La experiencia en montañas que durante años había acumulado Marialis Blanco Vega, incluso con visitas previas al Chirripó, no le alcanzó para lograr su objetivo de sobrevivir al extravío que sufrió en el cerro Ventisqueros el martes 4 de mayo.
Los mismos baquianos y cruzrojistas que llegaron al sitio donde quedó su cuerpo se mostraron sorprendidos por el recorrido de casi tres kilómetros que hizo la mujer, de 39 años, en su angustiosa lucha por encontrar la salida.
Al saberse extraviada, ella dejó papeles de confites colocados en ramas, así como una de las camisetas que usaba y algunas otras huellas.
El viernes los baquianos fueron los primeros en encontrar el bastón de montañismo de la mujer, el cual fue fundamental para orientar la búsqueda, que consumió un total de 112 kilómetros recorridos por las patrullas desde puntos seleccionados a partir del último lugar donde se le escuchó.
Quizá para ese día, 7 de mayo, Marialis ya había fallecido, aunque será la autopsia que realice el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), la que permita determinar con mayor certeza el tiempo de fallecida.
!Auxilio, baje!
Lo cierto es que el martes pasado, luego de salirse del sendero y sufrir la primer caída, Marialis pudo oír a su tío que la buscaba y ella le respondió gritando “Auxilio, baje”.
Minyar Collado, de la Unidad Especializada en Primera Intervención de la Cruz Roja, afirmó que la entrevista realizada a Ismael Mora, el tío político de la montañista, quien fue el último en escucharla, permitió que desde el primer día de operativo los socorristas tuvieran un punto de referencia.
Sin embargo, quizá la experiencia y fortaleza de la joven se volvieron en su contra, pues en medio de la conmoción y las condiciones del entorno, al parecer quiso salir por sus propios medios.
A esa conclusión llegan los socorristas, al analizar la trayectoria seguida por Marialis, de quien el miércoles 5 de mayo, día de su cumpleaños, no se tuvo indicios por parte de las patrullas.
Mientras se desarrollaba la búsqueda en el camino a Ventisqueros, la Cruz Roja realizó la entrevista al tío de Marialis.
Lo llevaron al sendero para hacer pruebas de sonido, pues el tío la escuchó, pero no sabía con certeza de dónde venían los gritos de auxilio.
“Colocamos a varias personas a diferentes distancias y en distintos lugares, hasta que el tío identificara el grito más parecido al que escuchó de su sobrina.
Ese ejercicio permitió a los socorristas tener una idea de la distancia y lugar desde el que la mujer emitió su último pedido de ayuda.
Al día siguiente, el jueves, los perros de la unidad K-Zar de la Cruz Roja fueron llevados en helicóptero hasta lo alto del Parque Nacional y uno de ellos marcó positivo cerca del punto donde el tío dijo que salió la voz de Marialis.
En esa zona, los guías y arrieros hallaron el bastón de montañismo. Ante las marcas positivas que iban dando los perros, se tenía certeza de que ella había pasado por ahí. Luego se supo que desde el bastón al cuerpo había una distancia de 1,3 kilómetros.
Canes llegaron a ella
Aquella amante de los perros y demás animales, tuvo en el ocaso de sus días el favor de Rosco y otros dos canes que, poco a poco permitieron a los socorristas dar con ella.
Hallaron su rastro en medio de la angustia de sus familiares, las inclemencias del tiempo y una zona que los mismos baquianos y personal del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC), afirman no haber recorrido nunca.
“Cuando el perro nos empieza a marcar positivo, empezamos a inyectar más recurso en la zona, pero encontramos una cantidad de acantilados casi verticales, con ángulos de 80 grados y un cañón inexplorado”, dijo Collado.
En esas faenas de búsqueda, una tormenta los obligó a evacuar, pues incluso había desprendimiento de rocas.
El sábado antes de las 5 a. m. se retomó la búsqueda, el perro volvió a dar positivo, pues el guía así lo notaba por el movimiento de la cola, el intercambio de miradas, el olfatear del rastro y ciertos ladridos.
Al seguir bajando, encontraron la camisa de la mujer, así como envolturas de las golosinas colocadas en ramas a la altura de la vista y fue así como llegaron a unas cataratas.
Fue ahí cuando la patrulla vio una parte con zacate majado, como por un resbalón y vieron el cuerpo inmóvil al fondo del guindo, de más de 40 metros.
Empezaba ahora el descenso con cuerdas y en medio de rocas sueltas hasta llegar al cadáver y la pregunta era cómo sacarlo de esa profundidad, máxime que el tiempo no estaba favorable.
“Tuvieron que pernoctar con el cuerpo. Pasar una noche de valientes, de esas que ponen a prueba a una patrulla. Las temperaturas bajaron a cuatro grados Celsius, la alimentación que llevaban no era óptima y, solo con un plástico, los arrieros y socorristas pasaron la noche, casi a la intemperie”, dijo Collado.
Aunque todas las patrullas van preparadas, esas doce personas, que todavía este domingo al mediodía caminaban hacia la salida, asistidas por otros socorristas, fueron de las que más cansancio y dificultades experimentaron.
Para ellos ya hubo desgaste al llegar ahí y aún más cuando tuvieron que movilizar el cuerpo hasta el punto en que el helicóptero podía interceptarlo.
Desafiante maniobra
Este domingo se detectó que solo existía un claro de 20 metros de ancho, cerca del punto donde quedó Marialis.
Como el helicóptero de Aerodiva no podía descender, acudió a una maniobra llamada de carga externa, que le permite llevar una cuerda con un gancho que puede lanzar, luego de posicionarse fijamente en el aire.
Fue así como se coordinó con la patrulla en tierra, que recibió desde la aeronave el equipo para embalar y proteger el cuerpo y luego tratar de engancharlo a la cuerda del helicóptero.
El primer intento falló por cuestiones de estabilidad, el helicóptero no toleró ni siquiera por diez segundos el equilibrio, razón por la cual la aeronave tuvo que volver a la plaza de San Gerardo.
Para reducir peso le quitaron las puertas, cierto equipo y se bajó al socorrista, de modo que el piloto Armando Herrera, un nicaragüense con 40 años de experiencia, volvió sin acompañantes al sector de Ventisqueros en este segundo intento.
Esta vez sí pudo estabilizar el aparato, soltar un nudo y lanzar la cuerda con una especie de saco, donde se pudo enganchar el cuerpo y llevarlo así hasta la plaza de San Gerardo.
Ahí la maniobra es a la inversa, es decir, el helicóptero se sostiene sobre la plaza, mientras que los socorristas desprenden el embalaje que trae el cuerpo y luego el helicóptero aterriza a un lado.
En ese lugar estaban agentes del OIJ, así como muchos familiares y amigos de la nutricionista, que por fin vieron una luz al final del túnel y se aprestan para darle cristiana sepultura.
“Hubiéramos querido un mejor resultado; sin embargo al llegar ella a una zona de cañones tan compleja y delicada, hace que una persona, por más experimentada que sea, incluso un socorrista, puede tener un accidente grave en cualquier momento”, dijo Collado.
Si la capacidad emocional falla en un momento de esos y la persona comienza a caminar sin equipo, sin alimentos, sin los insumos de supervivencia, eso pasa la factura a cualquiera, pues se incumplen las normas de capacidad y supervivencia, puntualizó el socorrista.