Una mujer indígena de 32 años fue trasladada en condición grave al Hospital William Allen, en Turrialba, por una mordedura de serpiente terciopelo en la mano. El hecho se registró el pasado 8 de junio.
Esta paciente forma parte de las cinco personas que atiende cada día la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) por accidentes ofídicos o ataques de culebras.
Según registros estadísticos de la CCSS, durante el 2020 se reportaron 1.853 casos, en el 2021 el dato bajó a 1.759 y hasta el 25 de mayo pasado de este 2022, el acumulado era de 628 personas. Todos estos casos requirieron atención médica en hospitales públicos.
En cuanto a hospitalizaciones del bienio 2020-2021, los centros hospitalarios con las cifras más altas son el Tony Facio, en Limón, donde se atendieron 59 víctimas; el Manuel Mora, en Golfito, con 46 casos; el Tomás Casas, en el cantón de Osa, Puntarenas, con 46 pacientes, y 42 afectados en el Fernando Escalante Pradilla, en Pérez Zeledón.
Datos del Ministerio de Salud sobre fallecimientos por contacto con culebras y lagartos venenosos, reportan seis víctimas mortales por año en el 2020 y el 2021. Si se revisan las cifras hacia atrás, la estadística no ha variado significativamente, aunque no debe olvidarse que los ataques de estos reptiles pueden ser potencialmente peligrosos.
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Édgar Carrillo, director del Hospital San Carlos, explicó que uno de los principales riesgos que se corre al ser mordido por una serpiente es el tiempo que tardan las personas desplazándose al centro de salud, lo cual puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte.
“Yo creo que lo más importante es asistir rápido al hospital, hay mucha gente que pierde tiempo poniendo compresas frías, succionando la herida e incluso algunas personas hacen un torniquete. Toda esa tardanza puede ocasionar una serie de complicaciones al haber tanta inflamación en la zona, como lo que nosotros llamamos síndrome compartimental, un aumento de la presión en un músculo en donde la coagulación se ve afectada. Además, puede ocurrir muerte o necrosis de la piel o músculo”.
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La aplicación del suero antiofídico polivalente es uno de los procedimientos vitales para reducir los efectos del veneno tras la mordedura del animal, que, en la mayoría de los casos que ocurren el país, según Carrillo, son por serpientes terciopelo.
“Una vez que se logra constatar la mordedura de serpiente en el paciente, se inicia con la aplicación del suero antiofídico. También administramos algunos medicamentos para reducir la lesión que provoca el veneno. Eso va paralelo al lavado de la herida, porque no solamente nos enfocamos en atacar el antídoto, sino también toda la gran cantidad de bacterias que ingresan con la mordedura. Se envían exámenes de laboratorio para confirmar el estado en que se encuentra el paciente y, por último, se aplica antibiótico”, agregó Carrillo.
El Instituto Clodomiro Picado (ICP) produce entre 120 y 130 viales de suero antiofídico al año. Estos son vendidos a hospitales privados y a la CCSS, los que se encargan de la administración y distribución a los centros médicos.
La gravedad de los efectos secundarios que experimentan quienes sobreviven a las mordeduras van a depender de la rapidez con que se aplique el suero antiofídico; sin embargo, algunas de las secuelas se manifiestan en riñones, en la coagulación y en eventual adormecimiento en la zona del cuerpo donde la persona sufre la mordedura.
“Un adormecimiento puede quedar a largo plazo, sobre todo si es un problema neurológico y el nervio se ve dañado, ya que la recuperación de piel o músculo es mucho más rápida que cuando hay una lesión a nivel de nervios. Esto, porque las células nerviosas no se suelen reproducir una vez eliminadas, lo que podría generar secuelas por mucho tiempo o para siempre”, explica Carrillo.
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¿Cómo distinguir una serpiente venenosa de una no venenosa?
Aunque en el país existen 140 especies de 11 familias de serpientes, solo hay dos que se consideran venenosas en casos de mordedura: la Elapidae y la Viperidae, la primera categoría reúne a las llamadas “corales” y la segunda, a reptiles como la “terciopelo”, común en el país. Estas últimas están mayoritariamente en la zona tropical húmeda (Caribe, Pacífico central y sur, y zona norte).
En el grupo de las terciopelos o culebras venenosas, lo más característico es la presencia de fosas loreales en la cabeza que son capaces de percibir calor. La cabeza tiene forma triangular y se reconocen por la apariencia de sus escamas “quilladas”, sobrepuestas unas sobre otras. Su veneno daña el músculo, provoca hemorragia y puede llevar a la amputación de la extremidad que fue mordida, si no se atiende a tiempo.
Las serpientes venenosas se diferencian de las no letales, porque las primeras tienen pupila elíptica, escamas pequeñas, formas geométricas, cola corta y gruesa, y colmillos delanteros retráctiles, mientras que las no venenosas tienen cola larga y delgada y no poseen colmillos delanteros.
Reconozca diferencias
No todas las culebras son venenosas. De hecho, la mayoría no lo son y por tanto, no representan un riesgo. A continuación, algunas claves para diferenciarlas:
FUENTE: FABIÁN BONILLA, INSTITUTO CLODOMIRO PICADO (UCR).. || J.C. / LA NACIÓN.
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Según cifras de la CCSS, los hombres de 20 a 44 años son quienes más sufrieron ataques de culebras desde el 2020 y hasta el pasado 25 de mayo. Durante esos 29 meses, 1.469 varones requirieron atención médica por una mordedura de culebra, en promedio, 50 al mes.
De acuerdo con los registros del ICP, un 50% de mordeduras se producen en los pies; 30% en manos; 10% en el resto de la extremidad inferior, y las demás mordeduras, en otras zonas del cuerpo, como cuello, cabeza y tronco.