“Este es un lugar que despierta esa sensación única de deleite al llegar a un sitio que siempre se ha querido visitar. Alrededor de cada esquina hay un capricho o una maravilla que es exclusivamente costarricense: un mural de flores tropicales, una vista fenomenal de valles y volcanes, una cascada que cae en medio de una exuberante vegetación, una cacofonía de cantos de pájaros, una increíble taza de café”.
Con esas palabras, National Geographic describe a Finca Rosa Blanca Coffee Plantation and Inn, una hacienda ubicada en las montañas de Santa Bárbara de Heredia, en el norte del Valle Central de Costa Rica.
Desde 2018, National Geographic incluyó a este lugar en su lista de Lodges Únicos en el Mundo; una iniciativa que, “más que una selección de hoteles de clase mundial, es una colección de experiencias raras, que ofrece a los huéspedes encuentros íntimos con partes del mundo que no muchos conocen, y la oportunidad de reducir la velocidad y descubrirlas verdaderamente. Cada hotel está profundamente enraizado en su comunidad y dedicado a proteger los hábitats y culturas circundantes, y aprovechar su magia para salvaguardarlos para el futuro”.
Eso es, precisamente, lo que ofrece Finca Rosa Blanca: una oportunidad para ser abrazado por el paisaje y el ser costarricense, mientras se experimenta la sostenibilidad.
Los asistentes al I Congreso Latinoamericano sobre Sostenibilidad, Ecología y Evolución (SEE), que se realizará del 26 al 29 de setiembre del 2018 en Parque Viva (La Guácima, Costa Rica), tendrán la oportunidad de visitar este lugar en el marco de las giras técnicas.
SEE busca posicionarse como un espacio de encuentro para latinoamericanos, donde se puedan compartir lecciones aprendidas y se promuevan sinergias para impulsar la sostenibilidad desde el sector privado, académico y gubernamental.
LatinClima está apoyando el congreso desde la curaduría de la agenda académica, la cual incluirá contenido en seis ejes temáticos: Agricultura, Cambio Climático, Conservación, Transición Energética, Turismo, Urbanismo & Transporte.
La génesis de la sostenibilidad
En 1985, la familia Jampol llegó a vacacionar a Costa Rica. Su primera impresión fue la de “un país bello con una biodiversidad tremenda que brindaba un sentido de seguridad, tranquilidad y amor, que es difícil de describir. Entre todas las cosas que me atrajeron, la que más impacto tuvo en mí fue su cálida gente. Eso se vio ensalzado por una democracia increíble, sin ejército, con un aura de paz”, dice quien hoy es el dueño del hotel.
Enamorados del país, Glenn Jampol, su esposa y su madre se mudaron a Santa Bárbara de Heredia. En medio de las montañas y rodeado de cafetales, compraron un terreno que, anteriormente, había sido una pista de motocross.
Apenas sobrevivieron los higuerones, así que los Jampol se dieron a la tarea de sembrar árboles nativos en un intento por recuperar el bosque. Construyeron su casa inspirados en la arquitectura de las haciendas cafetaleras costarricenses. Aprovecharon la luz y la ventilación natural.
Como el artista plástico que es, Glenn diseñó el mobiliario y contrató a ebanistas locales para confeccionar barandas, marcos de ventanas, puertas, sillones, mesas y camas. Todo en madera, aprovechando troncos en desuso considerados desecho.
En un principio, las tejas eran de barro pero, por cuestiones de mantenimiento, se han ido sustituyendo por unas de plástico reciclado que aprovecha las bolsas azules que se utilizan en las plantaciones bananeras, evitando así un problema de contaminación.
Asimismo, Glenn se dio a la tarea de averiguar sobre pisos utilizados en esas típicas haciendas y encontró a la familia Castillo, en La Garita de Alajuela, que desde entonces confecciona los mosaicos.
En los baños, la piedra volcánica recuerda al Barva: coloso que yace dormido, pero cuya ceniza dio fertilidad a los suelos que hoy nutren al café.
Durante 25 años, las paredes del hotel han sido lienzo para el artista Óscar Salazar, pintor tico residente de Barva, cuyo pincel retrata el paisaje circundante con su biodiversidad, pero también con su gente.
