Un promedio de dos personas al día son mordidas por una serpiente venenosa en el territorio costarricense.
La mayoría, un 95%, sobrevive; un 4% queda con secuelas físicas o psicológicas permanentes y, anualmente, mueren entre una y dos víctimas.
Así lo dieron a conocer el Instituto Clodomiro Picado –que se especializa en serpientes y está adscrito a la Facultad de Microbiología de la Universidad de Costa Rica (UCR)– y un informe del Área de Estadística en Salud, de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
De acuerdo con los documentos, Puntarenas es, desde el 2009, la provincia donde más mordeduras se producen.
La Caja informó de que, en los centros médicos de esa provincia reciben por año a poco más de 200 víctimas. El segundo puesto en cantidad de víctimas por mordeduras de serpientes lo ocupa Alajuela, y las siguientes provincias son Limón y Cartago.
Los más atacados son hombres que se desempeñan en labores agrícolas, con edades entre 20 y 44 años.
Según el Instituto Clodomiro Picado, estudios hechos a los afectados revelan que el 50% de las mordeduras se producen en los pies; el 27%, en las manos, y un 18%, en muslos y pantorrillas. En tanto, el 4% de los ataques fueron en brazos y antebrazos, y solo el 1%, en cabeza, cuello o tronco.
Un rápido traslado. Rodrigo Aymerich Blen, biólogo con amplia experiencia en el manejo de serpientes, explicó que, luego de la mordedura, la víctima debe ser atendida con gran celeridad.
“Lo ideal es que se le traslade a un centro médico. Eso garantiza su vida en un 99%. Los médicos no necesitan ver la serpiente para determinar el tratamiento.
”Si la persona llega minutos u horas después del ataque, con síntomas de inflamación de tejidos o sangrado, es un claro indicador de que requiere un suero contra mordeduras de terciopelo. Si llega con problemas respiratorios, es seguro que requiere suero anticoral”, detalló el experto.
Aymerich lamentó que, muchas veces, las personas que acompañan a una víctima se desgastan buscando la culebra.
Dijo que eso ocurrió el pasado 19 de enero, cuando el veneno de una terciopelo mató al peón agrícola Valentino Barrantes Gómez, de 54 años, en una finca de palma en La Cuesta, Corredores.
“Perder tiempo intentando atrapar la serpiente solo perjudica al paciente, pues se agita; es decir, la sangre le corre más rápido, lo que favorece que el veneno también pueda desplazarse a mayor velocidad”, comentó.
A Luz María Méndez Jiménez, de 65 años, le debieron amputar el brazo izquierdo a causa de una mordedura. Ella fue atacada cuando lavaba y tendía ropa en su casa, a 50 metros del río Térraba, en Caña Blanca de Osa.
“No me di cuenta de nada. Solo sé que yo estaba lavando aquí en la casa, a las 8 de la mañana, y me encontraron a las 2 de la tarde tirada en el patio, con el brazo hinchado”, narró.
Para Aymerich, en un caso como este, en que transcurre tanto tiempo, al médico no le queda otra alternativa que amputar, pues es la única forma de estar seguro de que la infección no pasará a otras partes del cuerpo.