Ellas se levantan a las cuatro de la mañana para asistir a los entrenamientos; ellos a las seis.
Ellas practican en canchas con mallas y vestidores; ellos en centros de entrenamiento y estadios que cumplen las reglas FIFA.
Ellas se desplazan a sus trabajos después de entrenar; ellos descansan.
Ellas no reciben un salario; ellos tienen un monto mínimo y estipulado por ley de 420.000 colones.
La diferencia no solamente es abismal, sino vergonzosa.
Bronce nos puso en evidencia
La Selección Femenina de Fútbol de Costa Rica demostró su valía al conquistar la medalla de bronce en los pasados Juegos Panamericanos de Lima 2019. Esta misma hazaña la habían logrado 20 años atrás, las deportistas que nos representaron durante los Juegos de Winnipeg 1999, en Canadá. En ambas ocasiones, las medallas se han quedado casi en el anonimato.
La Selección Masculina, en cambio, ha llenado la Fuente de la Hispanidad en múltiples ocasiones pero solo una vez ha ganado una presea, fue en las justas continentales de Buenos Aires, Argentina en 1951.
Este año, mientras las mujeres destacaban en Lima, los hombres se quedaron sin siquiera lograr la clasificación. Sin embargo, esta no es una guerra de hombres versus mujeres, ni de mejores y peores; esta es una batalla por equidad, pasando desde igualdad en apoyo y orgullo hasta igualdad salarial.
La presea de bronce no fue un simple choque de fútbol ante su similar de Paraguay, equipo al que se le ganó 1-0, también dejó en evidencia las diferencias entre los equipos masculinos y femeninos: poca visibilización en medios de comunicación, falta de patrocionios y diferencias en las recompensas obtenidas según los logros.
“¡Imaginen lo que haríamos como país si tuviéramos una liga profesional, si existiera más visibilización y patrocinios! Tenemos muchísimo talento pero hace falta apoyo y de forma real, no con una llamada o un posteo en redes sociales. ¿Qué más necesitan que demuestren mis compañeras?”, escribió Shirley Cruz, una de las futbolistas costarricenses más destacadas, en su perfil de Instagram.
La lucha por la paridad ha sido el gol de presentación del fútbol femenino en los últimos años... y no solo en Costa Rica, también en el mundo entero. La situación ha persistido durante años, pero las jugadoras colectivamente continúan batallando y no dan este partido por perdido.
Con las uñas
Nuestra Selección Femenina ha disputado cinco mundiales en diferentes categorías. Desde 1991 en el país existe una liga de fútbol no profesional dirigida por la Unión de Fútbol Femenina (UNIFFUT).
La UNIFFUT empezó a formar parte de la Federación Costarricense de Fútbol ocho años después de su fundación, una federación donde los clubes se mantienen más por pasión que por dinero.
Actualmente, en la Primera División Femenina (LFF) existen ocho equipos de forma amateur: Asociación Deportiva Moravia, CODEA Alajuela, Saprissa Fútbol Femenino, Dimas Escazú, Fútbol Femenino U.C.R, Municipal Pococí, AD Coronado y CCDR Liberia.
En estos clubes y sus más de 240 jugadoras no solo deben sortear trabas con la invisibilización de su trabajo, también lo hacen con la brecha salarial, la falta de recursos y un trabajo extra al fútbol para poder subsistir en una liga que no puede asegurar el pago de un salario mínimo ni del seguro social.
Convertirse en futbolistas profesionales y recibir un salario por su trabajo deportivo es un sueño que parece aún lejano.
“De momento no tenemos las condiciones necesarias para tener una liga femenina profesional. En Costa Rica, el fútbol masculino es deficitario y eso que cuenta con apoyo de la empresa privada; ahora imagínese el fútbol femenino que ni siquiera tiene patrocinios. Nosotros estamos trabajando fuertemente en generar un proyecto a mediano y largo plazo, pero es un plan que no sucede de la noche a la mañana”, afirmó Víctor Alfaro, presidente de UNIFFUT.
Anualmente la UNIFFUT costea los arbitrajes de los partidos de la máxima categoría y los uniformes que utilizan las deportistas. También destinan 30 balones por torneo y a cada equipo, para que disputen los encuentros y puedan entrenar.
