Danilo Silva Obando, de 55 años, y vecino de Montecillos de Alajuela, tomó el bus de la tragedia en Cambronero el sábado anterior, a eso de las 2:30 p. m., en el puente que está en Villa Bonita de Alajuela, sobre la carretera Bernardo Soto. En ese punto inició un nuevo capítulo en su vida donde más que los golpes, es el recuerdo de los hechos lo que más lo agobia.
“No he podido dormir desde ese momento. Escucho los gritos, los lamentos y recuerdo a una señora implorándome ayuda para no morir. Eso me duele más que cualquier otro golpe que tengo en mi cuerpo”, relató Silva a La Nación desde su casa.
Este guanacasteco decidió salir desde el Valle Central hacia Corralillo de Nicoya para aprovechar el fin de semana largo y así visitar a sus hermanos en Moracia.
En esa parada alajuelense tomó el autobús de la ruta San José-Bolsón de Santa Cruz que cayó a un precipicio en la ruta 1, en Cambronero, empujado por un derrumbe. Viajaba junto a su hermano, Adilio Obando Ortega, y con Adriana Obando Mena, su sobrina de 46 años, hija de Adilio.
Como el bus salió de San José, a esa altura del viaje no encontraron asientos para poder sentarse juntos. Danilo dice que tomó asiento al lado de una de las mujeres que lamentablemente falleció, casi a mitad del bus, su hermano logró ubicarse unos dos lugares delante de él y su sobrina un poco más atrás.
Recuerda que cuando iban por el sector donde la gente llama el hundimiento, en Cambronero, Yunny Mayorga le comentaba lo peligroso que se veían las laderas del cerro.
LEA MÁS: Imágenes de la tragedia en Cambronero: Cuerpos de rescate trabajan sin descanso
“Por las paredes del cerro bajaba muchísima agua, llovía mucho en ese momento. Una de las señoras que lamentablemente murió, Yunny, me dijo que era extraño que las autoridades no hicieran nada por este sector del cerro, que siempre era lo mismo en cada invierno. La verdad, me asustaba la cantidad de agua que caía”, recordó Silva.
Un drama que no lo deja dormir
Pocos minutos después de esa conversación, inició el drama que hoy le genera mucho más dolor de lo que le provocaron los golpes.
Un estruendo los sorprendió y de repente el bus cayó hacia atrás.
“De pronto, lo que escuchamos fue un estruendo y el bus empezó a dar vueltas. Yo solo le pedí a Dios que me diera una última oportunidad para vivir y me agarré del respaldar del asiento de adelante con toda la fuerza que podía. “Solo sentía personas que pasaban por el aire y rodaban por el pasillo, para allá y para acá. Gritos y llantos. En un momento el bus deja de dar vueltas, me solté del asiento y donde nos hicimos a mover, se escuchó como que se quebró un árbol y otra vez el bus empezó a dar vueltas. En ese momento, terminé en la parte trasera del bus encima de mucha gente”, recuerda Silva.
En ese momento, el vehículo que, según los administradores de transportes Alfaro, llevaba alrededor de 47 personas, dejó de dar vueltas pero sí se movía, “quizás porque estaba encima del barro y del agua”, recuerda el pasajero.
“Lo primero que hice fue ver si mis piernas me responden, después busqué a mi hermano. Lo encontré con la cara ensangrentada, pero consciente. Él estaba prensado por la gente y me preguntó por su hija, a ella no la encontré en ese momento. Le dije que buscaría la manera de salir para pedir ayuda.
“Parado en el borde de una ventana, decidí saltar. Pero era complicado, porque debajo del bus pasaba como un río, si el salto no me daba, caía al agua. En ese momento, fuera del bus y agarrada como de una rama, había una señora que me pedía ayuda, me decía que no la dejara morir. Pero no podía hacer nada, eso me atormenta, esos gritos y el de los niños, no me dejan dormir”, relató.
Una salida que se hizo eterna
Danilo menciona que decidió lanzarse de frente, “pegó su pecho al suelo y, enterró las puntas de las zapatillas en el barro para evitar caer al agua”. Ahí empezó una salida del barranco que se le hizo eterna.
Recuerda que entre unas cinco o siete personas lograron salir junto a él a la carretera para pedir ayuda.
“Recuerdo a una pareja, el muchacho como que traía un hueco en la rodilla y así lograron salir, una mujer lloraba desesperada y decía que su hijo de cinco años estaba adentro, que por favor la ayudaran. Lo único que le decía era que tuviera fe, que le pidiera a Dios”, menciona Silva.
Este vecino de Alajuela logró reencontrarse con su hermano y su sobrina en el Hospital Monseñor Sanabria, en Puntarenas, donde fueron atendidos luego de ser valorados en la clínica de Esparza.
Danilo Silva tiene múltiples golpes, moretones y dice que hoy le cuesta respirar por momentos, su sobrina tiene una fractura en la mandíbula y su hermano, aparte de los moretones, casi pierde una oreja.
Ya está en su casa en Alajuela, pero sin poder conciliar el sueño porque “me despiertan los gritos de los niños y el de esa mujer rogando que la ayudara y no tenía cómo hacerlo”.