Piloto: – Esto es una emergencia. Se cae, se cae.
Controlador aéreo: –¿Adónde está?
Piloto: Se cae. Estoy aquí, a la par de Torres de Valencia, se cae.
Controlador: –¿Qué le pasó?
Piloto: –Me caigo.
Controlador: –Controle velocidad (...) Torre para que coordine ahí para la emergencia.
Esa fue la última comunicación que tuvo el piloto Eladio Salazar Barrionuevo antes de que la avioneta que dirigía se precipitara en el cañón del río Virilla, en Heredia. La aeronave tenía una falla mecánica y era inminente su caída.
Luego de desplomarse, Salazar, de 33 años, volvió a comunicarse para informar su ubicación e indicar que tanto él como el copiloto, Miron Esteban Castro Marín, de 22 años, estaban golpeados, pero vivos. Ellos eran los únicos ocupantes.
La alerta se registró a eso de las 9:12 a. m. de este lunes. La aeronave quedó visible pues cayó en un pastizal al norte del puente Alfredo González Flores, conocido como puente de la “platina”.
La aeronave, matrícula TI-AOP, es una Piper PA-34-200T Séneca II, propiedad de la empresa Prestige Wings, según informó Guillermo Hoppe, director de Aviación Civil.
Según el jerarca, la avioneta despegó a las 8:58 a. m. del aeropuerto Tobías Bolaños, en Pavas, con todos los papeles en regla. Su plan de vuelo indicaba que aterrizaría en el aeródromo de Quepos, Puntarenas. Usualmente, ese vuelo tarda unos 15 minutos.
El plan era recoger unos turistas en Quepos y llevarlos al aeropuerto internacional Juan Santamaría, en Alajuela, para luego retornar a Pavas.
Sin embargo, a poco del despegue se suscitó la emergencia. Se desconoce cuál fue la falla mecánica que presentó.
Prestige Wings tiene certificado para taxi aéreo y en su registro aparece con los seguros al día. El certificado de operación le fue otorgado en el 2016 y vence en el 2031.
La Dirección de Aviación Civil confirmó que la avioneta llevaba combustible para tres horas y media de vuelo y tenía capacidad para cinco pasajeros. También se informó de que al 22 de noviembre pasado el piloto había completado 1.000 horas de vuelo.
La Cruz Roja, Bomberos, el Servicio de Vigilancia Aérea, oficiales de la Fuerza Pública y personal de Aviación Civil, trabajaron en el sitio para ayudar a los ocupantes, quienes fueron rescatados y trasladados en helicóptero, primero al Hospital México y luego al Hospital del Trauma, ambos en La Uruca.
Luis Guzmán, socorrista que participó en el rescate, indicó que al llegar al sitio encontraron a los dos pacientes “conscientes y orientados”. Tenían golpes, sobre todo en la cara.
“Por mecanismo de traumas se trasladaron en condición delicada al Hospital México en helicópteros”, mencionó.
Del Hospital México los llevaron luego al Hospital del Trauma, donde ingresaron a eso de las 10:30 a. m.
A las 3 p. m. el médico Diego Hernández Calvo, de la Unidad de Valoración del Hospital del Trauma, confirmó que los pacientes estaban estables. Salazar fue sometido a una cirugía por fractura de tobillo derecho, mientras que Castro fue trasladado a un hospital privado para continuar la atención de sus golpes.
Los padres del copiloto, Edwin Castro y Niximia Marín, relataron que el muchacho tiene menos de un año de experiencia en aviación.
Edwin Castro labora como jefe de Operaciones de la Policía Metropolitana, del Ministerio de Seguridad Pública. Al momento de la emergencia estaba en su trabajo y de inmediato se trasladó al sitio del accidente.
Cuando llegó ya habían sacado al piloto, pero pudo ayudar a extraer a su hijo y viajó con él en helicóptero hasta el centro médico.
El hombre se mostró agradecido porque el muchacho solo presentaba golpes en la pierna derecha y una cortada leve en la ceja derecha. Durante el traslado siempre estuvo conciente y orientado, acotó.
