Rosa Emilia Jarquín Morales iba para La Unión de Guápiles, en Pococí, a visitar a una exnuera y a su nieto. Al principio no estaba convencida, pero una de sus hijas y su yerno la convencieron.
Se montó en la moto con su yerno, dos de sus hijas y su nieta de apenas dos años, bajaron una pendiente y se enrumbaron en un tramo de la ruta 32 recién asfaltado por la constructora CHEC, encargada de la ampliación de la vía.
Según relata la señora, de 41 años, ese 8 de julio avanzaban sin contratiempos, hasta que en una curva se toparon con otra motocicleta que venía en sentido contrario por el mismo carril. Ambos conductores intentaron esquivarse maniobrando para el mismo lado, por lo que el golpe fue frontal y violento.
En el sitio falleció su yerno, Juan Francisco Talavera Castillo, de 21 años. Marisol Jarquín Morales, de 19 y pareja de Talavera, murió en el Hospital Calderón Guardia y la pequeñita de ambos perdió la vida al día siguiente en el Hospital de Niños.
Doña Rosa y otra de sus hijas, cuyo nombre no trascendió, sobrevivieron. Doña Rosa se quebró el brazo derecho y su hija ambas piernas.
“Cuando pegamos de frente con frente en la moto, de ahí no volví a saber más, no supe nada, nada. Ni yo, ni mi otra hija que está en Limón porque está quebrada las piernas, de hecho con el dolor del alma de ver que su hermanita, el cuñado, la sobrinita (muertos). Así fue la historia de lo que nos pasó.
“Fue de pronto, es que no sabemos nada y esta vez no estoy nada bien”, describió la señora pocos días después del accidente.
Ella no se cuestiona que iban cinco personas en un vehículo con capacidad máxima para dos, ni que una de ellas era una menor que no tenía la edad mínima para andar en moto. Ninguno llevaba casco.
Este tipo de lamentables imprudencias son las que la Policía de Tránsito trata de prevenir haciendo controles en carretera y promoviendo campañas de conducción responsable.
Una marca indeleble
A doña Rosa la tragedia la marcó para siempre. Recibió atención médica en Guápiles y luego en el San Vicente de Paul, en Heredia pero las secuelas persisten.
Dice que le dieron una referencia para recibir tratamiento en el Hospital del Trauma, del Instituto Nacional de Seguros. “A ver si me ayudaban, pero como yo no sé leer, no sé nada, entonces me revisaron ellos y me dieron las pastillas, me dieron una cita que tengo que ir a San José a un psicólogo, me dieron esa ayuda pero de dónde voy a llevar plata yo, no puedo, soy una mujer sola, pobre, con mis otras hijas”, relató.
“Para mi fue un dolor grande, un dolor profundo que a la vez no lo creo, no soy yo, viera que hasta este oído lo ando como reventado, yo no oigo, es un dolor nada más, para dormir, viera que para dormir yo no puedo dormir, yo me arrecuesto, como que la casa se me va encima y me vuelvo como loca”
Ella ahora busca cómo salir adelante por ella y sus otras cuatro hijas, eso sí, con la ayuda de “mucha gente” que se le ha acercado.
“Le doy gracias a Dios a todos los que nos han apoyado, usted sabe que Dios es muy grande, Dios no abandona a nadie. Y Diosito no nos abandonó y ahí estamos gracias a Dios”, concluyó.