Por otra parte, la organización entrega ¢2.000.000 para que los clubes solventen gastos de transporte y alquileres de canchas, ya que los equipos no cuentan con estadios propios. Según Alfaro, si el ente no destinara estos apoyos, el fútbol femenino profesional no existiría en Costa Rica.
“El fútbol femenino no tienen recursos. El deporte amateur de Costa Rica no tiene remuneraciones y es pobre, por lo que no existen las condiciones como para profesionalizar”, detalló el presidente de UNIFFUT.
Partido disparejo
En Costa Rica, el sueldo mínimo de un futbolista hombre ronda los ¢420.000, de acuerdo a lo estipulado por el Ministerio de Trabajo y Seguro Social (MTSS), mientras que para una mujer que realice el mismo trabajo es de cero colones. ¡Cero!
¿Por qué la diferencia? La principal razón de la inequidad se debe a que el fútbol femenino aún no es reconocido como profesional.
Otra importante razón es la falta de apoyo de los medios de comunicación y el público en general.
Según Marcela Trejos, directora de marca y comunicación del Deportivo Saprissa, “el fútbol masculino es completamente sostenible porque tiene patrocinios propios y taquillas, porque en los encuentros se llenan estadios completos durante la temporada y en ocasiones los aficionados hasta compran su espacio anual en el estadio. El fútbol femenino está empezando su trayectoria”.
Profesionalizar el fútbol femenino es una hazaña a largo plazo para el Deportivo Saprissa, único club de la máxima categoría masculina que cuenta con un equipo femenino en Primera División. El primer objetivo que tienen, según Trejos, es hacer evidente la invisibilización de la mujer en el fútbol femenino.
Las moradas tienen un récord histórico de taquilla en el balompié femenino y que significó un hito en los clásicos de este deporte. El club logró reunir a más de 5.000 personas para un encuentro ante AD Moravia.
“Logramos transmisiones en Facebook Live, donde se conectaron muchísimas personas y en el canal deportivo TDMás y eso le dio exposición a las deportistas y con lo que esperamos que las marcas se sumarán en mediano y largo plazo. Para los intereses del club, se comenzaron a sumar de forma masiva; actualmente tenemos 4 que cubren el 90% de los costos de la femenina”, detalló Trejos.
La encargada de marca del Deportivo Saprissa alegó que los patrocinios conseguidos, actualmente cubren el pago de canchas, el salario de los entrenadores y el equipo técnico, además de la indumentaria.
Los medios de comunicación también tienen su cuota de responsabilidad. “La televisión parece no interesarse. Si no hay exposición de marca de los clubes femeninos, no hay patrocinios y por ende no existen ingresos monetarios, así funciona esto. Una buena opción es que los equipos de Primera División y la Liga de Ascenso vayan adquiriendo o haciendo sus propios cuadros femeninos para que así tengan un nombre consolidado y se puedan televisar los encuentros. Si eso pasa hay más posibilidad de patrocinios, porque la falta de ingresos es el problema de la brecha salarial”, explicó el presidente de la Unión de Clubes de Fútbol de la Primera División (UNAFUT), Julián Solano.
Doble jornada
En los ocho equipos de la Primera División femenina, el desequilibrio en la remuneración es balanceado con becas y viáticos que reciben las jugadoras para solventar gastos entre pasajes, uniformes y equipo deportivo. No obstante, es insuficiente.
En algunos casos, los viáticos que reciben las jugadoras dependen exclusivamente de algún convenio del equipo con empresas o si la futbolista tiene patrocinios por su cuenta. Pero en la mayoría de los casos, las deportistas deben tener un trabajo extra para sobrevivir.
“Nosotras no somos trabajadoras de los clubes, sino que nos dan viáticos y ayudas para el transporte, pero salario como tal no existe, me imagino que en el fútbol masculino ellos tienen salario y están asegurados”, comentó Gabriela Guillén, seleccionada nacional y jugadora del Deportivo Saprissa.
Los salarios que reportan los llamados cuatro equipos grandes del país ante la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), ratifican las abismales diferencias que hay en relación con el femenino. Según los reportes públicos, el futbolista mejor pagado del Deportivo Saprissa gana ¢7.500.000. Sobra decir que es hombre.