“Eso que experimenté cuando llegué a Costa Rica es lo que pretendíamos replicar cuando empezamos a construir”, relata Glenn.
Para solventar los gastos, la familia empezó a rentar habitaciones en una época en la que la actividad turística era incipiente en el país. “Así fue como empezamos en turismo, siempre con la idea de ofrecer un lugar respetuoso del ambiente, tranquilo y acogedor. Desde ahí empezamos a evolucionar”, comenta.
Esa preocupación ambiental se nota en la utilización de paneles solares para calentar el agua, iluminación LED y una piscina que no utiliza químicos para mantener su agua limpia, sino que apuesta por un sistema de ionización con cobre y plata para evitar la proliferación de bacterias y algas.
“Como no tiene químicos, muchas aves se acercan para tomar agua y terminan ofreciendo un espectáculo a los huéspedes”, destaca el dueño de Finca Rosa Blanca.
Cerca del restaurante se observa una huerta orgánica que utiliza la técnica de la hidroponía. Su abono es el compost derivado de los residuos de cocina. De hecho, ese abono se utiliza también en los jardines y en la plantación de café.
En Finca Rosa Blanca los visitantes son bienvenidos a visitar la huerta. Su dueño los alienta a hacerlo para así evitar perder la noción de dónde provienen los alimentos y la importancia que tiene la agricultura en nuestras vidas. “No sabe el impacto que tiene en los huéspedes ver al chef cruzar el restaurante con una canasta llena de vegetales frescos”, dice Glenn.
Jampol también los alienta a comer según la temporada. Naturalmente, los alimentos no son los mismos a lo largo del año. Las plantas y los árboles responden a condiciones ambientales específicas para dar sus frutos.
El comer alimentos de temporada es una forma de promover la sostenibilidad porque así no se ejerce presión adicional a los suelos y las plantas. Además, esta forma de pensar brinda variedad al menú y valor a la oferta gastronómica. En Finca Rosa Blanca, a lo largo del año, se comen cosas diferentes, preparadas de manera diferente.
Buen vecino
“La sostenibilidad no es solo ambiental, también es social”, acota Glenn.
Por ello, la familia Jampol se considera un vecino más y participa activamente en las actividades de la comunidad en pro de mejorar al pueblo para beneficio de todos, empezando por la escuela de la localidad.
Se han destinado recursos económicos para construir una biblioteca para el centro educativo y dotarlo de material didáctico. También se instaló un laboratorio con 15 computadoras.
Asimismo, se contribuyó en la construcción de un nuevo techo y un comedor donde se le da de comer a niños de escasos recursos. Es más, con el fin de vigilar que esos alimentos sean de calidad y nutritivos, se implementó una huerta orgánica en el patio de la escuela.
“Estoy convencido de que la educación es la clave para mejorar la calidad de vida y evolucionar, mientras que la pobreza es el enemigo del bienestar y la sostenibilidad”, señala Glenn.
La relación con la comunidad es tan importante para la familia Jampol que los huéspedes del hotel son convidados a realizar voluntariado. “Es importante que los turistas puedan educarse sobre las necesidades de los pueblos”, enfatiza el dueño.
De hecho, el 100% de la planilla del hotel y la finca de café emplea a personas de la comunidad. “Yo creo en reciclar dinero y no solo plásticos”, ríe Glenn a la vez que comenta: “cuando yo pago a los empleados, ellos van a ir a Súper Víquez y otros negocios locales. Esa es una manera de apoyar a la comunidad donde vives. Eso es ser sostenible, responsable y ético”.
Para empaparse más de la cultura del lugar, los turistas pueden escoger un tour que les lleva a una fábrica de máscaras tradicionales y al Museo de Cultura Popular de Barva, así como al Mercado Central de Heredia. “Los huéspedes se deleitan comprando juguetes, sombreros, dulces, hierbas y especias. Hasta pueden tomarse un buen café en las sodas del sitio. Este tour permite a los turistas conocer la cultura de las tierras cafetaleras de Heredia”, dice Glenn.
Desde 1998 hasta la actualidad, todos esos esfuerzos realizados se ven reconocidos por medio de la Certificación de Sostenibilidad Turística (CST), otorgada por el Instituto Costarricense de Turismo (ICT).
