A Samuel lo mató una bala perdida producto de un enfrentamiento entre pandillas del narco. Él era ajeno e inocente a todo ese mundo violento. Él estaba dormido en su cama, en barrio La Gloria de Zapote, cuando un proyectil cruzó la lámina de cinc y se alojó en su pecho. Tenía solo ocho años.
Su caso, que trascendió el pasado lunes, conmocionó al país, pero no es el único. El departamento de Medicatura Forense del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) registró, en los últimos ocho años, 117 autopsias a menores de edad agredidos con armas de fuego; las víctimas iban desde los 2 hasta los 17 años. En ese periodo, el año más violento fue el 2016, con 25 decesos, seguido por el 2022, con 19.
Entre las víctimas del año pasado, por ejemplo, está un niño de apenas dos años y otros dos de cuatro. Uno de esos casos se registró en Purires de San Pablo de Turrubares, donde una bala alcanzó a una menor en su cabeza, en medio de una discusión entre dos de sus hermanos.
La Policía Judicial no precisa las circunstancias en las que ocurrieron las muertes. Pudieron ser balas perdidas, accidentes domésticos, porque el menor o un tercero manipulaba el arma, un accidente al limpiar una pistola o ataques directos contra sus familiares.
En ese mismo periodo, el Hospital Nacional de Niños (HNN) atendió a 51 niños y niñas por heridas de bala, cerca de 6,4 por año.
Según el HNN, desde 2015 a 2022, las casas de habitación fueron el escenario de 23 de los casos, 16 se registraron en vía pública, dos en comercios, una dentro de un centro educativo, mientras que en siete de los hechos no se especificó el lugar; un disparo de arma corta en lugar no determinado y un balazo de arma no especificada en lugar no precisado.
De esos 51 heridos, se desconoce cuántos y cuántas sobrevivieron, pues el hospital no tiene el registro de mortalidad, lo que sí está claro es que las extremidades, cabeza y abdomen son las partes con mayores lesiones en estas agresiones.
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Las secuelas dependen del orificio de entrada de la bala y del de salida, cuando este está presente, así como las estructuras que el proyectil lesiona en el trayecto, detalló la doctora Olga Arguedas, directora del HNN.
“Si un proyectil ingresa al Sistema Nervioso Central, se pueden percibir secuelas tan graves como pérdida de la visión, hemiparesia (mitad del cuerpo queda paralizado) o disfunción de otros elementos neurológicos”, añadió.
Si el impacto ocurre en la cara se pueden producir anomalías de carácter estético en la conformación facial, problemas en el crecimiento y desarrollo anormal de los huesos del rostro. Cuando ingresan por el cuello “son de los más amenazantes, porque por esa zona pasan vasos sanguíneos que son muy importantes y hay algunas estructuras nerviosas”.
Entretanto, si la parte afectada es una extremidad, lo más frecuente es que haya alteraciones en el brazo o pierna que recibió el daño.
Hospital de Niños recibió 51 niños por balazos
Datos van desde 2015 hasta 2022. Mayoría de víctimas tenían entre 5 y 9 años
FUENTE: Hospital Nacional de Niños. || Infografía / LA NACIÓN.
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La mayoría de las 51 víctimas de bala atendidas en el centro médico tenían entre 5 y 9 años, con 22 casos. Les siguen niños de 0 a 4 con 17 y, finalmente 12 personas entre 10 y 14 años. Además, si se visualizan los datos por año, 2016 y 2020 fueron los que más involucraron niños, con nueve cada uno.
Disputas cobran vidas inocentes
El reciente caso de Samuel Arroyo, puso en evidencia cómo las disputas de agrupaciones del narcotráfico cobran vidas de inocentes, personas que no están involucradas en los asuntos delictivos. No obstante, no hay estadísticas disponibles para precisar cuántos niños han sido víctimas de este tipo de delincuencia.
En febrero del año pasado, un niño de dos años se convirtió en la víctima mortal más pequeña de la que se tenga registro desde el 2015, cuando se registró un caso. Pistoleros dispararon en múltiples ocasiones al carro en que el menor viajaba junto a sus padres y dos pequeños más, de siete y tres años, en Balsa de Atenas, sobre la ruta 27. El móvil habría sido un ajuste de cuentas.
Gerardo Castaing, criminólogo y exjefe del OIJ, considera que parte de este fenómeno podría explicarse por la globalización que existe de estos artefactos letales, no solo a nivel comercial, sino también criminal.
En aquellos casos en los que el ataque se atribuya a enfrentamientos criminales, Castaing considera que en Costa Rica podría estarse dando una tendencia a emular patrones de comportamiento de países violentos como México.
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“Esa socialización tecnológica ha hecho que el país también se vuelva violento, aunado a la impotencia de la Policía al intentar evitar que estas confrontaciones se realicen o que los ajusticiamientos o sentencias de muerte que ha establecido el narcotráfico se lleven a cabo”.
“En Costa Rica muchos de los lugares donde se desarrollan estas actividades delictivas son sitios de conglomeración humana. Los criminales disparan y no discriminan si hay niños, señoras, personas que no tengan que ver en el asunto y, sencillamente, ignoran los alcances de las armas”, indicó.
Sobre este último punto, explicó la diferencia entre armas cortas, que tienen un alcance efectivo de 50 metros y uno máximo de 150 metros, y las de grueso calibre, como la AK-47, que aparentemente fue la utilizada en el disparo que recibió Samuel. Este fusil de asalto tiene una trayectoria efectiva de 450 metros y una máxima de un kilómetro o un poco más.
Castaing insistió en que la falta de capacidad de los cuerpos de seguridad agrava la situación, ya que enfrentan rebaja de presupuestos al no recibir la recaudación del impuesto de sociedades anónimas porque la regla fiscal no lo permite. Tal reclamo había sido hecho ya por Randall Zúñiga, director a. i. del OIJ, días atrás, en la presentación de la Memoria Anual 2022.
Asimismo, dijo el expolicía, faltan las reformas legales que respondan a la realidad, pues mucha normativa fue creada para una población mucho menor que la actual,donde ‘no había tanta droga y violencia’. “Las leyes no están dando para manejar la situación ahorita”, reclamó.
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Para la doctora Arguedas, lo que está claro es que “esa arma de fuego nunca debió ser disparada y el proyectil por el que murió Samuel nunca debió haber existido”.
“Ese tipo de hechos lamentables suceden, yo creo que aquí hay que aplicar una restricción y educación mayor en lo que se refiere a tenencia y uso de armas de fuego en general. Todas las personas, aun cuando seamos personal médico, nos sentimos profundamente impactados y conmovidos con una situación así”, enfatizó.
En caso de escuchar una balacera o detonaciones de arma de fuego, se recomienda buscar puntos de protección, lanzarse al piso o protegerse detrás de una pared de cemento.
La gente tiene que modificar su comportamiento cuando oye disparos. Muchas personas salen a ver qué está pasando o a grabar con los celulares, pero lo que deben hacer es protegerse.
“Si seguimos a como estamos vamos a establecer una zona de confort para el hampa y el narcotráfico”, finalizó la médica.
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