Sin duda, Paul McCartney es una leyenda viviente; es parte de la historia de la música mundial y verlo en concierto es un privilegio. Escuchar sus grandes éxitos es un deleite para los melómanos; y así lo confirmaron quienes gozaron con el británico la noche de este 5 de noviembre, en el concierto que el artista ofreció en Costa Rica.
Durante más de dos horas, sir Paul, el Beatle, el compañero de John Lennon, Ringo Starr y George Harrison, complació a los miles de fanáticos que se reunieron para verlo en el Estadio Nacional, en La Sabana. El público, además, disfrutó escuchar a todo el recinto corear los grandes éxitos de los Cuatro Grandes de Liverpool, las dulces canciones de Wings y las piezas que, con tanto amor, ha publicado en su faceta como solista.
Verlo tocar por segunda vez en nuestro país es, sin duda, ser parte de la historia del arte. En este pequeño pedacito de tierra, fuimos testigos del talento de uno de los artistas más grandes de todos los tiempos.
Durante la tarde, la lluvia amenazó con aguar la fiesta del rock, pero al final no fue así. Ante la presencia de una estrella como McCartney, las nubes siguieron su camino, y minutos antes de que el músico subiera al escenario el cielo se despejó.
Y, bueno, cuando llegó el momento en que sir Paul subió a la tarima, la locura se desató en el recinto deportivo, que se convirtió en una especie de túnel del tiempo cuando interpretó A Hard Day’s Night. Con energía, pero manteniendo ese sobrio estilo británico, Paul se reencontró con sus fans ticos después de 10 años desde aquella primera vez, cuando también tocó en La Sabana.
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“¡Hola, Costa Rica! Pura vida, mae. Es muy tuanis estar aquí de nuevo”, dijo el caballero inglés en un español perfecto, y su fiel público le aplaudió con entusiasmo. Después del saludo, Paul interpretó Letting Go, de Wings, y, como sorpresa especial —una de las varias que habría en el concierto—, su sección de vientos (saxofón, trompeta y trombón) apareció en medio de la gradería oeste del estadio, mientras el resto de los músicos permanecía en la tarima. ¡Un detallazo!, ya que esta pieza tiene como gran protagonista al brass de la banda.
Con evidente buen humor y mientras sostenía su bajo con respeto, McCartney manifestó: “Esta noche voy a tratar de hablar un poquito de español... but mostly in English”.
El rock and roll fue el rey en el concierto de Paul McCartney en Costa Rica
Sin duda, quien quería darse una buena bailada al ritmo del rock and roll, lo hizo a más no poder, porque lo que sobró durante la noche de este frío martes de noviembre fue eso: ¡buen rock!
McCartney, demostrando que la edad es solo un número y que goza de ímpetu y buena salud, ofreció una generosa dosis de clásicos: Drive My Car, Come On to Me, Let Me Roll It, Maybe I’m Amazed, I’ve Just Seen a Face, Dance Tonight y Lady Madonna.
Y si de talento y calidad hablamos, hay que destacar con mayúsculas el trabajo excepcional de la banda que acompaña a Paul en escena. No solo es una base sólida, sino que también demuestra que el artista se ha esforzado en rodearse —durante esta gira y desde hace muchos años— de grandes músicos. Como buen conocedor de lo que tiene, el inglés les dio la oportunidad a sus acompañantes de lucirse con espectaculares solos, como lo hicieron el baterista y el tecladista.
Demostrando sus grandes dotes de guitarrista, Paul también se lució con un solo de Purple Haze, de Jimi Hendrix, rindiendo homenaje de un grande de la música a otro. Luego se sentó al piano para interpretar Let ‘Em In.
Momentos después se puso hasta romántico al dedicarle a su esposa Nancy —quien se encontraba en el estadio— la canción My Valentine, un tema que compuso para ella. Mientras tocaba esta pieza, en las pantallas aparecían los actores Johnny Depp y Natalie Portman, quienes la interpretaban en lenguaje de señas.
El viaje entre Liverpool y Abbey Road llevó al público a través de temas como In Spite of All the Danger, Love Me Do —con su dulce y sabrosa armónica—, Blackbird, Now and Then, y Here Today, canción que, según contó, escribió para “su compa” John Lennon. Paul la interpretó en solitario, con su guitarra acústica, subido en una espectacular plataforma que emergió desde el centro de la tarima. Los reconocimientos a sus amigos y compañeros de The Beatles siguieron, así fue cuando tocó Something con un ukelele para su querido George Harrison.
La fiesta se puso más emocionante al sonar Ob-La-Di, Ob-La-Da, Band on the Run y Get Back. Pero uno de los momentos más especiales de la velada se vivió cuando Paul, de nuevo al piano, tocó con pasión y amor Let it Be. En ese pequeño espacio de tiempo, el Estadio Nacional se iluminó con las luces de los celulares, que se movían de un lado al otro al ritmo de la canción de The Beatles.
Pero el corazón no estaba preparado para lo que siguió. En pocas palabras, la energía tocó su máximo punto con Live and Let Die. En el clímax de la canción, las explosiones de fuego y los juegos artificiales dentro y fuera de la tarima hicieron que la piel se erizara... ¡qué locura! Y no, no nos podíamos quedar con eso, así que McCartney nos dio otra dosis de sorpresa y emoción cuando cantó Hey Jude... otro punto épico de la noche.
La noche con Paul McCartney fue todo y más de lo que los seguidores del Beatle esperaban. La estrella de la música internacional se mostró cariñoso, amable y, sobre todo, muy agradecido con los fans que lo acompañaron en el Estadio Nacional.
El cierre no pudo estar mejor. Luego de una falsa despedida, en la que el inglés y sus músicos salieron ondeando las banderas de Costa Rica, Reino Unido y la del orgullo LGTBIQ+, el público les pidió más música y Paul y su banda complacieron con gusto. Una de las últimas sorpresas de la noche fue cuando cantó I’ve Got a Feeling y en las pantallas lo acompañó a cantar su querido John.
El adiós fue igual de enérgico que el resto de la noche. Sonaron la movida I Saw Her Standing There y las impactantes Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, Helter Skelter y Golden Slumbers.
El público, consciente de que estaba ante la presencia de una leyenda en carne y hueso, le devolvió todo el amor que él enviaba desde la tarima. Luego de casi tres horas sobre el escenario, McCartney, a sus 82 años, tocó como si todavía fuera aquel chiquillo que con John, Ringo y George formó The Beatles hace más de seis décadas...y, por todo eso, ¡Gracias, querido Paul!