Buscar pertenecer a una “familia”, ostentar lujos, anhelar reconocimiento social y contribuir al sustento económico de su hogar son algunas de las razones que impulsan a menores de edad en Costa Rica a involucrarse en redes criminales y bandas narcotraficantes.
En ocasiones, esta decisión les cuesta la vida.
De acuerdo con la Unidad de Análisis Criminal del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), desde el 2014 y hasta setiembre del 2024 se contabilizan 304 menores víctimas de homicidios dolosos.
De ese total, 152 fallecieron debido a ajustes de cuentas o venganzas, el 50% del total; mientras que la violencia doméstica, aunque es la segunda causa más común, registra 49 homicidios (16%). Luego siguen las riñas y producto de la comisión de otros delitos.
La estadística fue oscilante al inicio del periodo en análisis, pues en el 2014 hubo 14 menores asesinados en ajustes de cuentas; luego bajó a 9 en el 2015 y subió a 16 al año siguiente.
Sin embargo, a partir del 2021 se observa un aumento sostenido. Aquel año se reportaron nueve homicidios por ajuste de cuentas, seguido de 12 en el 2022. En el 2023, la cifra ascendió a 28, y en el 2024 ya se contabilizan 21, siete menos que el total del año anterior y cuando faltan aún tres meses para finalizar el año.
El caso más reciente ocurrió el miércoles por la noche, cuando un joven de 16 años murió en la Clínica de Alajuelita tras recibir varios disparos en la entrada de su vivienda, ubicada en La Guapil, en San Felipe de Alajuelita.
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Según informó la Policía Judicial, el ataque ocurrió alrededor de las 8 p. m. Cuando el adolescente estaba a punto de ingresar a su casa fue interceptado por sujetos que, desde una motocicleta, le dispararon en repetidas ocasiones. No le robaron nada.
San José es la provincia con mayor cantidad de homicidios de menores de edad. En una década suma 98, seguida de Limón (59) y Puntarenas (53).
En cuanto a la concentración por distritos, Limón encabeza la lista con 22 homicidios, seguido de Pavas, en San José (14), y Chacarita, en Puntarenas (12).
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Ostentan poder, reconocimiento y protección
En una conversación con La Nación, el criminólogo y exagente del OIJ Gerardo Castaing señaló que una de las causas que llevan a algunos menores de edad a unirse a organizaciones criminales es la necesidad de obtener reconocimiento dentro de una agrupación.
“No solo hay que hablar de que el narco busca a los niños, sino que los menores buscan a los narcos para que les den trabajo, alguna posición dentro del grupo, para tener dinero, novias, vehículos o motocicletas… ser destacados en esos grupos. Esto hace que el narcotráfico sea atractivo para los muchachos”, explicó Castaing.
Según el criminólogo, los menores suelen dedicarse a tumbar (robar) droga a otros grupos, lo cual los convierte en blancos frecuentes de ajustes de cuentas. Además, mencionó que las riñas internas en las propias bandas pueden derivar en la muerte de estos jóvenes.
A pesar de la volatilidad dentro de las redes delictivas, Castaing señaló que otro de los motivos que impulsa a los menores es el deseo de ostentar lujos y poder y sentirse protegidos por otros miembros del grupo.
Algunos “tienen una mentalidad de ‘yo soy el que mando, yo soy poderoso’. Andan armas de fuego, y ese comportamiento retador de los muchachos es impactante. Es una proyección psicológica sobre las otras personas y está basada en el poder que les da el uso de un arma de fuego, la posibilidad de matar, y también en el respaldo que tienen de los demás narcotraficantes”, afirmó.
Castaing destacó el fácil acceso que tienen los jóvenes a las armas de fuego, independientemente de su afiliación a una organización.
En junio de este año, este diario cubrió un incidente en Paquera, Puntarenas, donde un adolescente de 14 años disparó accidentalmente a su hermana menor con un revólver que, según dijo a la policía, “había encontrado en la calle” cuando regresaba del colegio.
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Su segunda familia
En una entrevista del 2023 con La Nación, el director del OIJ, Randall Zúñiga, aseguró que muchos menores de edad involucrados en grupos criminales carecen de una adecuada socialización, en parte debido a la exclusión escolar acentuada por la pandemia de la covid-19, lo que los hace vulnerables a la manipulación de adultos.
Esos adultos les ofrecen el sentido de pertenencia que mencionaba Castaing, además de satisfacer necesidades que generan en los jóvenes una familiarización con las organizaciones criminales, creando una subcultura.
“Es un tema interesante a nivel criminológico, que es muy propio de las maras, que son excluidos y ellos generan su propio grupo donde sí se apoyan entre ellos, aunque sea ficticiamente porque es un tema criminal, pero se apoyan. Crean un sentido de pertenencia que es la autorrealización y se convierten en su segunda familia “, explicó Zúñiga.
El jerarca incluso mencionó que han encontrado niños de 12 o 13 años, que deberían estar en la escuela. Sin embargo, los datos recientes son aún más preocupantes: el 8 de octubre se desmanteló una organización de narcotráfico que presuntamente utilizaba menores de 10 años para vender droga en diversas comunidades del Caribe.
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