"Tengo que aceptar que no tengo mis piernas. Los primeros días fueron muy difíciles, porque es cuando uno tiene que entender lo que pasó, pero ahora lo veo de una forma más natural".
Daryl Cruz Aguilar, de 23 años, perdió sus dos piernas luego de que un picón la atropellara el jueves en Pavas y, cuatro días después, asegura que no hay tiempo para lamentaciones. Por el contrario, dice estar muy optimista y no guardar rencor al sujeto que la atropelló.
"Al principio cuesta asimilarlo porque es una pérdida. Pasé de estar completa a esto, pero estoy segura de que Dios tiene un propósito para todo. No me puedo echar a morir, porque por algo estoy aquí", aseguró la muchacha en una entrevista con La Nación. Ella está internada en el hospital del Trauma, en La Uruca, San José.
Agregó: "La verdad no tengo pensado denunciar a nadie. Yo estaba ahí porque quería y esto me iba a pasar estando o no en un pique".
Su actitud positiva no apareció de repente. En estos días, sus padres la han apoyado y, según contó, es por ellos que siente que todo mejorará.
"Mis papás me han dicho que confíe en Dios, me dicen una y otra vez que ellos no me van a dejar, que vamos a salir adelante y que ahora van a estar al mil por mil para mí", detalló.
Según comentó, por el momento, deberá de acoplarse a las terapias y, después, hará el trámite para obtener las prótesis.
"Aún no sé cuándo me darán de alta. Sé que (las piernas) están muy sanitas, así que creo que saldré pronto de aquí", apuntó.
Primera vez. El jueves por la noche, Daryl recién terminaba la última clase de la semana en la Universidad Libre de Costa Rica (Ulicori), donde estudia criminología.
Tenía hambre, así que fue a cenar pizza con una amiga de la 'U', en San Pedro, San José.
"Estando ahí, otros amigos nos mencionaron la posibilidad de ir a ver los piques en Pavas. Yo nunca había escuchado de eso, pero me llamó la atención", recordó Cruz.
Llamó a sus papás, porque contó que, como aún vive con ellos, debe pedirles permiso.
"Yo con ellos hablo de todo. Les pregunté que si podía ir a ver los piques, me dieron la autorización y me fui", relató. Esa fue la primera vez que ella asistió a una carrera ilegal. De hecho, no conocía a los participantes.
Llegaron a Pavas a eso de las 10 p. m., cuando ya los carros estaban picando, según Cruz. "Siempre estuvimos sentados en la acera (donde ocurrió el accidente), pero, minutos antes de la tragedia, nos levantamos para buscar algo de comer".
Caminaron hasta un minisúper, ubicado dentro de la gasolinera Delta, compraron unos jugos y unas papas y se devolvieron.
Según recordó, segundos antes del atropello, ella conversaba con su amiga.
"Estaba distraída tomando fotos. Cuando vi que venía el carro, ya era muy tarde para reaccionar. Lo que me salvó de morir fue que un amigo me hizo para atrás. Si él no hubiera hecho eso, no estaría contando la historia", narró.
Las otras personas que estaban a su lado, lograron salir ilesas del hecho.
'Queríamos distraernos'. Los recuerdos que tiene a partir del accidente son pocos. "Recuerdo que sentía mucho frío en mis piernas, era una sensación muy extraña. En el hospital, no recuerdo nada", mencionó.
De lo que sí hace mención es de todos "los comentarios groseros que hizo mucha gente" al saber que estaba como espectadora de carreras ilegales.
"Muchas publicaciones dicen que no tenía porqué estar ahí, pero solo los que estuvimos ahí sabemos porqué fuimos. Era un rato para distraernos, disfrutar y estar tranquilos", justificó.
Aunque, después de lo ocurrido, aseguró que no pensaría en asistir de nuevo a este tipo de actividades. "Yo no lo haría, pero no es que venga a pedir consciencia, porque en Costa Rica la gente puede hacer lo que quiera".