El 3 de julio del 2022, familiares y amigos de Marco Calzada Valverde, un joven de 19 años, inundaron las redes sociales con sus fotos, solicitando ayuda para localizarlo. La noche anterior, Marco había salido con sus amigos, pero después de decir que iba al baño de un bar en La California, no se supo más de él.
Horas después, el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) confirmó que el muchacho había sido interceptado en el centro de la capital por varios sujetos, quienes lo agredieron con un arma blanca para robarle el celular. Cruelmente, Marco murió en el sitio.
A un año de su fallecimiento, su familia, amigos y todos aquellos quienes lo conocieron continúan recordándolo como un joven lleno de sueños, dispuesto a ayudar a quienes más lo necesitaran y con una sonrisa que irradiaba luz y alegría a quienes estaban a su alrededor.
“Describir a Marco es bastante difícil, él era de esas personas genuinamente buenas, a veces uno en la vida se encuentra con personas que uno dice: ‘esta persona tiene algo, como una luz diferente’ y Marco era uno de esos y uno lo notaba desde el inicio”, dijo Juliana Arguedas, amiga de la familia Calzada Valverde y miembro del grupo misionero Ignis Mundi, a donde Marco asistía.
Según Juliana, una de las principales características de Marco era su auténtico interés por lo que los demás tenían que decir, incluso al preguntar simplemente “¿cómo estás?” de una manera típica costarricense, acompañando el saludo con un ‘tuanis’ o ‘¿todo bien?’.
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Al momento de su muerte, el joven estaba comenzando a estudiar Ingeniería en Ciencia de Datos en la Universidad Lead y a lo largo de su vida lo acompañó una profunda fe religiosa que demostraba en las misiones que realizaba en Los Guido de Desamparados, ‘un espacio abierto para formar vínculos’, donde hasta la fecha mantienen su memoria viva por la huella que dejó.
“A partir de su muerte surgió muchísima vida, que eso ha sido lo más impresionante para nosotros. ¿Cómo el fin de la vida de alguien o ese paso al cielo, puede generar tanta vida en la Tierra? No hubo persona que no se conmoviera con el testimonio de Marco”, añadió Juliana.
Alejandra Prieto, otra amiga de la familia, también destacó cómo Marco contagiaba a todos con su alegría y felicidad en cada actividad que realizaba. Sin importar de qué se tratara, al poco tiempo más de uno quería unirse y hacer lo mismo.
De hecho, Juliana rememoró una experiencia en Los Guido, donde Marco y otro joven se habían propuesto crear unas canchas de fútbol 5 con palos de bambú para la comunidad, pero el plan no pudo concretarse debido a su fallecimiento.
Sin embargo, dos semanas después, el mismo joven se acercó a ellos y les dijo: ‘Ya hice las canchas que Marco y yo habíamos planeado’. Para sorpresa de todos, las construyó con bambú, las pintó de gris y les agregó cuerdas.
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‘Estar alrededor de él era muy positivo’
El camino de Marco en las misiones empezó desde muy joven, fue cuando tenía 14 años que decidió participar de su primer encuentro, aunque con un poco de engaño, recordó Alejandra, porque la edad mínima para asistir eran 16 años y él afirmó tener esa edad.
“Estando allá nos dimos cuenta de que nos había engañado, pero fue el que más participó y el que estaba con más ganas de misionar. Durante esas misiones decidió aprender a tocar la guitarra. Se sentaba y lo intentaba hasta que se convirtió en un experto y aprendió mucho más de lo que le enseñamos. Estar cerca de él era muy positivo, pura alegría”, contó Alejandra.
Las allegadas coincidieron en que Dios actuaba a través de Marco y más de una vez, cuando visitaban casas para realizar oraciones, lo experimentaban. El joven siempre llevaba su guitarra y les preguntaba a las familias si querían que cantara una canción que él había elegido previamente. Al terminar, los parientes le decían que la canción tenía un significado especial para ellos.
“Uno podría decir ‘qué coincidencia’, pero se notaba que Marco estaba muy atento a esos mensajes de Dios y a seguir lo que él quisiera. Para mí, al menos, ha sido un recordatorio constante de que yo también tengo algo que dar, que puedo llevar ese mensaje y que Dios habla a través de mí, así como hablaba a través de Marco”, explicó Alejandra.
“Lo que más me ha impactado es su escucha atenta. No es común encontrar personas que estén genuinamente interesadas en la simple pregunta: ‘¿cómo estás?’. Eso es lo que más recuerdo de Marco: su abrazo y su sonrisa cuando lo saludabas”, mencionó Juliana, por su parte.
Los amigos de Marco crearon una página en Instagram llamada Marca2, una comunidad que “busca unir a la juventud y a aquellos que han sido impactados por su vida, su testimonio y su fe”. El sitio web de Ignis Mundi también hizo un libro llamado ‘La Calzada de Marco’, donde recopilaron mensajes y vivencias de amigos y quienes conocieron a Marco.
“Marco era un joven normal, hermano mayor, noble, sencillo, sano y auténtico. Le gustaba la música, tocar guitarra, bailar, practicar boxeo, compartir con sus amigos, ir de fiesta, divertirse como cualquier otro muchacho de su edad. Era un chico responsable y combinaba sus múltiples apostolados entre estudios y trabajo (...)”.
“Su vida y su muerte han sido para muchos una luz en el camino, que él sigue recorriendo con nosotros. Fue un joven tocado por el amor de Dios, cuyo fuego perdura y brilla más que nunca. Hoy, Marco sigue iluminando a muchísimos corazones”, se lee en la descripción.
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Para este domingo, la agrupación organiza una caravana en su honor, que partirá del Colegio Salesiano Don Bosco, en Zapote, y pasará por diversos puntos, incluido el lugar donde murió y el cementerio donde descansa su cuerpo.
Para esta publicación, se intentó hablar con los padres de Marco, quienes agradecieron la iniciativa y el apoyo, pero dijeron sentirse afectados y pasar por un momento difícil para conversar.