Es más, Finca Rosa Blanca es pionera. “En la década de los 90, tras revisar los resultados de unos estudios que se habían hecho, las autoridades de gobierno se dieron cuenta de que la única forma de mejorar y seguir con el turismo en Costa Rica era a través de la sostenibilidad. Entonces, el ICT invitó a hoteleros, consultores y ambientalistas para hablar sobre cómo certificar la sostenibilidad en turismo. Yo me uní como representante del sector privado", comenta Glenn.
”Nuestro hotel estaba en ese primer grupo de hoteles que se certificó y en ese entonces ganamos cuatro hojas de cinco posibles. En la segunda evaluación subimos a cinco hojas y nos sacamos una calificación del 100%”, manifiesta Glenn con orgullo.
Todas esas prácticas se comparten en un tour gratuito que lleva a los turistas por las instalaciones del hotel. “La idea es que aprendan cómo reducir su huella cuando vuelvan a su casa y, además, cuando vayan a otros hoteles pueden fiscalizar. Esa es una forma de subir la barra y promover el cambio”, argumenta Glenn.
Un café con saber a natura
A lo largo de 30 años, Finca Rosa Blanca ha logrado plantar 7.000 árboles nativos tanto en sus tres hectáreas de jardines como en sus 12 hectáreas de cafetales.
En los jardines, y más allá de embellecer el lugar, esos árboles cumplen una función ecológica como fuente de alimento y refugio para aves e insectos y favorecen la conectividad biológica. También ayudan a regular la temperatura, dando una sensación de frescura.
Caminar por los jardines se convierte en una experiencia de educación ambiental, ya que los árboles de distintas especies cuentan con un letrero que indica su nombre común y científico.
En la finca, el cultivo del café se combina con 50 especies de árboles nativos como porós y guarumos. Esta vegetación fija los nutrientes en el suelo. Sus hojas y frutos, cuando caen, se incorporan a la tierra y eventualmente al grano de café. También impiden la escorrentía.
Los árboles también proveen de sombra a los cafetos y atraen aves, las cuales se alimentan de insectos que son potenciales plagas. Eso explica por qué en esta finca no se utilizan plaguicidas.
En 1985, cuando se construyó Finca Rosa Blanca, se contabilizaron 60 especies de pájaros. Actualmente se pueden observar unas 130 especies. Por esa razón, en este lugar también se realiza un tour de observación de aves.
El cafetal es un ecosistema tan equilibrado que incluso hay depredadores como coyotes, tigrillos y serpientes, que comparten hábitat con venados, puerco espines y armadillos.
Con tanta biodiversidad de flora y fauna es fácil olvidar que se está en un cafetal, lo cual viene a demostrar que, si se tiene voluntad e ingenio, la agricultura puede ser aliado del medio ambiente. Finca Rosa Blanca así lo demuestra y, por ello, su café está certificado como orgánico por Rainforest Alliance.
La finca no emplea fertilizantes químicos, aparte del compost se reutiliza el pergamino que se elimina de forma posterior al secado del café, así como la cáscara o cereza y el mucílago (capa de azúcares que se extrae durante el lavado).
El café también se procesa y tuesta en Finca Rosa Blanca. Se ofrece un tour que lleva al visitante a conocer todo el proceso desde la siembra de los cafetos, pasando por la recolecta a mano y el tueste, para finalizar con una degustación.
Un café de calidad se siente amargo al final de la lengua, ácido en los laterales y dulce en la punta. Las características amargas y dulces están presentes en todas las calidades, pero un buen café se reconoce por su acidez.
En Finca Rosa Blanca, la acidez la provee ese engranaje de sostenibilidad que ya forma parte de la esencia del lugar. No es casual que, con café en mano mientras se observa ese paisaje de montañas, se le considere un sitio único en el mundo.
* Finca Rosa Blanca Coffee Plantation and Inn es uno de los destinos contemplados en las giras técnicas del I Congreso Latinoamericano sobre Sostenibilidad, Ecología y Evolución (SEE), por realizarse del 26 al 29 de setiembre del 2018 en Costa Rica. Glenn Jampol también será uno de los expositores. Más información en: www.costaricasee.com