre de pila: Sandra Molina Rojas
Edad: 54 años
Hijos: 2, Stephen y Bryan
Profesión: Ingeniera eléctrica y física
Universidades: Universidad de Costa Rica y Universidad George Mason, Estados Unidos