Corría el mes de febrero del 2013 y un profesor, de apellido García, esperaba a dos hombres en un apartamento suyo ubicado en Sabanilla de Montes de Oca.
El educador iba a negociar con ellos el alquiler de la vivienda; sin embargo, el plan de los sujetos era otro: cuando llegaron, amenazaron a García con armas de fuego y se lo llevaron en un auto hasta un bar en Goicoechea, donde lo amarraron de pies y manos, le taparon los ojos y lo mantuvieron en la parte trasera del aposento.
Los secuestradores hicieron varias llamadas a los familiares del profesor para exigirles el pago de $600.000 a cambio de la liberación de la víctima. Tal transacción de dinero no se efectuó nunca porque García logró escapar por su propia cuenta.
Este es uno de los 46 secuestros que ocurrieron entre el 2010 y el 2016 en el territorio nacional, según datos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
En esos seis años, el que más sucesos de este tipo registró fue el 2011, con 12; mientras que el 2010 figura como el periodo donde hubo menos, con (3).
Además de eso, las estadísticas indican que, desde el 2013, la incidencia de este delito sostiene un leve aumento. Durante ese año se dieron cuatro casos, mientras que en el 2014 fueron cinco. Para el 2015 se reportaron ocho secuestros y el año pasado cerró con nueve.
Osvaldo Ramírez, jefe de la Unidad de Secuestros de la Sección de Delitos Varios del OIJ, confirmó que la mayoría de hechos (24) ocurrieron en San José y donde menos se reportaron fue en Cartago, con uno.
De los delitos cometidos en la capital, Ramírez detalló que se logró una alta resolución que ronda el 98%, esto es, las denuncias terminaron en buen puerto y con detenidos presentados ante el Ministerio Público.
Pese a que el jerarca no tenía los datos a nivel nacional, afirmó que pueden andar en una cifra muy similar a la de San José.
Ese porcentaje, agregó Ramírez, se debe a que el equipo de agentes (no detalló cuántos por motivos de seguridad) recibe una constante capacitación.
“Hemos tratado de mantener al grupo lo más actualizado, gracias a reuniones que sostenemos con las policías de Colombia o de El Salvador. Además, mantenemos mucha comunicación con la Fiscalía contra el Crimen Organizado de Costa Rica”, indicó.
Aunado a esos esfuerzos, adquieren programas de software que ayudan, por ejemplo, con la comparación de voces. Esto ayuda en las investigaciones.
A lo interno. Según las autoridades, el secuestro es un delito cometido por bandas grandes y organizadas que planifican los pasos a seguir detalladamente.
Para Ramírez, eso explica que, pese a los 46 secuestros registrados entre 2010 y 2016, la Policía detuvo en ese mismo periodo a 133 personas por ser sospechosas de cometer ese crimen.
“Si alguien va a cometer un secuestro, no lo puede hacer solo. Generalmente son grupos bastante grandes porque deben distribuirse muchas tareas. Es un delito bastante complejo”, dijo.
Ramírez explicó que cada miembro del grupo tiene tareas específicas. “Alguien ve la logística, hay otro que hace la inteligencia sobre la víctima, hay otro que lo intercepta y secuestra. Otro la mantiene recluida y, por último, otro hace las llamadas extorsivas. Todo lo anterior bajo el mando de un cabecilla que toma la batuta en la negociación”.
Las bandas suelen ser muy cuidadosas porque con el solo hecho de que alguno falle en sus labores, cae la organización, agregó el jefe policial.
Pero, ¿a quiénes buscan los secuestradores? Ramírez detalló que no hay un perfil establecido, pero que, generalmente, seleccionan a personas adineradas.
“Necesitan que los familiares puedan asumir la petición económica que se les hace. Por eso, a las personas de clase social alta le decimos que tomen medidas de seguridad y eviten exponerse. Aunque, claro, no es que solo pase con ellos. Tenemos variedad de casos, como venganzas”, concluyó.