¿Quién fue este hombre y a qué se debe su enorme popularidad? Perfil le revela el secreto mejor guardado de la Navidad…
Este personaje tiene todo lo que uno podría desear. Es conocido sin excepción en todo el mundo. Los niños lo adoran. Los padres se apoyan en él para premiar el buen comportamiento de sus retoños. Sus figuras se venden como pan caliente. Y las empresas usan su imagen para ganar adeptos.
Santa Claus, Papá Noel, Colacho… el mismo rostro con muchos nombres y una larga historia. El llamado “hombre de la Navidad” surgió a mediados del siglo XIX como un producto colateral de la Ilustración; pero esta figura proviene en realidad de una persona de carne y hueso que parece haber vivido casi 1400 años antes: San Nicolás.
No existe ninguna constancia que compruebe su existencia, pero a partir de los siglos IV y V en Asia Menor se escriben leyendas que cuentan sobre un santo obispo de la ciudad de Mira (hoy Demre,Turquía). Se dice que en vida, San Nicolás podía presentarse en dos lugares al mismo tiempo. De esta forma es como se le aparece al emperador en sueños, es un ejemplo cotidiano de justicia y amor al prójimo, socorre a su ciudad en tiempos de hambruna y rescata a los marineros de las tormentas en el océano.
Figura de leyenda
Inicialmente, San Nicolás no era todavía sacerdote ni obispo, sino un joven de buena posición gracias a su herencia familiar. En ese entonces se enteró que un aristócrata de su ciudad estaba en la bancarrota. La situación financiera de este señor era tan delicada que no logró dar una dote a sus dos hijas y se vio obligado a enviarlas a la calle para que se ganaran su propio sustento. Las opciones de las muchachas para poder subsistir así, no eran precisamente honradas, ni libres de pecado.
Nicolás entendió el caso como una tarea personal que Dios le había asignado. De las riquezas que poseía, mandó a hacer tres bolas de oro puro y en la noche lanzó una de ellas a través de la ventana del noble. A la noche siguiente lanzó la segunda y la tercera noche, cuando se proponía a lanzar la última esfera de oro, el aristócrata lo sorprendió.
San Nicolás le explicó al padre que su intención era simplemente evitar que sus hijas, a falta de recursos, se vieran obligadas a vender su cuerpo y perder la oportunidad de ver el reino de los cielos. Nicolás se despidió del noble pidiéndole que guardara esto como un secreto, lo que el buen hombre, evidentemente, no hizo.
En los siglos VI y VII el culto a este santo se extendió a Italia, especialmente en el sur donde se asentaron los griegos. Su devoción se expandió a Alemania a partir del año 800 d.C. Y alrededor del año 1000 d.C. las familias de los Káiser (emperadores alemanes), fundaron iglesias en su honor. En esta época los habitantes de origen griego en Italia ven necesario sacar de Mira las reliquias de San Nicolás para rescatarlas de los “no creyentes”. Así es como en el año 1087 llegan los restos de este santo al puerto italiano de Bari y, de esta forma, el culto a San Nicolás ingresa oficialmente a la iglesia occidental.
Una pequeña parte de estas reliquias llegó a Metz (Noreste de Francia), donde se encuentra la iglesia de San Nicolás du Port. De estas latitudes surge en el siglo XII otra leyenda sobre el santo que completa el carácter del “hombre de la Navidad”. Se dice que viajando por el lugar, Nicolás llega a una pensión donde comer y pasar la noche. Cuando el dueño le sirve su comida, Nicolás se percata de que lo que hay en su plato es carne humana. Al confrontarlo, el dueño admite haber matado a tres escolares para utilizar su carne en el local. Nicolás hace la señal de la cruz sobre las ollas y logra así devolverle la vida a los jóvenes, demostrando con este milagro su poder de resucitar a los muertos.
Gracias a todas estas leyendas es que hoy se considera a San Nicolás en todo el mundo como protector de los niños, los desvalidos e inocentes; y por ello se decoran las casas y los árboles en la época navideña con esferas doradas, brillantes y multicolores.
Globalización de un mito
En la Edad Media, la tradición de hacer regalos a los niños para la celebración de los Santos Inocentes (28 de diciembre) se trasladó al día de San Nicolás (6 de diciembre).
Cabe resaltar que los presentes de entonces eran mucho más modestos que los actuales y consistían en frutos de la región y de la temporada (manzanas, uvas y nueces ), así como dulces.
Primeramente los obsequios eran lanzados por una “mano invisible” en las habitaciones de las casas, como Nicolás lo había hecho con sus esferas de oro en el hogar del señor noble. Pero con el tiempo los regalos encontraron “envoltorios”, como las medias de lana que se colgaban a secar frente a la chimenea, las botas para la nieve que se dejaban al lado de la puerta o las canastas de paja tan usadas en las casas de aquella época.
El sentido de dar obsequios y preparar comida, tenía entonces un origen más acorde con los principios de San Nicolás. La idea era que los niños se sintieran una vez al año como si estuvieran en el cielo, para que tuvieran una noción de lo que significa el reino celestial. La gente de aquel entones, que no tenía muchas oportunidades de comer carne o probar dulces durante el año, sabían apreciar sin duda las bondades de la celebración de San Nicolás.
En el siglo XVI el alemán Martin Luther reformó también la figura de Nicolás, quitándole el título de santo patrono e intentando reducir su popularidad resaltando el símbolo del árbol de navidad y de la figura del Niño-Dios, como dador de regalos el día 25 de diciembre. Una costumbre que se empezó a utilizar en los hogares protestantes.
Pero la iglesia católica también renovó el personaje de San Nicolás (entre 1545-1563) dándole la función de vigilante de los buenos actos, de ahí los anteojos y el libro dorado con los que se le representó posteriormente. Así este santo pasó a ser alguien que conoce los buenos y los malos actos de los niños, los cuales son premiados, elogiados o reprendidos con lo que se encuentra destinado para ellos en su saco al final del año.
Producto de exportación
San Nicolás, el hombre de la Navidad o el padre invierno es conocido como Sinterklaas en Holanda, Ded-Moros en Rusia, Joulupukki en Finlandia, Julenissen en Noruega, Jultomte en Suecia, Jolasreinn en Islandia, Julermanden en Dinamarca, Père Noel en Francia y Father Christmas en Inglaterra. En Alemania, por ejemplo, Nikolaus (Nicolás) y el Weihnachstsmann (hombre de la navidad) se celebran de manera separada el 6 y el 24 de diciembre, respectivamente.
Los países escandinavos lo asocian a la nieve, a los renos y a la paja. Los países del sur de Europa lo combinan con los símbolos cristianos del niño-Dios, el pasito o portal de Belén. Y como resultado de los históricos procesos de colonización y migración, los países del continente americano también han asumido estas tradiciones.
Hoy en día los publicistas se han convertido en los “mejores amigos” de San Nicolás. El hombre de la Navidad aparece en la televisión, los periódicos y hasta en Facebook. Su figura decora botellas de refrescos, camisetas, cajas de galletas y ventanas de casas. Pero, ¿qué diría el hombre que fue San Nicolás si pudiera ver y comprender todo esto?
Más allá de los regalos, las fiestas y el corre-corre navideños, lo mejor que podemos hacer por nuestros niños es transmitirles diariamente los verdaderos valores que predicó San Nicolás con su ejemplo de vida: Tener compasión, desprendimiento, modestia, valentía y generosidad con los demás. ¡Feliz Navidad, querido San Nicolás!
Fuente: *Manfred Becker-Huberti: El hombre de la navidad vive. Herder, Alemania, 2004.