Hace casi dos años, doña Rosa Jarquín perdió a una nieta, una hija y su yerno en un accidente de tránsito. La tragedia ocurrió cuando la motocicleta en que ella viajaba, junto con cuatro familiares, chocó de frente con otra moto y luego fueron golpeados por un vehículo que transitaba por la ruta 32.
La vecina de Cariari de Pococí, Limón, recuerda aquel día de julio del 2021 con profundo dolor. Cuenta que piensa a diario en sus seres queridos y que llora al revivir el percance que le dejó una dolorosa lección para el resto de su vida.
“A muchos yo les he dicho que no cometan el error de montarse muchas personas sin casco o andar con chiquillos, porque yo he visto muchos casos y digo ‘ojalá Dios quiera no les pase nada’. Porque es duro perder su familia; yo no se lo deseo a nadie, es duro perder un ser querido”, contó en entrevista con La Nación.
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De vuelta al fatídico día, la mujer de 43 años sostiene que no estaba muy convencida de hacer el viaje de cinco kilómetros para visitar a su exnuera, quien días antes había sufrido un accidente. No obstante, por insistencia de sus hijas, Ana Rosa y Marisol, y de su yerno Juan Francisco, decidió ir aunque venía cansada del trabajo.
Rememora que, antes de salir, les preguntó que cómo iban a ir cinco personas en la moto y que su yerno le dijo que irían despacio. A como pudieron se acomodaron: Juan Francisco iba adelante pegado a la manivela, detrás estaba su esposa Marisol, quien llevaba en brazos a Melany, de dos años. Atrás, se sentó doña Rosa y de última, su otra hija, Ana.
La condición que puso doña Rosa para ir fue que se bajaran al llegar a la entrada de la carretera y continuaran a pie el recorrido hasta La Unión de Guápiles, pero los planes cambiaron durante el trayecto. El accidente ocurrió cuando les faltaban 200 metros para llegar al pueblito a donde se dirigían.
“Él siguió y venía una moto del mismo lado que nosotros íbamos. Él luchó y se quiso hacer a un lado para que la moto pasara, pero el muchacho que venía al frente se puso al mismo lado y cuando quiso dar vuelta ya era muy tarde porque la moto nos pegó. En eso, también venía otro carro y ahí escuché como un bombazo y no supe nada más”, contó.
En el sitio murió Juan Francisco Talavera, de 21 años. Marisol Jarquín, de 19, y la bebé de dos años fallecieron días después en el Hospital Calderón Guardia y Nacional de Niños respectivamente. Doña Rosa y su hija Ana también recibieron atención médica; esta última incluso pasó seis meses internada.
Desde entonces, la sobreviviente nunca más volvió a subirse a una motocicleta y cada vez que alguna le pasa cerca. mientras camina a la orilla de la calle. se llena de nervios y siente un gran temor. Producto del accidente, la mujer quedó con un fuerte dolor de cabeza que le provoca una especie de ceguera y pérdida de la audición.
Entretanto, su hija Ana, sufrió quebraduras en sus dos piernas, la pelvis y la mano; actualmente está en silla de ruedas y no puede caminar. La muchacha de 25 años ya ha recibido varias intervenciones quirúrgicas y en una de ellas le colocaron pines externos en su pierna derecha; ahora está a la espera de una nueva cirugía.
“Esto me quedó de experiencia, de que es importante es ponerse casco y andar bien prevenido. Para mí fue muy duro y nunca me lo esperé, son cosas que solo mi Dios sabe y nunca esperé perder a una hija de esa manera y estar aquí cuidando a mi otra hija que está con sus operaciones del pie”, mencionó.
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Cuando ocurrió la tragedia, doña Rosa vivía en una zona montañosa de Pococí, conocida como Aguas Mansas. Sin embargo, para poder llevar a su hija al Seguro Social, se trasladaron a la Esperanza de Roxana, en el mismo cantón limonense.
Se instalaron en una casa sencilla de cemento, ubicada muy cerca de la clínica y a 150 metros de una parada de bus. Ahí viven doña Rosa, una hija de seis años; así como Ana y dos de sus hijos.
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La mujer tampoco puede trabajar porque se dedica a cuidar a Ana. La Seguridad Social les extendió un seguro por seis años para enfrentar las próximas cirugías y los medicamentos “que son muy caros”, mientras que algunos familiares los ayudan con dinero y alimentos. A ellas, la vida les cambió para siempre.