Testigo: ‘Venía volando muy bajo, como buscando aterrizar’
Francisco Rodríguez recién llegaba a su casa en la ciudadela Rositer Carballo, en La Uruca, después de su jornada laboral nocturna, cuando observó que una avioneta volaba “muy bajo, como buscando aterrizar”. Pero no le prestó mucha atención.
“Aquí suelen pasar super bajito, entonces intenté verlo normal. Yo sí pensé que si seguía así se iba a estrellar, pero jamás pensé que eso era lo que iba a pasar”, dijo Rodríguez, de 33 años, a este medio.
Él ingresó a la casa y fue en ese momento que escuchó un “bombazo”.
“Yo dije: ‘Se cayó esa cosa’. Salí corriendo a ver y había un montón de polvo y por allá se veía la avioneta. A nosotros nos separa el río (Virilla) del lugar donde se cayó, pero sonó durísimo, me impactó mucho”, mencionó.
“Lo bueno es que, aunque venía muy bajito, venía muy suavecito. No venía rápido porque sino la historia sería otra, se hubiera ido al río o quién sabe qué hubiera pasado”.
Rescate vertical
De acuerdo con Guido Vásquez, de la Cruz Roja, la respuesta fue muy rápida. Con equipo de rescate vertical llegaron al sitio del accidente y encontraron a los pacientes en sus asientos. Como no estaban prensados la extracción no fue complicado.
El piloto tenía una fractura en su tobillo derecho y el copiloto solo presentaba golpes y raspones.
La aeronave quedó a unos 100 metros del borde del precipicio desde el punto que usaron los cuerpos de rescate para extraer los pacientes, detrás del cementerio de La Valencia, Ulloa de Heredia.
Entre los riesgos estaba la posibilidad de un incendio, pues además del impacto de frente contra la ladera, pudo dañarse el tanque de combustible.
Al ser gasolina de alto octanaje el desenlace pudo haber sido peor.
Por lo empinado del sitio y el tipo de terreno la operación para sacarlos de la zona sí fue complicada. Participaron unos 20 cruzrojistas, 25 bomberos y un número similar de policías.
Ronny Latouche, jefe de operaciones de Bomberos, sostuvo que trabajaron por los dos flancos del cañón, que está entre La Valencia y el puente Alfredo González, en la autopista General Cañas.
El bombero confirmó que hubo un pequeño derrame de los tanques de combustible y como el pasto estaba seco existía riesgo de incendio, por lo que realizaron tendidos de mangueras hasta el sitio para prevenir cualquier eventualidad por fuego durante la extracción de los heridos.
“Alguna gente que lo vio volar bajo alertó que por la trayectoria calculaban que iba a caer al cañón y por eso se pudo llegar rápido por distintos flancos, para llegar lo antes posible. Luego se determinó la mejor ruta para la extracción”.
Un terreno plano permitió aterrizar a los helicópteros detrás del cementerio de La Valencia.
La escena quedó a cargo de la Dirección General de Aviación Civil.
Accidentes mortales
Este caso viene a recordar accidentes de aeronaves que han terminado con la vida de sus ocupantes.
El más reciente ocurrió en agosto del año pasado, cuando el piloto y único ocupante de una avioneta de la empresa Aerobell falleció, luego de que la aeronave se estrellara en un cerro de San Isidro de Peñas Blancas, San Ramón de Alajuela.
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La aeronave siniestrada es una Piper Séneca, matrícula TI-BDH, que realizaba un viaje entre el aeropuerto Tobías Bolaños, en Pavas, y La Fortuna de San Carlos, cuando se perdió la comunicación. El piloto, identificado como Marco Antonio Delgado Bogantes, de 37 años, presentaba múltiples traumas y fracturas que cobraron su vida en el sitio. Su cuerpo quedó a dos metros de la aeronave.
Cuatro meses antes, en abril del 2018, un instructor identificado como Esteban Mora, de 34 años, falleció con el estudiante Alberto Arroyo, cuando viajaban hacia Punta Islita luego de haber despegado del aeropuerto Tobías Bolaños, Pavas.
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Uno de los hechos más graves de los últimos años ocurrió el 31 de diciembre del 2017, cuando un avión Cessna 208B Grand Caravan de la empresa Nature Air, se desplomó en Corozalito de Nandayure, Guanacaste. Producto del accidente murieron 10 turistas estadounidenses y los dos pilotos ticos.
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