Los vecinos de Samar Sheik le dijeron siempre que el fútbol era para chicos. Pero las cosas han cambiado este año cuando su equipo ganó el primer campeonato femenino de Siria. La morena de 20 años fue también la máxima goleadora del campeonato, que vio enfrentarse a equipos originarios de diferentes regiones de Siria durante varias semanas, antes de la final organizada en febrero en Damasco.
"Estoy enganchada al fútbol desde que soy pequeña", afirma Samar en un entrenamiento de su equipo en el estadio de Amuda, pequeño pueblo del noreste sirio donde se ubica la administración semiautónoma kurda.
“Veía a mis hermanos cuando jugaban y he visto muchos partidos”, añade. Luego, un día, dejó las gradas para saltar al terreno de juego.
Hoy, en el césped artificial del estadio cubierto de Amuda, calienta con sus compañeras corriendo detrás del entrenador. Vestidas con camisetas fluorescentes, las jugadores tiran a puerta y dan pases luego de los estiramientos de rigor, antes de empezar el partido.
Samar cuenta que comenzó en el fútbol por primera vez con 15 años, tocando primero un balón sola, antes de unirse a un equipo local. Luego paró durante un tiempo “por las críticas de la familia y de los vecinos”, recuerda, con la cara sudada y su pelo revuelto.
Pero no pudo aguantar mucho tiempo. "Acabé volviendo al fútbol, pese a las desaprobaciones", dice. "Esta vez estaba decidida".
El entusiasmo de Samar fue contagioso porque su hermana de 16 años también se ha apuntado al equipo.
Victoria
La apuesta valió la pena ya que en febrero una multitud vitoreó a las jugadores cuando bajaron del autobús en Amuda, luego de la final. Con las medallas al cuello, las jóvenes formaron un círculo y bailaron, mientras la gente congregada a su alrededor grababa con los celulares.
"No podía creer lo que estaba viendo", confiesa Samar. "Ver a toda esa gente en las calles de la ciudad para celebrar nuestra victoria".
Luego de una semana de vacaciones, el equipo volvió a los entrenamientos, de dos horas por día.
Dalaf Hussein también perseveró pese a los obstáculos. En su habitación de adolescente, los póster de sus jugadores favoritos, como Cristiano Ronaldo, adornaban las paredes.
"La gente que pasaba nos molestaba si nos veían jugar en la calle, porque está considerado como un juego para chicos, pero no hacíamos caso", cuenta la joven de 16 años.
Sus padres también estaban descontentos. “Me decían: ‘los estudios es lo más importante’. Cuando jugaba al fútbol en casa me regañaban”, confía. “Pero después de ganar el campeonato, no ha habido más oposición”, dice.
La primera edición del campeonato femenino se inició en octubre en Damasco con, sobre todo, equipos de las provincias centrales de Hama y de Homs. En un país sacudido desde 2011 por una guerra mortífera, todos los partidos se disputaron en la capital, en poder del presidente sirio, Bashar al Asad.
Para Dalaf, la copa conquistada es también el símbolo de su victoria contra una sociedad patriarcal y conservadora. “Muchas chicas han venido para apuntarse después de nuestra victoria”, celebra.
Dalaf reconoce que “los medios son limitados” en Siria. Pero eso no le impide soñar con jugar un día en un equipo de fama internacional.