Alexi Meléndez León, una de las 50 personas más buscadas por la DEA, policía antidrogas de los Estados Unidos, encabezó en Costa Rica, desde 2013 y hasta su arresto en setiembre pasado, una red dedicada al tráfico internacional de drogas, robo agravado y lavado de dinero. Así lo revela el expediente judicial del caso Shark (tiburón en inglés), del cual La Nación tiene copia.
Este hombre de 55 años, nacido en Miranda, un municipio al norte del departamento del Cauca, Colombia, y naturalizado costarricense desde el 2006, es considerado uno de los “siete tiburones del Pacífico”. Esa clasificación lo ubica como uno de los siete individuos residentes en diferentes puntos de América que controlan las rutas del narcotráfico del Clan del Golfo, desde Colombia, a través de las aguas del Pacífico.
Meléndez, que salía de su casa hacia el trabajo con traje de sastre y quien socializaba poco con sus vecinos en un condominio de Ciudad Colón, en el cantón de Mora, San José, fue detenido el 17 de setiembre luego de varios allanamientos que permitieron la captura de 10 sospechosos más. Entre ellos, están tres funcionarios bancarios y un pastor evangélico que, en apariencia, ayudaban en el lavado de dinero.
Se le conoce con los alias Volvo o Comando y en la investigación judicial que dio pie a su detención se le vincula con el trasiego de cocaína a Europa. Por ejemplo, documenta que entre el 2013 y el 2014, él y otros nueve sujetos estuvieron involucrados en una organización de tráfico que operaba en Paso Canoas, en la frontera con Panamá. También en San Carlos, en la zona norte; y también en Guanacaste, Limón y San José. Se le atribuye camuflar los alijos de droga en contenedores con fruta de exportación.
Para ello, usaban una empacadora de piña, domiciliada en Pital de San Carlos. En abril de 2015, oficiales de España detuvieron varios contenedores con piña fresca y en ellos iban 120 kilos de coca.
En 2019, el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) de San Carlos abrió un expediente por tráfico internacional, tras recibir información confidencial. La investigación determinó que Meléndez era propietario de vehículos de lujo e inmuebles en la región, los cuales funcionaban como puntos de encuentro para coordinar actividades ilícitas. Entre ellos destacaba la empacadora de la organización, conocida como “Pecos”.
Producto de esa investigación se detectaron 246 paquetes de clorhidrato de cocaína en las instalaciones del megapuerto de APM Terminals, en Moín, los cuales salieron de la empacadora Pecos con destino a Europa.
Las intervenciones telefónicas recopiladas en el caso Shark, bajo la sumaria 22-000116-1322-PE, revelaron que Meléndez realizaba numerosas llamadas internacionales. Este patrón permitió concluir que era responsable de coordinar las negociaciones de droga con contactos en otros países, como Bélgica, destino del cargamento incautado en la terminal de Moín.
El vínculo con el Clan del Golfo
Desde su detención, hace dos meses y medio, la Policía Judicial asegura que Meléndez es el cabecilla de una célula del Clan del Golfo, peligrosa organización criminal colombiana centrada en el narcotráfico y la extorsión, y considerada una de las mayores amenazas del crimen transnacional.
El Clan fue creado en 2007 por Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario, tras la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Rendón fue extraditado a Estados Unidos en 2018 y le sucedió Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, capturado en 2021 y extraditado en 2022. Ahora se cita como jefe a Jobanis de Jesús Ávila Villadiego, alias Chiquito Malo.
La organización cuenta con 1.900 miembros y opera tanto en Colombia como en el extranjero, con presencia en 28 países de América, Europa, Asia y Oceanía. A pesar de la captura de varios de sus líderes, el Clan del Golfo sigue activo y mantiene alianzas con carteles mexicanos y mafias europeas.
En Costa Rica, las investigaciones del OIJ determinaron que Meléndez León se unió a otros cuatro sujetos identificados con los apellidos Arosemena Siles, Mora Mora, Arce Salas y Gómez Ortiz.
La red aparentemente operaba desde distintos puntos del territorio costarricense, con énfasis en San Carlos. Allí ocultaban drogas en vehículos con compartimientos secretos y en contenedores de productos de exportación, especialmente piña y yuca, gracias a empresas empacadoras que algunos integrantes poseían. Estos cargamentos eran transportados hacia puertos en Limón, con destino al mercado europeo.
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“Los imputados han constituido ‘empresas de papel’, las cuales no poseen funcionamiento comercial, además de insertar ganancias ilícitas en la economía mediante subastas ganaderas. De esta forma, han adquirido bienes muebles e inmuebles, algunos inscritos a nombre de sociedades o de terceras personas”, detalla el informe de investigación.
Randall Zúñiga, director del OIJ, indicó que la célula criminal estuvo implicada en otro decomiso importante en el 2022, cuando las autoridades costarricenses le incautaron 220 kilos de cocaína que iban a ser enviados desde APM Terminals en Moín, escondidos en un contenedor con doble forro.
Además de los cuatro hombres mencionados, las autoridades vincularon a otros seis sujetos, incluidos un pastor evangélico de apellidos Barboza Pilartes, así como Loría Espinoza, Lara Vargas, Campaz Montaño, Araya Vargas, Zeledón Samudio, Zúñiga Brenes, Salas Sandoval y Vargas Mora. Los tres últimos son funcionarios del Banco de Costa Rica.
A excepción de los tres empleados bancarios, quienes actualmente cumplen medidas cautelares distintas a la prisión preventiva, los demás permanecen detenidos. En el caso de los funcionarios del banco, el Ministerio Público solicitó su suspensión del cargo, impedimento de salida del país, presentación mensual a firmar y mantener domicilio actualizado.
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Funcionarios bancarios ayudaban al pastor
Según el expediente judicial, el pastor utilizaba dinero del narcotráfico para integrarlo en la congregación religiosa. Recibía ayuda de los empleados del banco, descritos como “amigos”. Ellos le facilitaban el ingreso de dólares, incluso en cuentas bloqueadas.
Una de las llamadas interceptadas reveló que el pastor ofrecía regalos en agradecimiento por estas acciones.
“Barboza Pilartes le comenta a Celia que está de compras en Aguas Zarcas; le llevará un detalle a Huber y Alex, pues va para el banco de Río Cuarto. Esa gente se porta bien con él. Cuando ocupa un depósito, solo los llama, y eso no lo hace nadie. Le cambian dólares; no sabe cómo pagarles la confianza”, menciona el informe.
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En otra conversación telefónica, el pastor hablaba con un gerente identificado como Zúñiga Brenes sobre dos cheques. Según el informe, con el fin de “evadir controles”, cambiarían uno de inmediato y el otro en días posteriores.
“Juan Luis conversa con un sujeto identificado como ‘Alex’. Alex comenta que tiene un cheque ‘grandecillo’ para él. Juan Luis le indica que son dos, pero que cambiará solo uno. Alex responde que dé uno de ‘diez’. Juan Luis asiente y agrega que el otro, de ‘nueve’, se cambiará hasta el miércoles. Alex está de acuerdo, y se despiden”.