No es todos los días –afortunadamente– que la portada de La Nación muestra, en letras grandes y resaltadas, la frase Todos murieron . Así amaneció el país el martes 16 de enero de 1990, luego de que, el día anterior, una avioneta con 23 ocupantes se desplomara en la zona del cerro Pico Blanco, en las montañas de Escazú.
Por fortuna, los accidentes aéreos no son tan comunes –ni en nuestro país ni en ninguna otra parte del planeta– como los que se presentan en las carreteras. Sin embargo, cada uno de ellos ha afectado profundamente a la población del país.
Durante siete décadas de ejercicio periodístico, La Nación ha acompañado a las autoridades en sus funciones de rescate, ya fuera de sobrevivientes o de víctimas mortales, cuando se han estrellado avionetas o cualquier otro tipo de naves aéreas en nuestro territorio.
Tal fue el caso de Pico Blanco, aquel lunes 15 de enero del año 90, cuando el mal clima imposibilitó al capitán Carlos Echeverría Rodríguez, de 40 años, pilotear con éxito el viaje que lo llevaría del aeropuerto Juan Santamaría hasta Palmar Sur.
“Nueve costarricenses (incluidos cuatro tripulantes), siete canadienses, tres panameños, una estadounidense, un sueco y otros dos extranjeros –cuyas nacionalidades se ignoran– viajaban en el aeroplano, según informes de la empresa Sansa”, detalló La Nación entonces.
La primera vez
Coberturas como esa estuvieron presentes en las páginas del diario desde sus primeros días. La primera cobertura realizada por La Nación de un accidente aéreo se presentó recién dentro de los primeros dos meses de existencia del periódico.
El miércoles 27 de noviembre de 1946 –la primera edición del diario se publicó el 12 de octubre de ese año–, los periodistas Federico Gonzáles Campo y Pedro Blanco dieron cuenta del desplome de un avión de Lacsa, que se había perdido “en vuelo de Parrita a esta capital (...). Venía piloteado por Víctor Husagh y Luis París de copilto”.
Las notas publicadas ese día y los días siguientes dieron cuenta de 14 fallecidos, de la destrucción total del aeroplano y del impacto que había generado en la comunidad de Santa Ana, donde el avión se estrelló.
Seis fallecidos
El 23 de enero de 1977 –no es una coincidencia que las inclemencias del clima hayan provocado tantos accidentes durante el primer mes del año– una avioneta se estrelló en el cerro conocido como La Fila del Tablazo, en Jericó de Desamparados.
Seis personas fallecieron en el vuelo, que provenía de San Isidro de Pérez Zeledón en dirección al aeropuerto Tobías Bolaños, en Pavas. Durante los días posteriores, se llevaría a cabo una investigación que intentaba discernir si había sido el clima el causante del percance, o más bien había tenido que ver con fallas mecánicas.
A lo largo de estas siete décadas, la cantidad de víctimas mortales como consecuencia de accidentes aéreos ha pasado por altibajos. Un informe publicado en 1990 hablaba de 25 fallecidos en la década previa.
Esas cifras no se han repetido en años recientes, aunque los riesgos de volar siguen latentes.