Un concierto de Smashing Pumpkins en Costa Rica es un hito tan especial y poderoso que es capaz de hacer que Halloween suceda en noviembre. Y es que, ¿cómo no? si el líder de la banda es un vampiro que marcó como pocos a los jóvenes noventeros.
La agrupación estadounidense volvió al mismo lugar donde se presentó 16 años antes para el Festival Imperial, cuando, en lugar del Parque Viva, el recinto era el Autódromo La Guácima. Las Calabazas volvieron algo más viejos, pero también un tanto más reconciliados como grupo y, a diferencia de su pasado show, saltaron a escena tres de su cuatro miembros originales: Billy Corgan, Jimmy Chamberlin y James Iha.
Pero antes del truco, el dulce lo pusieron cuatro artistas costarricenses: Kurt Dyer, Priscilla Díaz, The Saint Cecilia y Las Robertas. Esta selección tuvo la tarea de ir calentando al aforo de Parque Viva que, para el momento en que las Calabazas hicieron su entrada triunfal, estaba a reventar.
Kurt Dyer fue el primer valiente en salir a escena a las 4:30 p. m., en un Anfiteatro Coca Cola que recién media hora antes abrió sus puertas. Acompañado de su guitarra y con el oficio que carga después de telonear tantos conciertos, se trepó a tarima e hizo lo suyo.
Seguidamente, la cantante nacional Priscilla Díaz cautivó con su melodiosa voz a un público que aún no era masivo. Díaz presentó las ocho canciones de su más reciente producción discográfica, entre la que destacan temas como Barco de ilusiones o Moonlight.
Con su pieza Déjalo ir, la artista tica hizo gala de toda su destreza vocal y regaló una interpretación que fue muy aplaudida por los presentes.
Luego de un impasse de algunos minutos, le tocó el turno a The Saint Cecilia, que además de encender el ambiente con su poderío escénico, también preparó al público en términos de idioma, pues, curiosamente, el repertorio de la banda tica está comupuesto por temas en inglés.
Con su llamativo look y su frenético performance, Stewart Heigold (líder del grupo) dejó la barra alta. The Saint Cecilia llevó a los espectadores por un viaje rockero con Theater of Artaud, Chelsea, Terracotta Walls, Chica Bonita y otras canciones de su discografía.
Pero es que el concierto fue de tal magnitud, que hasta entre teloneros hubo plato fuerte. La banda costarricense Las Robertas cumplió uno de sus sueños al tocar en vivo antes de Smashing Pumpkins, pues esa es la agrupación predilecta de los ticos.
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“Los seis integrantes del grupo somos muy fans de Smashing Pumpkins. Crecimos viendo MTV en esa generación de finales de los 90, y la banda se convirtió en favorita de todos, así que para Las Robertas, es demasiado emocionante ser parte del concierto”, reveló hace unas semanas Mercedes Oller, vocalista del grupo nacional.
Las Robertas dieron prácticamente un concierto aparte, con una presentación de 45 minutos que llenó de energía rockera al aforo. Los costarricenses y su rock alternativo fueron esa frescura que necesitaba la gente para terminar de inspirarse sin gastar las energías que consumió la presentación de Smashing Pumpkins.
En la tarima parecían estar los psicodélicos miembros de alguna banda de los 70 y con canciones como All we need is now, Windows y Our Imperium, cerraron un espectáculo que estuvo a la altura de la ocasión y que recordarán por siempre.
Puntual llegó el momento más esperado: Smashing Pumpkins salió a la tarima en medio de un fuerte juego de luces y el grito incesante de los espectadores. Con The Everlasting Gaze, subieron al máximo las revoluciones y dejaron claro que la velada sería de rock fuerte, como en los noventa.
Billy Corgan tiene 57 años, pero ese dato es vano, porque su voz todavía suena como la de aquel veinteañero malcriado que irrumpió con todo en los años 90. Su energía fue fuente de renovada juventud para gran parte de público que, aunque tal vez lo resienta mañana, se entregó como en aquellos años mozos, cuando Smashing Pumpkins les voló la cabeza en MTV.
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Today fue uno de los momentos álgidos de la tenebrosa noche y una de las canciones más coreadas. Cada fan sacó su celular para grabar, consciente de que, como profetizaban los versos que coreaba: “Today is the greatest day I’ve ever known”.
“Buenas noches, Costa Rica. Hola, pura vida”, dijo en un agringado acento James Iha, guitarrista y miembro fundador del grupo. Aquella interacción, que fue uno de los pocos diálogos que dirigieron a los espectadores, valió el grito de todo Parque Viva.
Billy Corgan se encaramó la guitarra acústica, presto a interpretar la melancólica Disarm. Nuevamente, se levantó la ola de teléfonos, algunos para tomar videos, y otros, para hacer de linterna. Aquella pieza fue puro sentimentalismo en un espectáculo marcado por la estridencia.
Minutos de dulzura que se alargaron con Landslide y que hicieron que la multitud enamorada de la banda estadounidense se balanceara de lado a lado, probablemente evocando momentos pasados que tuvieron como banda sonora a Smashing Pumpkins.
No lo parece, pero detrás de aquel rebelde Vampiro, hay hoy un hombre de familia parecido a muchos de los que se hicieron presentes al espectáculo. Por cierto, Corgan aprovechó una pausa entre canciones para recordar que su hijo estaba cumpliendo 9 años.
Pero a algunas mañas no las cambian los años, y Billy cortó el momento de papá tierno para vacilar a su compañero Iha –quien ya se había atrevido a lanzar unas palabras en español–, pidiéndole que tradujera del inglés el número nueve. Como su guitarrista no logró aquel encargo, puso al público a contar hasta nueve y remató: “Hoy aprendiste algo nuevo”.
Casi al cierre del concierto, llegó el momento de que cada músico se presentara ante el aforo, que llevaba más de hora y media desenfrenado. La gente tuvo una ovación para el baterista Jimmy Chamberlin, quien saludó con agradecimiento a la gente y a la vida, ya que después de separarse de la banda tras varios incidentes complicados, volvió a ser feliz en la percusión de Smashing Pumpkins.
De vuelta a la música, el show continuó con Perfect y Sighommi; canción que fue aderezada con luces multicolores que convirtieron la escena en un delirio. Finalmente, 1979 fue el poderoso cierre del espectáculo, con un Corgan que llevó al máximo su voz y un Iha que se lució con su solo de guitarra.
Hay que decir que Corgan tuvo una despedida aún más impactante que su entrada. Durante un minuto, caminó por el escenario agradeciendo y alzó una bandera de Costa Rica que tenía escrita la siguiente leyenda: “The World Is a Vampire. Pura Vida”.
Sus fans se quedaron unos minutos más para ver si sus ídolos eran los suficientemente irreverentes para desacatar la ley nacional, la que obliga a terminar los conciertos a las 10 p. m. Sin embargo, ese fue el único deseo que la banda no cumplió.
Smashing Pumpkins, con el Vampiro Billy Corgan a la cabeza, dio un concierto memorable en Costa Rica. Más allá de los elementos de la banda ligados con el terror, el hecho más horrorífico lo vivieron quienes no asistieron este 16 de noviembre a Parque Viva.