“Papá, mi mamá murió, ahora usted tiene que cuidarme”. Estas fueron algunas de las primeras palabras que el pequeño Matheo Lobo, de 6 años, le dijo a su padre, Greivin Lobo Zeledón, cuando se reencontraron tras el trágico accidente automovilístico en el que falleció la madre del menor.
Así lo relató este viernes don Mario Lobo, abuelo de Matheo y padre de Greivin, en una conversación con La Nación.
El accidente ocurrió la tarde del jueves, cuando Yendry Castro, de 34 años, transitaba con su hijo menor por la zona de Santa Lucía de Río Nuevo, en Pérez Zeledón. Alrededor de las 4:30 p. m., por razones aún desconocidas, la mujer perdió el control del vehículo y cayó en un precipicio de aproximadamente 50 metros de profundidad.
Al llegar al lugar, los socorristas encontraron a Castro sin signos vitales dentro del automóvil, pero el niño no estaba en la escena.
En respuesta, se desplegó un operativo que involucró a la Cruz Roja, el Cuerpo de Bomberos y vecinos del lugar, quienes, conmovidos por la tragedia, se unieron para buscar incansablemente al pequeño.
Tras 14 horas de intensa búsqueda, a las 6:36 a. m. del viernes, Matheo fue hallado sano y salvo a dos kilómetros del lugar del accidente, en las profundidades de la montaña.
Según el bombero Eliécer Villanueva, quien encontró al niño, Matheo estaba acostado en posición fetal. Al llamarlo por su nombre, el pequeño lo miró y le contó que su madre sufrió un accidente. “Esa es nuestra misión, salvar la vida de alguien, y en ese momento, era el niño”, comentó Villanueva.
El colaborador de la unidad de rescate en montañas expresó su asombro de que el niño sobrevivió a la noche asechado por los peligros de la montaña, donde estuvo expuesto a posibles ataques de animales salvajes.
De hecho, en las imágenes térmicas que se utilizaron durante la búsqueda, se observó un felino de gran tamaño cerca del menor. Afortunadamente, no se acercó a Matheo.
Para don Mario, la supervivencia de su nieto es una señal de que, aunque Yendry falleció por el accidente, ella cuidó de su hijo durante toda la noche.
“Sin temor a equivocarme, tenemos a Matheo con vida, primero porque Dios es muy grande, y luego porque ella nunca se fue, ella estuvo con el bebé durante esas 14 horas. Mi corazón me lo dice. Cuando lo encontraron, asumimos que Yendry se sintió aliviada de que Matheo estaría bien. Pero ella lo cuidó toda la noche”, expresó don Mario.
El abuelo también explicó que el niño fue trasladado al Hospital Escalante Pradilla y que, aunque tiene algunos raspones y heridas superficiales, no presenta lesiones graves.
Cuando recibió la noticia del accidente, alistó lo necesario para viajar desde Barranca, Puntarenas, hasta el lugar del suceso. “En la cajuela del carro traigo pantalón largo, camisas, zapatos y medias, porque venía a buscarlo. Yo sabía que él estaba vivo. Le supliqué mucho a Dios para que estuviera bien”, agregó el señor, de 59 años.
Tristeza mezclada con alegría
Yendry era docente de educación especial y, presuntamente, al momento del accidente se desplazaba entre dos centros educativos: uno en Santa Eduviges de Río Nuevo y otro en Santa Lucía. La mujer, además de Matheo, tenía otro hijo de una relación anterior, un adolescente de 17 años. Los tres vivían en Pérez Zeledón, aunque eran originarios de Barranca. Greivin y Yendry estaban divorciados.
Según don Mario, la decisión de especializarse en educación especial estuvo motivada en parte por Matheo, quien tiene trastorno del espectro autista. “Ella lo sacó adelante increíblemente. Tenía problemas de lenguaje, pero ya no tiene problemas de comunicación; habla bien, y eso es gracias a ella”, reveló.
Para don Mario y su familia, Yendry será recordada como una madre excepcional y una mujer trabajadora, cuya mayor prioridad siempre fue el bienestar de sus hijos. “Dios estuvo con él en todo momento, y su mamá nunca lo soltó hasta que lo encontraron”, añadió.
Castro llevaba entre dos años de recorrer esa ruta de manera constante. Don Mario recordó que, antes de que ella comenzara a conducir por esas zonas, él le hizo algunas recomendaciones para manejar con precaución, ya que trabajó como operador de maquinaria pesada durante 30 años.
A pesar del dolor que les embarga, el allegado destacó que la tristeza por la pérdida de Yendry se mezcla con la alegría de encontrar a Matheo con vida.
“Yendry es irremplazable para la familia y para el sector educativo. Era una gran educadora, una gran hija y una excelente madre. Estamos muy dolidos por su partida, pero le pedimos a Dios que nos dé fuerzas a nosotros y a la familia Castro”, concluyó.
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