Por su parte, los jugadores en Alajuelense se acreditan un salario mínimo de ¢2 millones, en el Herediano es de ¢800.000 y en Cartaginés de ¢500.000, según reveló el periódico La Nación en el 2016.
Las deportistas mujeres, en cambio, dividen su pasión futbolística con otras responsabilidades laborales. Una mezcla a veces complicada pues entrenamientos se llevan a cabo en horarios no establecidos, ya que tienen que aprovechar cuando una cancha esté disponible.
El rezago en un salario mínimo para las jugadoras de los equipos adscritos a UNIFFUT se suma a la falta de un contrato profesional. Según la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), un jugador profesional es aquel que tiene un contrato por escrito con un club y que percibe un monto superior a los gastos que realmente efectúa por su actividad futbolística.
En términos generales, FIFA estipula que cualquier otro jugador, en este caso sin contrato como las de la Primera División costarricense, se considera aficionado. Esto cambia solo cuando las jugadoras se convierten en legionarias en países donde el balompié femenino sí está profesionalizado.
Con respecto a las reprochables condiciones del fútbol femenino, el reglamento de la Unión Femenina de Fútbol (UNIFFUT) hace mención en el Art. 27 que “es responsabilidad de las jugadoras su participación si son mayores de edad; y de sus padres, tutores o directivos de los clubes respectivos si son menores de edad”.
Alternativas ante la inequidad
Los primeros juicios laborales respecto a los salarios de los deportistas se dieron en Costa Rica en los años 90. En la sentencia, el juzgado de trabajo alegó que la relación de los futbolistas era laboral incluyendo cualquier derecho de imagen, explicó el presidente de UNAFUT, Julián Solano.
La UNAFUT insiste en que cualquier diferencia respecto a los ostentosos salarios mínimos de los jugadores de la Primera División, y que son estipulados por ley desde 1995, se basan en derechos de transmisión de los partidos, en patrocinios, publicidad, canjes, taquillas y la venta de productos alusivos a la marca y no responde a ningún otro factor como el género de la persona deportista.
“Debería hacerse un convenio entre UNAFUT y UNIFFUT para que los equipos de la máxima categoría masculina tengan sus propios equipos femeninos y que sean una forma de co-administración de ese campeonato entre ambas organizaciones”, propone Solano.
La jugadora saprissista Gabriela Guillén está a favor de esta iniciativa. “Sería muy bueno si los clubes tuvieran su equipo femenino por ley. Sería un trampolín para que el fútbol femenino crezca, Saprissa lo está haciendo y el equipo de mercadeo y comercial está trabajando muy duro, por lo que sería importante que los equipos masculinos, así como tienen equipo de ligas menores, puedan tener uno femenino”, comentó.
No hay que perder de vista que el fútbol moderno es un negocio más. Las marcas, insertas en el juego capitalista, responden con mayor velocidad a las demandas de los consumidores y esto se ve reflejado en montos que ingresan a los clubes a través de patrocinios y publicidad. En otras palabras, nosotros, el público, también podemos aportar. Cuanto más apoyemos el deporte femenino, más visibilización y por ende, más ingreso para nuestras atletas.
Pese a los obstáculos para superar el trato igualitario, las jugadoras persisten. Los equipos, en conjunto con las futbolistas intentan -desde su trinchera- cambiar la perspectiva de lo que pareciera ser correr detrás de un balón por amor. Sabemos que es algo que aman, pero también somos conscientes de que merecen un salario justo por ello.
La deuda de FIFA
Aunque el fútbol femenino ha crecido exponencialmente en todos los niveles en los últimos tiempos, la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) no ha avanzado al mismo ritmo que las mujeres.
Este año, el ente que rige el balompié en en planeta permitió la programación de la final del Mundial del Fútbol Femenino (llevado a cabo en Francia), en la misma fecha en que se realizaron dos finales de futbol masculino: Copa América y Copa Oro. Esta decisión –que jamás habría ocurrido en la Copa del Mundo masculina– le resto atención al partido donde las estadounidenses levantaron la copa al ganarle 2 – 0 a las holandesas.
Las brecha económica según el género también mancha a la FIFA. En concepto de premios, por ejemplo, los que se ofrecerán en la Copa Mundial Femenina de 2023 serán $60 millones, mientras que el que se entregará en el Mundial masculino de Catar 2022 asciende $440 millones.