“No dejen que me duerma, se me están apagando las luces”. Esa fue la última frase de Ana, asesinada por sujetos armados que llegaron a disparar a mansalva en la acera en la que la adolescente grababa videos de Tik Tok con sus amigos.
Eran las 2 a. m. del domingo 2 de febrero. Esa madrugada, en barrio Cuba, se truncaron los sueños de esta colegiala de 17 años, a quien llamaremos Ana en esta historia, una joven bailarina y risueña, que aspiraba a convertirse en veterinaria. Se apagaron para siempre sus sueños y los de su mamá, que hoy, 56 días después, sigue sintiendo que hasta respirar duele.
La muerte de Ana, estudiante de quinto año del Liceo del Sur, es el doloroso reflejo de la violencia indiscriminada. Ella es una de las 11 víctimas colaterales de la guerra entre grupos criminales que se acumulan en los primeros tres meses del 2025, una menos con respecto al mismo periodo del año anterior.
El año pasado, de las 12 víctimas inocentes, 11 eran hombres y solo una mujer. En cambio, este año, del total de fallecidos, seis son mujeres, dos de ellas menores de edad: Ana y una niña de siete años, atacada a balazos cuando viajaba en una moto con su mamá en Los Chiles, frontera norte del país. Ni la niña ni su mamá, que también murió, eran los objetivos de los gatilleros.
Ana nació y creció en barrio Cuba, una comunidad del sur de San José flagelada por las luchas entre grupos de narcotraficantes que se disputan el territorio para la comercialización de drogas. Su mamá, doña Gladys Alvarado, también es oriunda de la barriada y aunque conoce de los peligros de la calle, siempre procuró que sus hijas tuvieran una adolescencia sana, disfrutando con sus amigos.
El día del ataque, Ana se encontraba junto a su hermana y cuatro menores realizando videos en TikTok en una de las aceras del barrio, cuando gatilleros a bordo de un vehículo irrumpieron en el lugar disparando indiscriminadamente contra todos los jóvenes. Las víctimas corrieron para resguardarse; sin embargo, cuatro de ellas, incluida la hermana menor de Ana, resultaron heridas. Producto del ataque, un joven de 17 años falleció en el sitio y Ana murió minutos después de ser ingresada al hospital.
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Una madre prisionera del miedo
Una realidad ineludible es que la muerte de Ana marcará de por vida a doña Gladys. A sus 32 años, esta madre soltera ha experimentado el dolor indescriptible de perder a su hija por un error fatal. Hasta ahora, todo apunta a que los gatilleros se equivocaron y atacaron a los jóvenes inocentes.
La madre narró que durante casi dos meses no ha podido salir de su casa debido al trauma que le dejó el tiroteo y los gritos de los vecinos buscando ayuda. Cada vez que escucha un ruido extraño, el temor la invade y por eso evita salir de su casa.
“Yo no salgo, yo quiero estar encerrada, quiero encerrar a mi otra hija por lo mismo, por el miedo”, expresó.
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El miedo la ha convertido en prisionera en su propio hogar; incluso dice que desearía decirle a las personas que salgan de sus casas a un parque o a un sitio a disfrutar. Sin embargo, debido a la situación actual del país, lo que podría decirles es todo lo contrario.
“Si usted me pregunta ahorita, yo les diría que si pueden no salgan. Desearía decirles lo contrario, pero es el momento de decirle a la gente que tenga miedo, hay que tener miedo”, reafirmó.
El día en que ocurrió el asesinato de su hija y otro muchacho fue cerca de las 2 a. m. Doña Gladys señala que siempre quiso que sus hijas tuvieran la misma adolescencia que ella, cuando de joven llamaba a amigos y familiares para “hablar y vacilar” fuera de las casas.
“¿Por qué tenemos que tener miedo? Si somos buenos y trabajamos, si educamos a nuestros hijos para que sean buenas personas, ¿por qué tenemos que encerrarnos?”, cuestionó.
“Es el dolor más grande que puede tener una mamá. Mi hija siempre fue una niña buena, al igual que mi otra hija, C (de 14 años). Nunca le hizo daño a nadie. Yo siempre traté de enseñarles a ser buenas personas.”, manifestó.
A pesar del inmenso dolor, la madre trata de continuar con su vida pese a que “respirar duele y duele mucho”.
El sueño de una futura veterinaria
En una larga conversación telefónica con La Nación, doña Gladys recuerda que su hija soñaba con ser médica veterinaria, pues tenía un gran amor por los animales, especialmente por los perros. En sus conversaciones, la adolescente le decía que soñaba con tener una casa tan grande donde pudiera recoger todos los perros de la calle.
Hoy, desde su hogar, donde atiende a sus clientas, doña Gladys sigue recordando a su hija tocando los perros callejeros, “porque no le importaba, si le decían que qué asqueroso”.
Esta madre no reprocha a Dios por la muerte de su hija; incluso mantiene su fe en creer que solo él sabe “por qué lo hizo así”. No obstante, espera que el crimen de su hija no quede impune y que los sospechosos puedan enfrentarse a la justicia.
“Se necesita más acción, necesitamos leyes más duras, porque la vida está cada vez más difícil”, señala Gladys, exigiendo un cambio urgente en la legislación para proteger a los ciudadanos inocentes y garantizar que los culpables paguen por sus crímenes.
Lista de mujeres inocentes
Además de Ana, otras seis mujeres perdieron la vida a manos de sicarios. Esta desafortunada lista comenzó desde el 9 de enero en Los Chiles, cuando un triple homicidio apagó las vidas del motociclista de apellido Sobalvarro, de 46 años y sus dos pasajeras, una mujer nicaragüense de 26 años, de apellido Guzmán y su hija de siete años.
Los gatilleros querían asesinar al motociclista, quien era conocido en la zona por ofrecer servicios de transporte de personas. Sin embargo, en el ataque fallecieron sus dos pasajeras inocentes.
A la infausta lista se suman Yerlania Molina Bolaños, de 23 años y Heilin Fabiola Madriz Acuña, de 30, víctimas colaterales de una balacera, en el bar 70, situado 300 metros al oeste del centro comercial Metrocentro, en barrio Nazareth, San Nicolás, Cartago.
Este hecho de violencia ocurrió a la 12:54 a. m., cuando tres hombres llegaron al sitio y desde afuera comenzaron el tiroteo, luego ingresaron al establecimiento y dispararon en múltiples ocasiones.
De acuerdo con el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), Yerlania Molina era madre de un niño de tres años, mientras que Madriz tenía una hija de dos años y un bebé de siete meses. Ambas eran de Cartago y residían en Aguacaliente.
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En la tarde del viernes 7 de marzo, un tiroteo en la tranquila localidad de Jardines de San Ramón, Alajuela, dejó ese día tres víctimas fatales y dos mujeres heridas de gravedad. Desafortunadamente, luego de 16 días de lucha en el hospital México, falleció este domingo Irma Badilla Sánchez. Su muerte se suma a la larga lista de personas inocentes víctimas de la violencia en el país.
Según su tía Laura Sánchez, aquel viernes Irma llegó a la casa donde ocurrió la balacera con la intención de pasar la tarde y disfrutar de un café. Su tía la recuerda como una joven llena de vida, carismática, alegre y profundamente amorosa, con una pasión especial por los animales.
“Soñaba con ser veterinaria y tenía muchas ilusiones. Apenas había cumplido 18 años y estaba deseosa de obtener su licencia de conducir y comenzar a trabajar”, recordó la tía.
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